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Reportaje:

Del cuscús a las Torres Gemelas

Estrenada una obra que fantaseaba con un ataque árabe mucho antes del atentado de Nueva York

Hay diferentes casualidades que pueden cambiar el destino de una obra de teatro. Por ejemplo, que un autor popular fallezca cuando se estrena uno de sus montajes o que la realidad coincida con el argumento de una pieza escrita mucho tiempo antes. Esto último le ha ocurrido a Cous-cous y churros, de Alfredo Sanzol y Juan Antonio Lumbreras, que subirá al escenario de la sala Cuarta Pared el martes próximo (a las 21.00). 'Es un espectáculo cuyo parecido con el ataque terrorista a Estados Unidos [ocurrido el 11 de septiembre] quizás no sea pura casualidad. ¿Qué es realidad y qué es ficción? Sigue el desconcierto', dicen, enigmáticos, los programadores.

El director del montaje y coautor del texto, Alfredo Sanzol, encuentra un punto 'profético' en la cuestión. 'Partimos del problema de la inmigración localizado en España, pero siempre estaba presente el conflicto entre Oriente y Occidente; nosotros contamos la historia de Reduan, un inmigrante marroquí que consigue los papeles justo cuando se anuncia una falsa invasión árabe', comenta.

'Todo esto no es una casualidad, cuando escribes de algo es porque hay una sensibilidad social'

Reduan malvive trapicheando con hachís y fregando suelos en un gimnasio hasta que, 'después de mucho tiempo', su patrona le ofrece un contrato. 'Reduan inicia su epopeya particular en busca del permiso de trabajo y de residencia, unas aventuras para conseguir los papeles que corren paralelas al clima de violencia irrespirable que se extiende por toda la geografía ibérica', como explican en la sinopsis los componentes de Producciones del Callao, la compañía que ha puesto en pie Cous-cous y churros.

El vergonzoso enfrentamiento real entre inmigrantes y lugareños de El Ejido aparece en la pieza teatral de Sanzol y Lumbreras, pero agigantado: 'Los incidentes se están produciendo en 200 pueblos de España al mismo tiempo'. Entonces, 'a la presidenta del Gobierno y a su inseparable mariscal de campo' no se les ocurre otra fórmula para 'atajar el problema por lo sano' que ordenar 'una deportación masiva'. 'Y para paliar las críticas de la opinión pública crean una cortina de humo: la invasión ficticia de la Liga de los Países Árabes'. Con esto, la vida se le termina de truncar a Reduan, que 'el mismo día en que consigue los papeles los árabes invaden España y la presidenta inicia la deportación'.

Cuando estos mimbres, mitad reales y mitad ficticios, estaban trenzados en Cous-cous y churros va la realidad, en forma de aviones y terroristas suicidas, y hace pedazos las Torres Gemelas de Nueva York. Sanzol se quedó perplejo: 'No me lo podía creer. Esa noche no dormí. Yo me hago la fantasía de que un personaje fantasea con que los árabes van a invadir Occidente, y entonces esa doble fantasía se hace realidad y te quedas traumatizado'. 'Pensé que no iba a poder estrenar la obra', continúa, 'porque hay fragmentos que hablan de aviones carbonizados, de víctimas entre los hierros; mi primera reacción fue pensar en que la gente iba a decir que lo habíamos escrito después del 11 de septiembre'. 'Opté por seguir, porque creo que todo esto no es una casualidad; cuando escribes de algo es porque hay una sensibilidad social sobre ese asunto y tú te haces eco', justifica.

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No en vano, el dramaturgo explica que siempre 'mira alrededor' a la hora de buscar la inspiración para escribir. 'En los últimos meses del año pasado y este verano se disparó la oleada de pateras, estaba la banda del pegamento de Lavapiés y, además, empezó a fastidiarse el pacto de alto el fuego entre israelíes y palestinos; por todo eso decidimos escribir una historia como ésta'.

'A través de la historia de Reduan [el protagonista] hemos querido hacer un análisis del problema de la inmigración magrebí, poniéndonos en el lugar de todos los personajes, alejándonos en lo posible de paternalismos y sarcasmos', apunta Sanzol. Ni se han armado de solemnidad y ni han buscado culpables, sino que han echado mano 'del humor que surge de las situaciones absurdas'. La escenografía, 'hecha con inflables de playa', aporta un contrapunto revelador: 'La playa es un sitio lúdico para nosotros, y para ellos es el sitio donde llegan, en muchos casos muertos'.

La compañía, en general, y el director, en particular, aguardan expectantes la reacción del público a la coincidencia entre la ficción y una realidad tan terrible como la de los miles de muertos del World Trade Center neoyorquino. 'Tengo mucha curiosidad, pero no sé qué ocurrirá', confiesa el director del montaje. Si ha de fiarse de la opinión de 'algunos amigos muy críticos' que asistieron al ensayo general, le espera un porvenir exitoso. 'Quedé contento porque les gustó. Vieron que no es una obra maniquea, que no se va a un lado ni a otro, que deja ver que cada uno actúa de una manera porque tiene sus razones', manifiesta.

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