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De Pearl Harbor a las Torres Gemelas

La modificación a corto plazo de posiciones inversoras sin el asesoramiento adecuado en el contexto de unos sucesos como los recientes ataques terroristas en Nueva York y Washington conduce con frecuencia al no iniciado a tomar decisiones cuyas consecuencias pueden ser exactamente contrarias al objetivo inicial -explícito o implícito- de rentabilidad y riesgo del inversor.

Por ejemplo, no es raro encontrar casos de inversores que al calor de alguna crisis bursátil trasvasaron posiciones de Bolsa o fondos de acciones, asumiendo importantes pérdidas, hacia bonos y activos más líquidos, para volver a comprar -a precios superiores- esas mismas posiciones inversoras anteriores en renta variable a los pocos meses o años, según la evolución más o menos positiva de los mercados.

Una corriente de opinión defiende que ante la mayor inestabilidad norteamericana se canalizarían más capitales hacia Europa
Otros piensan que EE UU y el dólar continuarán siendo la región y moneda refugio ante los riesgos mundiales

La cuestión es aún más problemática en el medio y largo plazo, donde es fácil encontrar una multitud de opiniones contrarias o complementarias, todas ellas fundamentadas en mayor o menor medida. Hoy tenemos un ejemplo de este caso en la predicción de la dirección de los flujos de capitales a medio y largo plazo a raíz de los sucesos estadounidenses, donde parecen tomar forma dos grandes corrientes de opinión.

La primera de ellas señalaría que, ante la mayor inestabilidad americana percibida por 'los mercados', se canalizaría una cantidad creciente de capital hacia Europa como refugio o lugar 'seguro', al menos en comparación con EE UU. Los partidarios de esta corriente de opinión exhiben como evidencia la reciente revalorización del euro frente al dólar y las modestas expectativas de crecimiento de la economía americana en relación con la europea.Una segunda corriente apunta a que EE UU y el dólar continuarían siendo la región y la moneda refugio ante la mayor inestabilidad mundial causada por los recientes ataques terroristas gracias al apoyo decidido de las autoridades, agentes del mercado y población para que, al menos durante los primeros días, los mercados estadounidenses no se derritan. Además se señala como factor de riesgo añadido en Europa la dependencia de una parte no desdeñable de la economía europea del crecimiento americano.

Es curioso resaltar la ausencia de Japón en cuanto a las alternativas a considerar en la situación actual, aun teniendo en cuenta que su economía está acometiendo un profundo proceso de reformas estructurales y que sus mercados se encuentran en los niveles más bajos de los últimos 17 años.

Entendemos que para valorar en su justa medida estas dos corrientes de opinión es necesario ponerlas en el contexto del hecho de la globalización. Nos guste o no, lo ocurrido en Estados Unidos afecta crecientemente a Europa, y viceversa, y no sólo a nivel macroeconómico, sino también a nivel microeconómico. Cada vez es más frecuente encontrar compañías de todos los tamaños en multitud de sectores donde fuentes de negocio relevantes están lejos del país o región en el que están originalmente domiciliadas.

Adicionalmente, vale la pena dar un paso atrás para analizar los efectos en los mercados de valores estadounidenses tras situaciones de crisis como la de estos últimos días, como son el bombardeo de Pearl Harbor (diciembre de 1941), el asesinato del presidente Kennedy (noviembre de 1963), la guerra del Golfo (enero de 1991), el primer atentado de las Torres Gemelas (febrero de 1993) y el atentado de Oklahoma (abril de 1995).

El estudio del impacto de los sucesos mencionados en la rentabilidad del índice de acciones estadounidenses Standard Poors 500 para distintos periodos que abarcan desde un día hasta cinco años es revelador. A los doce meses, en todos los casos se refleja una evolución positiva del índice, observación que se mantiene incluso hasta sólo una semana después del suceso en todos los eventos, excepto en el bombardeo a Pearl Harbor, que ofreció pérdidas por debajo del 3%. Las cifras de rentabilidad media anual cinco años después de cada suceso son aún más positivas, abarcando desde el +10,5% después del asesinato de Kennedy hasta el +36,5% de la guerra del Golfo.

Para evitar posibles reacciones de excesivo optimismo a la vista de las cifras anteriores conviene interpretarlas en el contexto adecuado, ya que si bien la historia no garantiza la obtención de rentabilidades pasadas, sí nos puede aportar alguna pista sobre lo razonablemente esperable en el futuro.

Más allá de indicar que un alto porcentaje de expertos augura una recuperación más sólida del crecimiento de la economía americana -cuando ésta se produzca- y del impacto negativo de los recientes sucesos en sectores como turismo, transporte aéreo, hotelero y seguros, la única recomendación pertinente es la de basar la toma de decisiones financieras en datos objetivos más que en emociones, intuiciones o expectativas poco razonadas.

Desde mi experiencia, la mejor protección ante todo tipo de crisis y avatares de los mercados es la de invertir guiado por un asesor profesional e independiente, con un horizonte de medio-largo plazo, diversificando por sectores, regiones, países, monedas y clases de activos (acciones, bonos y liquidez) y seleccionando alternativas concretas de inversión después de analizarlas en detalle.

El que algunos sectores hayan sido castigados por los mercados no significa que todas las entidades que los forman sean poco interesantes desde el punto de vista inversor, por lo que es particularmente importante acceder a las capacidades y medios suficientes para acometer el análisis especializado que permita identificar las oportunidades verdaderamente rentables entre los pesimismos u optimismos excesivos.

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