La hitoria resucita
Durante años la radio de la furgoneta del panadero a las seis de la mañana rezongaba monotonías sin sentido. Sólo valía por lo que molestaba: música y noticias, ni música ni noticias, un muecín sin creyentes. Lo más musical era el jadeo diésel del motor y su feliz autoinmolación, desollada de esfuerzo al alejarse por fin, que enseguida llegaban más furgonetas.
Hoy la monserga de los locutores, ininteligible nueve pisos por encima del pescante, ha dejado de ser una jerigonza engolada y el oído se atiranta por si las noticias anuncian ejércitos sobre las cordilleras. Ahora hasta las declaraciones de los políticos, relamiéndose de la compleja situación, pueden significar algo.
Trompetas mofletudas han sacado a la historia de la tumba, hacen global el alba, siembran de pisadas la granja universal. Tensión, el globo existe. Enredado como nunca, el pie se pregunta si será borrado con la huella. Los compresores que hinchan el globo global nos tratan como a ocas. Ocas excitadas ante tanta resurrección.
Que sean las seis de la mañana vuelve a ser historia.
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