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Tribuna
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Estado de derecho, inmigración y 'terrorismo islámico'

El ataque terrorista contra EE UU del 11 de septiembre ha concienciado al mundo de que la lucha contra el terrorismo es el objetivo prioritario en este nuevo siglo, aunque terrorismos en absoluto han faltado durante todo el siglo pasado. Pero por lo trascendental y complicado de esta empresa, la racionalidad, la legalidad internacional, el control jurídico y la comprobación fidedigna de culpabilidad deben regirla.

Digo esto por varias razones. Porque la abstracción de terrorismo 'islámico' permite hacer muchas peligrosas generalizaciones de consecuencias humanas graves, porque existen muchos riesgos de que se asuman medidas excepcionales que pueden atentar contra principios y derechos que nos ha costado mucho trabajo conseguir, y porque existen muchos Estados en el mundo musulmán y fuera de él que, además de violar los derechos humanos, hacen una interpretación muy interesada del terrorismo, pero que, siendo aliados de Occidente, han sido invitados a formar parte de la 'cruzada' contra el terrorismo.

En España, la población inmigrante marroquí o argelina no es un potencial nido de terroristas agazapados a la espera de vengarse del 'impío' Occidente

Muchos de esos Gobiernos socios de Europa y EE UU expresan un total desprecio por aplicar el Estado de derecho en sus sociedades o en los territorios que ocupan, como es el caso de Israel con los palestinos. ¿Cómo se va a cooperar con ellos en la lucha antiterrorista? ¿Con qué fiabilidad se va a contar con su interpretación de lo que es terrorismo y terroristas? ¿No se corre el riesgo de generar más injusticia, rencor y desamparo en las poblaciones de esos países? ¿Con qué legitimidad vamos a presentarles a esas sociedades castigadas esta carrera contra el terrorismo para que se unan a ella, si no es contribuyendo a dignificar sus existencias y mostrando que el Estado de derecho es para todos?

Y es que el terrorismo en boca de muchos de esos regímenes ha sido sobre todo un pretexto para reprimir con jurisdicciones arbitrarias y de excepción a sociedades civiles, ante la complacencia de sus aliados europeos y americanos. E incluso han presionado para que los exiliados en países europeos fuesen extraditados.

La Convención Árabe contra el terrorismo, que entró en vigor en 1999, es un buen ejemplo de todo esto, y ha sido denunciada por todas las organizaciones de derechos humanos, pero no así por los Gobiernos occidentales que por el contrario se han vuelto cada vez más sensibles a cambiar las leyes de asilo para dar cierta satisfacción a sus aliados del sur. Y ya veremos en ese sentido qué deparan finalmente dichas leyes.

En una frase: lucha contra el terrorismo, sí, pero contra el verdadero terrorismo. Y no caer en un magma en que se incluya a muchos inocentes, o convertirlo en una cruzada cargada de prepotencia civilizacional que, sin embargo, desprecia el derecho de esos pueblos a perseguir igualmente a los terroristas con el poder y la legitimidad del Estado de derecho. ¿Está esto en el pensamiento de nuestros Gobiernos occidentales que quieren liderar la 'guerra contra el terrorismo'? ¿O piensan seguir haciendo del Estado de derecho y la democracia su paraíso sin preocuparse por extenderlos a otros continentes?

Desde luego, la 'guerra contra el terrorismo' tiene que ser para construir un mundo más seguro y mejor para todos, y digo todos, occidentales y no occidentales. Enrocarse en represalias que entrañan graves riesgos para poblaciones civiles, o en métodos de guerra sucia que ponen en peligro las libertades y los derechos individuales, a la vez que se permite e incluso protege, como se ha hecho hasta ahora, la podredumbre de dictaduras, represiones y arbitrariedades que existen en el mundo musulmán (y fuera de él) nos traerá más miseria humana, más odio, más confrontación, más racismo y menos legitimidad para encarnar 'el bien frente al mal'; o para lanzar campañas de 'justicia infinita'; o para ser los 'defensores de la civilización', como tan arrogante, y hasta ahora bastante inmerecidamente, se ha autoproclamado la representación política occidental.

Por otro lado, en estos últimos días se está produciendo también toda una serie intensiva de informaciones en torno a supuestas redes terroristas en el seno de las comunidades musulmanas que residen en Europa, así como espectaculares descubrimientos sobre supuestos atentados fallidos contra el Palacio Real en Madrid, la sede de la OTAN en Bruselas, etcétera, que más promueven la paranoia entre nuestras sociedades que dan pruebas fehacientes de todo ello (después de tanta propaganda antimusulmana acumulada desde la guerra del Golfo y la teoría del choque de civilizaciones, la sola existencia de una noticia con culpabilidad de denominación 'islámica' la convierte en auténtica, olvidando con frecuencia que hay que demostrarlo con pruebas y de eso falta todavía mucho en las investigaciones que se están haciendo). Pero sobre todo me pregunto yo, como me imagino que todas esas personas que siguen teniendo el buen gusto de pensar y dudar: ¿todo eso se ha podido descubrir en dos semanas?, ¿qué han estado haciendo entonces los servicios de información y policiales en los últimos años?, ¿o es que ahora se opta por dar por seguro lo que antes eran probabilidades sin constatación firme?, ¿o es que ahora se opta por recurrir a una publicidad oportunista sobre lo que antes se llevaba a cabo con discreción para facilitar la eficacia y no desatar el pánico o la demonización de las comunidades árabes y musulmanas en Europa? En cualquiera de esas posibilidades, el caso es que en la actualidad prevalece un irresponsable tótum revolútum en el tratamiento de la información y en la búsqueda desesperada de los Gobiernos europeos por mostrar que hacen más que suya la lucha contra el terrorismo 'islámico'.

Que existan personas residiendo en Europa conectadas con grupos extremistas (y no sólo pertenecientes al 'terrorismo islámico') es más que probable, pero de ahí a esa voluntad reciente de dar una inmediata dimensión mediática a las investigaciones y actuaciones policiales, o a sobredimensionar su existencia como si estuviésemos rodeados de potenciales terroristas, hay un gran trecho: el de una 'puesta en escena' que sólo contribuye a que la procedencia árabe o musulmana de las muchas personas que residen en los países europeos se convierta en un estigma que les convierte en sospechosos, cuando lo que son es una mayoría inmigrante pacífica y necesitada de integración.

En España, en contra de lo que se ha podido entender a través de algunas crónicas o declaraciones recientes, la población inmigrante marroquí y argelina no es un potencial nido de terroristas agazapados a la espera de vengarse del 'impío' Occidente; ni siquiera están relacionados, como también se ha dicho, con los sectores más conservadores y tradicionalistas de la comunidad oficial islámica de España vinculados a ciertas embajadas integristas, porque en su inmensa mayoría ni se sienten representados ni identificados con ellos (y esto sí que lo he podido constatar con un amplio trabajo de encuestas que hemos realizado recientemente al respecto), sino que son gentes que en su práctica totalidad se dedican a trabajar de sol a sol para tratar desesperadamente de mejorar sus difíciles existencias. Es más, valoran como nadie el Estado de derecho y las libertades de las que se han visto desposeídos con demasiada frecuencia.

Seamos serios, pues, investiguemos con discreción y verosimilitud a quienes pueden estar implicados en redes mafiosas o terroristas, pero no hagamos de todo información apresurada y cuidemos el lenguaje y la presentación de los acontecimientos, porque bastantes prejuicios existen ya contra los musulmanes en general y los inmigrantes magrebíes en nuestro país como para alimentarlos haciendo amalgamas innecesarias.

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