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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Efusión del color

En el curso de las dos últimas décadas, el trabajo de Rosa Brun (Madrid, 1955) ha indagado un umbral de sutiles deslizamientos y contaminaciones fronterizas entre los territorios de resonancia específica de lo pictórico y lo escultórico. La recurrente afirmación objetual, de un lado, la referencia al plano del muro, la frontalidad o la valoración sensible de los planos en las piezas tridimensionales más exentas, del otro, le han servido como recursos básicos de ese sofisticado y ambivalente trasvase territorial. Un juego que la artista edifica desde la apelación constante a una sintaxis de recursos elementales, deudora, en sus componentes y maneras básicas, de la estirpe extensa del minimalismo.

ROSA BRUN

Pintura. Galería Oliva Arauna Claudio Coello, 19. Madrid Hasta el 20 de octubre

Sin embargo, bien lejos de

la asepsia común a otros trabajos que parten de coordenadas análogas o de la bronca aspereza que cabría inferir de la inmediatez con que ella misma ha planteado, en ocasiones, el empleo de materiales como la plancha de hierro, la obra de Rosa Brun se caracteriza por una delicada y melancólica resonancia emotiva que distingue su apuesta de las estrategias de distanciamiento asociadas al dominio que las 'auras frías' han mantenido en el arte finisecular.

Aún sin abolir por entero el polo dialéctico de la apelación a su naturaleza objetual, el énfasis manifiesto otorgado por la artista a la efusividad sensual del color en las piezas recientes que conforman su actual muestra madrileña, parecen decantar la balanza hacia registro más explícitamente pictórico en el cual, por añadidura, parece asimismo aflorar la pulsión emotiva que identificábamos en su apuesta. Son piezas que se inscriben en la estela de la fecunda senda abierta, en la tradición contemporánea, por la pintura de campos de color y las propuestas monocromas, y, dentro de ella, su aliento parece más afín a aquella deriva que nutre una de las cadencias de ambición más inequívocamente trascendente en el legado histórico de la modernidad.

Rosa Brun plantea estas piezas a partir del campo de resonancia generado por la tensión entre dos o más módulos contiguos, de formato equivalente, y donde la polaridad energética se genera en base, sea al color dispar adjudicado a cada uno de ellos, sea a la diferente gradación tonal de un mismo color compartido. Desde esas claves básicas, la artista fuerza ocasionalmente alguna otra vuelta adicional de tuerca, desde las que remite a nuevas aristas de aquella sugerente ambivalencia que definíamos como eje vertebral de su poética y cuyo anhelo esencial no es precisamente la delineación minuciosa de los límites, sino, por el contrario, la revelación de toda frontera como un confín insondable.

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