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Cheney: 'Puede que la CIA necesite algunos indeseables'

El vicepresidente justifica el debate urgente sobre el nuevo marco legal del espionaje

Estados Unidos puede lanzar un ataque militar contra Afganistán para acabar con Osama Bin Laden, pero legalmente no puede infiltrar un comando -o un solo agente- en su campamento para asesinarle cuerpo a cuerpo. Los miembros del Comité de Inteligencia del Senado se quejan de esa paradoja ética y legal y anuncian cambios seguros en el nivel de escrúpulos del espionaje estadounidense.

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El vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, reconoce que para ganar a quienes se encuentran en el 'lado oscuro' del terrorismo puede hacer falta meter en la nómina de la CIA 'a unos cuantos indeseables' que se encarguen del trabajo sucio. Ese nuevo escenario asusta a los defensores de los derechos civiles.

A la CIA se le permite contratar a sueldo en el extranjero a individuos de toda calaña, incluso aunque tengan un reconocido historial de desprecio a los derechos humanos; sin embargo, los agentes necesitan antes permiso expreso de la dirección de la agencia y han de demostrar que la persona contratada es capaz de proporcionar información valiosa. Lo que en ningún caso está permitido desde 1976 es que la CIA o su personal a sueldo promueva o se implique en operaciones para asesinar a personas en el extranjero.

El Capitolio y la cúpula del espionaje reclaman ahora que se levante esa prohibición para que los agentes en el extranjero no se anden con miramientos a la hora de matar. Se propone al mismo tiempo algo que ética y legalmente puede ser aún más problemático: el Departamento de Justicia quiere permiso para 'pinchar' teléfonos de 'sospechosos' (en una definición intencionadamente genérica del fiscal John Ashcroft) sin las incómodas trabas judiciales a las que ahora se enfrentan las agencias de información.

La posible reducción del listón moral de la inteligencia debe llevar la firma del presidente, George W. Bush, aunque su vicepresidente, Dick Cheney, parece anticipar un visto bueno inmediato: 'Si sólo trabajamos con agentes buenos, agentes oficiales, no vamos a saber nunca qué están haciendo los malos. Éste es un negocio sucio, peligroso, perverso; tenemos que movernos en ese escenario', dijo Cheney en la cadena televisiva NBC. 'Vamos a volver a analizar de qué manera trabajamos y con qué gente, pero puede que nos haga falta meter en nómina, en el lado oscuro, a algunos individuos muy indeseables', aseguró el vicepresidente.

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El senador Richard Shelby, vicepresidente del Comité de Inteligencia, se preguntaba: 'Si supiéramos que Osama Bin Laden está en la ciudad X, podemos bombardear y a todos nos parecerá bien. ¿Cuál es la diferencia entre eso y mandar allí un comando para asesinarlo?'.

El presidente de esa comisión, el republicano y siempre populista Bob Graham, repetía en los medios de comunicación: 'Si la cuestión es dar a los espías permiso para asesinar a algunas personas antes de que esas personas nos asesinen a nosotros, hay que hacerlo'.

Orden única

John Ashcroft quiere ir más allá y plantea una reclamación que asusta a quienes temen que la nueva política pueda erosionar las libertades individuales. Ashcroft dice que es 'simplemente incomprensible' que el FBI y la CIA tengan que pedir permisos judiciales para 'pinchar' cada número concreto de teléfono asociado a 'sospechosos'.

El fiscal general quiere una orden única que permita vigilar al individuo, es decir, que les permita pinchar tantos teléfonos como potencialmente pueda utilizar la persona investigada. Puede parecer racional en principio, pero semejante apertura le daría al FBI la potestad de pinchar teléfonos y escuchar conversaciones de manera casi aleatoria con la esperanza de que alguna de ellas contenga información de interés.

Nada demuestra que eso hubiera servido para evitar los atentados: el FBI ya buscaba a dos de los 19 terroristas semanas antes de los atentados. Además, según The Washington Post, la mayoría de ellos compraron los billetes de avión por Internet usando sus nombres auténticos y una misma tarjeta de crédito.

Ashcroft pidió ayer abiertamente todo un paquete de reformas legislativas antiterroristas, 'que necesitamos esta misma semana', insistió. Asegura que es más fácil actuar contra redes mafiosas o contra narcotraficantes que contra terroristas. Ashcroft se refirió expresamente a la necesidad de aligerar las leyes sobre pinchazos telefónicos y contó que algunos terroristas cambian de teléfono móvil cada poco tiempo para evitar ser identificados. Según Ashcroft, es 'incomprensible' que haya que pedir una orden judicial para cada línea que desean intervenir.

Según una encuesta de The New York Times y la CBS, el 65% de los estadounidenses quiere que sus agentes secretos tengan permiso para buscar y asesinar a las personas que promueven o comenten actos terroristas. En todo caso, analistas y expertos en libertades civiles lamentaban ayer que las medidas, si se aprueban, puedan 'poner en peligro principios democráticos sin proporcionar beneficios tangibles en la lucha contra el terrorismo', como editorializaba ayer el diario neoyorquino. Expertos en leyes, como David Cole en la Universidad de Georgetown, están convencidos de que 'el FBI tiene ya unos poderes tremendos' que no requieren ninguna ampliación.

Una agente revisa los objetos requisados a los pasajeros en el aeropuerto de Las Vegas.
Una agente revisa los objetos requisados a los pasajeros en el aeropuerto de Las Vegas.AP

Prohibido matar desde 1976

En los años setenta, con cierto descaro, la inteligencia de EE UU trataba de asesinar a Fidel Castro con planes variopintos y hasta estrambóticos. Era un tiempo en el que los espías estaban acostumbrados a recibir encargos sucios, y los acometían ajustados a lo que John LeCarré ya definía en sus novelas como 'asesinatos de calidad'. Después de varias chapuzas en Centroamérica y ante el riesgo de que los agentes se metieran en demasiadas guerras sucias, el presidente Gerald Ford firmó en 1976 la orden ejecutiva que prohíbe a los servicios de inteligencia no sólo cometer asesinatos en el extranjero sino incluso implicarse marginalmente en ellos. La prohibición hacía referencia sólo a los 'asesinatos políticos', pero Jimmy Carter y Ronald Reagan la expandieron a cualquier tipo de homicidio. Los presidentes posteriores no han retocado la normativa, que puede ser revocada sin intervención legislativa.

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