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Columna
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Temporal

Oír llover me despertó, no sé qué hora sería, y no podía volver a dormirme. El insomnio produce pensamientos profundos: los menos pesados se olvidan a la mañana siguiente, pero algunos se quedan todo el día, incluso se convierten en obsesiones como las larvas se convierten en mariposas ocres, polvorientas, hinchadas y velludas, de esas que mueven las alas pero no vuelan porque están demasiado gordas. Mi insomnio fue un insomnio pacífico: de ideas humildes, concretas. La sensatez es humilde y concreta. ¿Se mojará la ropa tendida? ¿No estará seca mañana? ¿Tengo camisas que ponerme? A estas tres cuestiones fundamentales se reducía mi sistema filosófico la noche del miércoles pasado. (¿O fue el martes?).

El nuevo día amaneció con truenos y con la ropa tendida chorreando. Las líneas telefónicas estaban mal: no podía llamar ni recibir llamadas. Imaginaba importantísimas llamadas que me estaban haciendo en aquel mismo instante, de las que dependería mi profesión y mi vida entera, y allí estaba yo sin ropa que ponerme y sin teléfono. Todo se arreglará con el paso del tiempo, pensaba yo, filosóficamente, y, como celebrando esta idea luminosa, hubo un trueno tremendo al mediodía. Parpadeó la lámpara. ¿Una bomba? Se habló mucho del trueno en Nerja, en la tienda de comestibles, en el puesto de periódicos. Decían:

-Yo creía que eran los americanos.

Y se reían de su propia ocurrencia. ¡Los americanos, que ya estaban aquí! Sólo era un trueno especialmente rudo, un trueno benéfico, en cierto modo, porque en el taller de reparación de televisores entraron ese día siete aparatos destruidos por las convulsiones de la red eléctrica. 'Mañana entrarán más', le oí al especialista. Así es la vida tranquila. Nos ha tranquilizado mucho la reacción del presidente Bush: el anuncio de una guerra larga y sucia. Yo pensaba que la proclamación de la guerra de alcance mundial perturbaría a la población, pero ha sucedido lo contrario: hablar de guerra larga y sucia calma la necesidad de respuesta de mucha gente que quiere aplastar cuanto antes al demonio asesino (si es Bin Laden el demonio, estudió en Harvard).

Quiero pensar que la realidad es otra, y que la convulsión verbal cubre la silenciosa investigación policiaca que va desentrañando la trama del crimen. Pero el son de la guerra es lo que más amplifican ciertos noticiarios que consideran que la profecía de una guerra mundial es un magnífico anestésico de masas. Aznar es especialmente belicoso, e incluso parece haberse echado en el pelo un tinte, una especie de reflejos, más rubio ahora, más igual a Bush en su delirio de liderazgo. Más Bush que Bush, no descarta mandar tropas españolas a la guerra, y, como los socialistas cuando el golfo Pérsico, ni consulta al Congreso. Yo creo que hace bien. Que informe, si acaso, de cómo va el asunto.

Porque ¿para qué engañar a los ciudadanos? Es hora de ponerse a las órdenes de EEUU. El Gobierno andaluz, sin embargo, debería informar inmediatamente al Parlamento de la situación de Morón y Rota, y sus repercusiones en Andalucía, una vez que el Gobierno de España ha autorizado su libre utilización. (Y no para de llover.)

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