Al concejal de Educación de Pozuelo

Querido Papá Noé:

Tengo 46 años, y este año también me he portado bien. He pagado mis impuestos, he votado, no he aparcado en doble fila, he ido todos los días a trabajar y no he contestado mal a mi madre. Sólo he dicho alguna palabrota, aunque creo tener justificación. Verás, fue cuando me enteré, el mismo día en que mi hija Jerusalem tenía que incorporarse al instituto, de que éste no estaba acabado y me comunicaron que no sabían cuándo podía incorporarse a clase.

Luego volví a hablar mal porque nadie, ni tú que lo puedes todo con tu saco mágico, me daba explicaciones. Aun hoy, debo reconocerlo, sigo diciéndolas, porque aguantar a una cría de 12 años en la edad del pavo todo el día y buscarle ocupación y distracción no es nada fácil. Al responsable de este desaguisado le daba yo de castigo el aguantar a dos como ella hasta que empezaran las clases.

Y creo que las voy a seguir diciendo, porque he leído la información que en los medios de comunicación se ha publicado (EL PAÍS-Madrid, página 6, 26 de septiembre de 2001), y en ella se queja hasta la directora del centro respecto al mobiliario de las aulas. ¡Coño! Huy, perdón, ¡si ni siquiera está al tanto del problema el director de área de la Consejería de Educación Madrid Oeste!

Bueno, pasando a lo que nos importa, que me he enrollado un poquito con temas sin importancia; total, la educación de mi hija no es importante. Quiero que me traigas este año, si puede ser, un sitio adecuado para que Jerusalem reciba sus clases, algo sencillo, tampoco pretendo lujos. Eso para mí. Y para todas las personas de bien, un poquito más de respeto a los demás mortales, que también nos lo merecemos. Y, si es posible, hacerles ver que con la educación de nuestros hijos no se juega; para eso están los plenos de los ayuntamientos.