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Tribuna:REDEFINIR CATALUÑA
Tribuna
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Carod, ¿el otro pujolista de izquierdas?

Aunque personalmente nunca compartí la visión que subyacía en ese epíteto aplicado durante tiempo a Rafael Ribó por parte de sus críticos de la izquierda -'Ribó es un pujolista de izquierdas'-, el epíteto en cuestión me pareció siempre altamente interesante. En todo caso, son ciertas dos de las ideas que comporta: una, que Pujol ha sido una fuerza centrípeta de tal vigor que todo ha girado a su alrededor y, lejos de querer cambiar de estilo, de tiempo, de ideología, de maneras, la mayoría se ha pasado la vida queriendo sustituirlo a él. Cambio de persona más que cambio de gramática política, como si todo el afán de la oposición hubiera sido ponerle capas nuevas a la cebolla Pujol y no cambiar radicalmente de gastronomía. Además, es también cierto que el manto catalán con que Pujol ha investido su acción de gobierno -fuera éste verdadero o falaz-, ha sido un manto generoso bajo cuya sombra muchos anhelaban estar. Si Pujol había fagocitado totalmente para sí el simbolismo catalán, sólo bajo su protección -pensaron algunos ingenuos- verían la luz. Con todo, y lo repito, creo que es injusto considerar a Ribó sólo eso, cuando ha sido en tantos aspectos un político brillante y genuino. Pero sí, ha existido el pujolismo de izquierdas tanto como, me atrevo a decir, aún existe en plenitud de condiciones. La prueba de su buena salud me parece irrefutable: ha paseado su sutil personalidad por el debate de política general, y no sólo ha triunfado, sino que encima nadie se ha dado cuenta de su presencia.

Y ¿quién es el pujolista de izquierdas de este primer debate del milenio? Tengo para mí que Josep Lluís Carod Rovira ha sido siempre el verdadero pujolista de izquierdas del panorama catalán y sólo el hecho de haber estado muchos años casi clandestino, con un Ribó como gran estrella del progresismo catalanista -vaya, vaya, era Ribó y no Colom quien hacía sombra a nuestro líder de la Tarraconense...-, había impedido su identificación. Pero, aunque lo que afirmo no fuera cierto y su pasado político no mereciera tamaña consideración, me parece poco discutible que sí merece ese epíteto su presente. Desde la famosa equidistancia, bien loada por las columnas de opinadores -tan enamorados del verbo potente de Carod que se pasan el día babeándolo-, hasta el debate general, Carod ha hecho una política probablemente inteligente, tanto como inequívocamente sucursalista del magma pujolista. Pero como los habrá maliciosos, convencidos de que mi reflexión tiene que ver con estómagos y no con pensamientos, intentaré argumentar lo dicho. Con un añadido para mí innecesario: no se trata de que le vaya mal a ERC -que le vaya bien-, sino de lo que hace para que le vaya bien. Y ahí voy. ERC no ha conseguido en todo su tempus postransición escaparse nunca de la tentación convergente, como si fueran esos niños malcriados, un poco rebeldes, pero hijos al fin y al cabo de sus padres. Pasó con Barrera de forma sonora e impúdica. Pasó con Colom, creo que con más honestidad. Y pasa con Carod, a pesar de que sea ésta la época dialécticamente más brillante. Carod sabe revestir bien y verbalizar impecablemente un discurso que, ay, en ERC es muy viejo. Parece nuevo sólo porque Carod lo vende nuevo. Pero tanto la equidistancia como la machacona oferta permanente a CiU para pactar -con irrisorios ultimatos que sólo sirven para que Pujol se los meriende con el café de la tarde-, como este último debate, son de una meridiana claridad: ERC ha optado por hacer del pujolismo de izquierdas toda una ideología. Me dirán que cómo puedo ir tan a contracorriente si todos los plumillas del mundo -exceptuando mi pobre pluma- han decidido loar su discurso, considerarlo importante y hasta situarlo en el olimpo de los ganadores. Quizá tengan razón y Carod, con su oferta de pacto, haya puesto a Pujol contra no sé qué cuerdas, pero desde mi desapasionada opinión lo único que ha hecho nuevamente ha sido dar balones de oxígeno y credibilidad catalanista a un Pujol que se ahoga en su propias contradicciones. Me dicen: con la oferta de pacto quiere escenificar el entreguismo de Pujol al PP, y sí..., pero no. Cuando un partido de izquierdas, republicano y catalanista ofrece un pacto a un político que se vende el país a trocitos, que acaba de demostrar, con la vergüenza de Llagostera, hasta qué punto el amiguismo y el interés privado gobiernan sobre el interés público, cuando su gestión está mucho más inclinada a la patria financiera que a la cuatribarrada, lo que se está haciendo es avalando la trampa con la que nos engaña. Gracias a Carod, y a sus muchas ofertas de pacto, gobierno y etcétera, Pujol no parece lo que es, un político de la derecha que, con la excusa catalana, defiende intereses de gremio, sino que parece un buen catalanista equivocado de aliado al que hay que hacer rectificar. Para mí el problema no está con quién se alía Pujol, sino en Pujol mismo. Ahí está la diferencia con Carod. ¿Es el PP el problema en el Gobierno catalán, un problema que podría subsanarse si Pujol volviera al buen camino y pactara con los patriotas de verdad? Señorías, el PP es un problema serio, desde mi perspectiva progresista, pero en Cataluña el problema es Convergència. Desnudo de retórica patriótica, que es como hay que dejar al rey para verle las vergüenzas, no se justifica en ningún caso el balón de oxígeno que significa el paternalismo de Carod respecto a CiU. Pujol es Llagostera y las muchas Llagosteras que han plagado los 20 años y más, hasta el punto de que es ello lo que está agujereando Cataluña y la está sangrando. No ver eso y mantener una complicidad de permanente coitus interruptus -'vivo sin vivir en mí, amado presidente'-, como si Pujol fuera la defensa de Cataluña, es en el mejor de los casos un error de bulto. El pujolismo de izquierdas peca de dos perversiones notorias: para nada conseguirá heredar el pujolismo, y encima no es de izquierdas.

Pilar Rahola es periodista y escritora. pilarrahola@hotmail.com

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