Bush mantiene en el máximo secreto sus planes de represalia
El jefe del Pentágono reconoce la dificultad de una operación militar en Afganistán
George W. Bush ha decidido mantener en absoluto secreto sus planes de ataque contra Afganistán. Obsesionado por evitar filtraciones que pudieran 'poner en peligro a cualquiera que vista el uniforme', el presidente de Estados Unidos ha ordenado al Pentágono y al Departamento de Defensa que sólo un reducido grupo de altos mandos tenga acceso a las reuniones estratégicas que preparan una operación 'amplia y arrolladora'.
El presidente de Francia, Jacques Chirac, que cenaba anoche con Bush, será el primer dirigente europeo en conocer de primera mano las intenciones de la Casa Blanca. El apagón informativo es casi completo. El Pentágono ha troceado los planes para que nadie, salvo los responsables de la operación, disponga de la secuencia completa, y ha recibido instrucciones para limitar en lo posible la presencia de periodistas en el edificio. No se contempla, por el momento, la opción de que la prensa viaje a bordo de buques de guerra o acompañe un hipotético despliegue de tropas, cosa que sí se hizo (salvo en lo esencial, los combates terrestres) durante la guerra del Golfo.
La cadena CNN informó ayer, citando fuentes militares, de que las opciones barajadas por el Pentágono se dividen en 'duras' y 'suaves'. Las 'duras' implicarían bombardeos sobre países en cuyo territorio se refugiaran organizaciones terroristas; las 'suaves' consistirían en el uso de comandos especiales para capturar o matar dirigentes como Osama Bin Laden.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, reconoció ayer que acabar con Bin Laden por la vía de una improbable extradición por parte de los talibán o por la igualmente difícil vía de una operación militar no resolvería nada. 'Si Bin Laden no estuviera, su organización continuaría funcionando', dijo. Rumsfeld se declaró igualmente consciente de las limitaciones de la primera potencia militar frente a un país tan pobre como Afganistán. 'Sabemos que carecen de objetivos militares o económicos apreciables, y sabemos que grandes potencias (refiriéndose al Imperio Británico y a la URSS) se han agotado golpeando infructuosamente sobre territorio afgano', explicó.
Rumsfeld insistió en que la iniciativa en que se embarcaba EE UU con la intención de 'acabar con el terrorismo' era 'un nuevo tipo de conflicto, o batalla, o campaña, o guerra, o esfuerzo', para el que incluso la denominación era inconcreta. 'Por tanto, estamos moviéndonos de forma muy cautelosa y muy sistemática para acumular información', dijo. 'Estamos hablando', siguió, 'de una amplísima campaña para perseguir al terrorismo allá donde exista, y existe en muchos países del planeta. Una sola organización, Al Qaeda [la de Bin Laden], sobre la que se habla tanto, puede desarrollar actividades en 50 o 60 países, incluyendo Estados Unidos'. Cuando se le preguntó por qué el Gobierno no presentaba pruebas concluyentes sobre la implicación de Bin Laden y Al Qaeda en los atentados del 11 de septiembre, el secretario de Defensa replicó que carecía de sentido desvelar información confidencial.
El portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, subrayó por su parte que podía esperarse de EE UU una operación 'amplia y arrolladora'. La amplitud y la contundencia de la reacción estadounidense interesan mucho a Jacques Chirac, que se ha convertido en el primer jefe de Estado que acude a la Casa Blanca después de los atentados. Chirac instará a Bush a que conceda a la ONU un papel relevante en la lucha antiterrorista y a que evite que su 'operación arrolladora' aumente las simpatías hacia grupos como el de Bin Laden en los países musulmanes.
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