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Crítica:ESTRENO | 'La ciénaga'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Oscuro brote de talento

Esta película de extraña y vigorosa secuencia les estalló en los ojos a quienes, sin estar prevenidos, descubrieron su explosiva energía hace unos meses en el Festival de Berlín, donde obtuvo el premio a la mejor ópera prima, pero que debía haberse llevado un galardón menos paternal y de mayor consistencia, porque, aunque La ciénaga es efectivamente la primera película de ficción hecha por su escritora y directora, la argentina Lucrecia Martel, lleva en realidad dentro cine completamente adulto, hecho con el sello de los verdaderos ejercicios de plenitud.

Es La ciénaga partida de nacimiento de un estilo introspectivo y lírico maduro y nada maniqueo, lleno de la riqueza de las ondulaciones y los matices. Posee el recorrido dramático de este inteligente filme -al mismo tiempo que es duro, violento, brusco y oscuro- una diáfana herencia de humor tragicómico, capaz de captura del absurdo en carne viva. Hay en su discurso una muy acusada singularidad, la sensación de que Lucrecia Martel es dueña de una mirada propia distinta a cualquier otra. Y esto se percibe en el hecho de que es capaz de urdir un intenso, denso e intrincado entramado secuencial que, casi sin sucesos, sin apenas agarraderas en los saledizos de una trama argumental, deja entrar a la mirada de Lucrecia Martel en la desolada interioridad de una familia de la burguesía rural argentina, cuyo ámbito de supervivencia fluye a la deriva y nos propone, sin forzamiento ni sensación de esfuerzo, nada menos que una estructura trágica en toda la regla.

LA CIÉNAGA

Dirección y guión: Lucrecia Martel. Intérpretes: Graciela Borges, Mercedes Morán, Martín Adjeiman, Leonora Balcarce, Diego Baenas, Silvia Bayel, Sofía Bertolotto. Género: drama. Argentina-España, 2001.

Más información
Lucrecia Martel bucea en la familia argentina en 'La ciénaga'

Es la que flota en las imágenes de La ciénaga gente atrapada en una atmósfera opresiva dibujada con trazos de alta precisión, y envuelta en un aire viciado y en en una especie de movimiento circular sin salida, un cerco ambiental sin escapatoria, que fluye en el deslizamiento de un tiempo estancado, una ciénaga histórica. Y la capacidad de las turbadoras imágenes de este filme para abrir en canal y desvelar el subsuelo moral de algunas esquinas de la vida reciente en Argentina, la convierten en una obra quizá no confortable, pero completamente viva. Las imágenes compuestas por Martel atraviesan la piel de las evidencias que filma y hurgan bajo sí mismas, lo que las otorga valor de indagación y gravedad de documento. Y el filme adquiere, a medida que se adentra en sí mismo, la calidad de lo necesario.

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