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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La resistencia de lo íntimo

La poeta canadiense francófona Hélène Dorion, una de las más destacadas de su generación, ha seleccionado una amplia antología de su propia obra. En esos poemas nos acerca a delicadas facetas de lo íntimo a través de los caminos de la memoria.

La poesía en lengua francesa tiene en la canadiense Hélène Dorion (Québec, 1958) una de sus más productivas y sólidas representantes. Su actitud es casi épica, una decidida forma de resistencia: por un lado, reivindicando el francés en un territorio donde el inglés es cada vez más hegemónico; y por otro, entendiendo la poesía como manifestación consciente del mundo, como expresión profunda de la experiencia humana más allá del absurdo de lo cotidiano. Arcilla y aliento es una amplia y completa antología que, seleccionada y organizada por la propia autora, muestra el rigor y la sensibilidad de una obra construida bajo la belleza sincera, punzante y emocionada de imágenes muy características.

Lo íntimo se manifiesta de modo distinto y novedoso gracias a un refinamiento poético que raya en el silencio. El poema es un espejo que refleja tanto al yo, las necesidades y carencias del ser, como las potencialidades de la memoria, del vacío y la muerte. La materialidad del propio texto crea su corteza, una fina película que media entre su fuerza interior y las presiones externas. Pantalla a la vez oscura y transparente, es en el poema donde 'la fractura reemplaza / la mirada', y donde la palabra se carga de resplandores. Los poemas dibujan paisajes y espacios que circunscriben la vida, y donde las palabras y las imágenes, por encima de la gramática y la retórica, se hacen casi biológicas y físicas, amorosamente intimistas y sensoriales. El mundo se describe por aproximaciones derivadas de sensaciones, impresiones y contemplaciones de las que surge el conocimiento. Más allá de sus quiebras y diversidades, el universo se concibe único, pues 'he sabido que / el revés y el derecho son / lo mismo'.

Si sus primeros libros buscan una voz segura en su formalismo, es a partir de Los estados del relieve (1991) y La salida, la resonancia del desorden (1993) cuando van más lejos en su capacidad de depuración y despojamiento, haciéndose más elusivos y elípticos, más selectivos y referenciales en su vocabulario, apasionadamente filosóficos. Su solemne gravedad y su ritmo pausado hacen que las imágenes y las palabras resuenen en el tejido de la voz de donde han surgido, tal y como percibimos en su último libro, Retratos de mares (2000), de una profundidad casi obstinada en su afirmativa, humilde y esperanzada reflexividad. Una poesía que no deja de preguntarse por la naturaleza sensible del instante y de la realidad, que explora la densidad de la existencia desde un yo sobre el que recae el peso del mundo. La traducción muestra decididamente la emoción y la lúcida fragilidad, aunque se eche de menos una edición bilingüe, de la verdad encarnada de unos versos 'donde germina como el grano y funda / toda minúscula, la vida'.

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