Desbandada de escritores
El filántropo y editor, el homo universalis de otros tiempos que aspiraba sólo a difundir las buenas letras y la cultura, ya no existe. Las editoriales de hoy han crecido deshumanizándose hasta convertirse en corredores que igual venden un libro que un seguro de vida. La producción es lo que cuenta. Al menos éste es el argumento que esgrimieron una docena de importantes autores holandeses para abandonar la firma más emblemática de Holanda y marcharse detrás de una de las empleadas que decidió abrir una pequeña editora. Provocando un terremoto en el mundo cultural del país, escritores de la talla de Marcel Möring o Adriaan van Dis (al español están traducidas Amor ambiguo y Las dunas de Indonesia) no tuvieron ningún empacho en abandonar Meulenhoff, la editorial que un día les descubrió, para lanzarse a los brazos de una recién nacida. Y tan sólo un día después, cuando el círculo literario holandés todavía no se había recuperado del susto, otra mujer, directora de otra de las grandes editoriales, anunció que también se iba y abría su propia casa. Con ella se llevó a otros grandes nombres nacionales y al portugués António Lobo Antunes, al israelí David Grossman Grass y al surafricano J. Coetzee. Las promesas de atención personalizada y más interés por su persona, su obra y la edición de sus libros son, para un escritor, ofertas muy atractivas.
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