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EE UU despliega su maquinaria bélica para prevenir nuevos ataques

El adversario 'puede encontrarse en cualquier lugar', afirma el secretario de Defensa

Enric González

Estados Unidos ha entrado en guerra. Pero su despliegue bélico, por el momento, se desarrolla en el propio territorio estadounidense. La operación Noble Eagle (Águila Noble) se ha puesto en marcha de fronteras adentro, con el apoyo de los reservistas, para prevenir nuevos ataques. La otra guerra, la dirigida a 'acabar con el terrorismo', que puede extenderse potencialmente a cualquier punto del planeta, tardará bastante más en ponerse en marcha: se trata de una operación sin precedentes que debe combinar Ejército, diplomacia y espionaje en un trabajo a muy largo plazo.

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Los F-16 sobrevuelan Washington y Nueva York, tanto la Costa Este como la Costa Oeste son patrulladas por un portaaviones con escolta de destructores y submarinos, y en torno a la Casa Blanca permanecen apostados grupos de soldados vestidos de campaña y con rifles M-16. Los estadounidenses jamás habían visto tanta presencia militar en sus calles; habría que remontarse a la guerra civil, en el siglo XIX, que fue de todas formas algo completamente distinto y localizado en la porción sureste del actual territorio.

Los 35.000 reservistas cuya movilización ha sido ya puesta en marcha empezarán a cubrir sus puestos a lo largo de esta semana. Todos se dedicarán a la protección interna y serán desplegados en puertos, aeropuertos, servicios de urgencia y cuarteles de ingenieros. El objetivo es evitar una agresión parecida a la registrada el 11 de septiembre, o en el peor de los casos paliar sus consecuencias. Estados Unidos ha descubierto su desprotección frente a los ataques suicidas ('jamás habíamos pensado en la posibilidad de que los aviones comerciales pudieran convertirse en armas', reconoció el vicealmirante Craig Quigley, portavoz del Pentágono), y concentra sus esfuerzos más urgentes en cubrir al máximo ese flanco.

Secreto

La Guardia Costera dispone de autorización para abordar cualquier buque que navegue a menos de tres millas de la costa. Ese detalle se conoce porque los guardacostas siguen dependiendo del Departamento de Transporte, una autoridad civil. El resto forma parte del operativo militar y no existe información disponible. La operación Águila Noble es muy visible, pero su trabajo se desarrolla en total secreto.

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Las dos guerras, la interior y la exterior, están engarzadas por el miedo a los posibles enemigos ocultos en Estados Unidos. El término quinta columna resulta insuficiente para la actual situación: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, reconoce que no existen objetivos militares claros y que el adversario 'puede encontrarse en cualquier lugar'. El trabajo del Pentágono, la CIA, el FBI (que dirige la investigación sobre los atentados ya cometidos) y las policías locales se solapa con frecuencia.

La campaña en el extranjero se define poco a poco, por la vía de descartar posibilidades. Y en ninguna pizarra estratégica se dibuja, de momento, el escenario de 'tercera guerra mundial' que hacían temer algunas de las primeras declaraciones incendiarias de George W. Bush. El Estado Mayor insiste en que no descarta nada todavía y que el presidente dispone de toda la gama de opciones, pero a nadie se le escapa la dificultad, y las imprevisibles consecuencias diplomáticas, políticas y humanas de emprender guerras abiertas contra otros estados. Eso puede ocurrir con Afganistán si sigue protegiendo a Osama Bin Laden, y es más que probable que se lancen bombardeos contra territorio afgano. No se piensa, sin embargo, en invadir territorios ni en ocupar países.

Bush ha hablado de 'derribar Gobiernos' que apoyen a los movimientos terroristas, pero eso obliga a buscar Gobiernos alternativos con una cierta capacidad de resistencia, cosa que, a ojos del Departamento de Estado, no siempre resulta posible ni deseable. Incluso en el caso de Afganistán, donde la guerra civil ofrece la posibilidad de apoyar al bando antitalibán, se rehúye la perspectiva de una invasión. La reciente experiencia soviética resulta disuasoria, y el fracaso estadounidense en Somalia es otro recordatorio de que no todos los objetivos políticos están al alcance de un ejército poderoso, ni siquiera uno que lo es tanto como el de Estados Unidos. Panamá o Granada eran accesibles; Afganistán o Sudán lo son mucho menos.

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