España, en la lucha contra el terrorismo islámico
A partir de los terribles sucesos del 11 de septiembre, el Gobierno español se ha alineado, de forma casi incondicional, con los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo islámico. Si algo sabemos los españoles de terrorismo es de su ominosa duración cuando cuenta con apoyos dentro de las sociedades en las que nace, aunque sean minoritarios, y aún más si este apoyo se potencia con la tolerancia o la ayuda de Gobiernos de otros países. No se equivocaba el presidente Bush cuando anunció a sus compatriotas que la lucha iba a durar años, que habría batallas ganadas y batallas perdidas, y que habría que pagar con bajas, es decir, muertes propias, la victoria final. Tampoco se equivocaba cuando dijo que esta lucha no tendría los caracteres de una guerra convencional; que habría operaciones bélicas puntuales, pero tan importante como ellas sería el esfuerzo diplomático, el tejido de alianzas, las acciones económicas y financieras. Y tampoco lo estará si advierte a su pueblo, unido en estos momentos en torno suyo como no lo había estado en los últimos tiempos, del aguante y coraje que va a necesitar para aguantar los golpes que quizás le esperan en su propia carne.
Por lo tanto, nos toca prepararnos a los españoles para algo que ya conocemos, para una lucha larga, quizás de decenios, contra 'un enemigo sin cara', que intentará descargar golpes tan terribles como los del 11 de septiembre y si puede más. Y debemos saber que sus acciones irán preferentemente contra los Estados Unidos, pero también contra sus aliados.
A mi juicio, en esta lucha larga y compleja están en primer término las medidas de seguridad. Entre ellas son urgentes las que fortalezcan la potencia y eficacia de nuestros servicios de información, gravemente afectados por la inoportuna y malhadada crisis del Cesid; incluyo también entre ellos los servicios de información de la Guardia Civil y de la Policía, a los que habrá que potenciar aún más. En este tipo de lucha la información es básica, la que proporcionan medios técnicos (¡satélites europeos!) y la humana, la de los agentes que operan in situ.
Pero, además, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y las Fuerzas Armadas tienen que estar dotados de los medios necesarios para establecer una vigilancia y una capacidad de disuasión adecuadas, tanto terrestre como aérea, en el territorio peninsular e insular, y que cubra los centros de producción y transportes clave para nuestra economía o por su peligrosidad (aeropuertos, grandes presas, centrales eléctricas, nucleares o no, refinerías...), centros básicos del Estado o del Gobierno, y con ellos los básicos de nuestra vida social, económica y financiera. Creo que esto puede llevar consigo un aumento de personal en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y de los medios que necesitan para cumplir con su misión.
Habrá que dotar de personal y medios a las Fuerzas Armadas para este tipo de amenaza. Pienso, por ejemplo, que tenemos que incrementar, en nuestro Ejército del Aire, el número de aviones de combate, que me parece, hoy por hoy, insuficiente; como habrá que incrementar en el Ejército de Tierra, entre otros sistemas de armas, los medios de defensa antiaéreos de punto y móviles. Sin olvidar que nuestra Armada tendrá que incrementar, en la medida necesaria, sus misiones de vigilancia, en un tiempo como éste de paz amenazada.
Ahora bien, tan importante como reforzar nuestras medidas de seguridad y defensa son las medidas diplomáticas. Ahora como nunca es preciso reforzar el entramado de relaciones económicas, políticas y culturales con los países islámicos del Magreb, del norte de África y con todos, digo todos, los países del Oriente Próximo que no apoyen el terrorismo. Como debemos dentro de la Unión Europea, ahora que ocuparemos la presidencia del Consejo, y luego también, seguir haciendo todo lo que podamos para conseguir la paz entre Israel y los palestinos. Si se consiguiera esa paz, los halcones de unos y otros y las organizaciones terroristas de múltiples lugares acabarían perdiendo la razón de su existencia.
Y a largo plazo España, que durante una parte larga de su historia (hasta la tremenda decisión de los Reyes Católicos expulsando a los judíos y la de Felipe III expulsando a los moriscos) fue lugar de convivencia de judíos, musulmanes y cristianos, puede servir otra vez de puente entre Europa y el mundo occidental, el Islam e Israel, para el conocimiento y comprensión de las tres culturas, de manera más profunda y firme si cabe que lo fue en tiempos de Alfonso X el Sabio.
Porque en esta larga lucha que los Estados Unidos ha empezado, y con é1 sus aliados, la mejor defensa de los derechos y libertades de nuestras democracias pasa por no demonizar al Islam (¡qué disparate!), no olvidar todo lo que la cultura occidental le debe y, por duras que sean las pruebas que pasemos, no abandonar nunca los principios de solidaridad con los países más pobres que nosotros (¿cuándo llegaremos a ese 0,7 de nuestro PIB en esa ayuda?), luchar siempre contra el racismo, la xenofobia y el fanatismo, y convertir en bandera la tolerancia; sólo así tendrán pleno sentido los Derechos Fundamentales de nuestra civilización democrática.
Alberto Oliart, fue ministro de Defensa desde el 26 de febrero de 1981 hasta diciembre de 1982.
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