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Las nuevas normas de aviación civil convierten a cada pasajero en sospechoso

Los pilotos deberán responder a un código especial si son interceptados por un avión militar

Luis Gómez

Juan Martínez de Miguel, director de Tránsito Aéreo, recibió el viernes en Madrid las últimas instrucciones de la Federal Aviation Administration (FAA). El piloto de un avión que viaje a EE UU debe tener en cuenta dos cosas a partir de ahora: ser 'exquisitos en los procedimientos de interceptación cuando se le acerque un avión militar' (se debe producir entonces un diálogo entre los aviones a través de una serie de maniobras) y 'mantener la escucha en frecuencias de emergencia con carácter permanente'. Las cosas han cambiado hasta ese punto en el espacio aéreo estadounidense.

Los pilotos españoles que vuelen a EE UU ya conocen estas instrucciones. Cuando se les acerque una aeronave de defensa, han de atender sus movimientos: si inclina el ala derecha, la izquierda, si sube o si baja, cada movimiento debe tener una respuesta inmediata. Es un código, no un ballet en el aire.

'Embarcar en un avión se convirtió en algo espeluznante', reconoció Steve Zent tras volar el jueves entre Las Vegas y Phoenix, dos días después de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001, la primera fecha en mayúsculas del siglo XXI. 'Iba observando a toda la gente a mi alrededor. Viajamos en silencio, cada uno absorto en sus pensamientos. No se escuchaba ninguna conversación a bordo. Solamente cuando aterrizamos, la gente comenzó a aplaudir'.

Pasará algún tiempo, nadie sabe cuánto, en que volar vuelva a ser como antes, como hace apenas una semana.

Sobre todo en Estados Unidos, donde descansa un tercio de la flota mundial de aviones comerciales, unos 6.000 aparatos. Dos millones de personas se desplazan diariamente por sus cielos. Volar forma parte del estilo de vida americano, prueba de ello son los 45.000 movimientos diarios que registran sus 460 aeropuertos, una cifra significativamente superior a la de toda Europa, con unos 25.000 movimientos. Desde el martes, cuando cuatro aviones comerciales fueron utilizados como poderosos misiles, una inimaginable realidad ha modificado la percepción de las cosas.

Tanto como para que Lewis Murphy, restaurador en un museo, esperase varias horas para poder alquilar un coche en Washington para desplazarse hasta Arizona. 'Supongo que tardaré dos días, quizás tres. Realmente, no te das cuenta de lo enorme que es América hasta que no tienes que ponerte al volante'. Sam Hemphill viajaba de vuelta a Jacksonville cuando su avión fue desviado a Phoenix. Junto a otros viajeros, juntaron 800 dólares para comprar un Cadillac de 1988 para ir a Nueva York. Miles de norteamericanos redescubrieron el transporte por vía terrestre. Pero no resultó fácil alquilar un coche, tomar un tren (la empresa Amtrak dotó de más unidades todos sus trenes y casi dobló sus ingresos respecto de un día normal) o siquiera alcanzar un autobús. Las colas en las gasolineras exigían mucha paciencia, las empresas de alquiler de coches llegaron al colapso. Hubo cambios inesperados en el paisaje viario: en restaurantes de carretera, habitualmente visitados por los camioneros, se agolpaban ejecutivos de chaqueta y corbata con sus móviles.

En Omaha, la Cruz Roja utilizó el salón de baile de un hotel para atender a 600 pasajeros: se les dio comida y hasta unos juegos de cartas para que entretuvieran la espera. Más de 40 vuelos procedentes de Europa fueron desviados hacia Nueva Escocia (Canadá), una visita inesperada para una comunidad de varios centenares de vecinos. Allí, la tripulación de un vuelo de Iberia descansó en el mismo avión, a falta de alojamiento. Unos 36.000 japoneses alargaron su estancia en Estados Unidos, Canadá y algunas islas del Pacífico.

Y, a todo esto, el miedo a volar y la obsesión por la seguridad. Miedos difíciles de racionalizar en estos momentos.

Stephen Rostchild, asesor financiero, lo reconoce: 'Ya no me siento seguro en un avión'. Marc Gervais, ejecutivo de una compañía finlandesa, acostumbrado a cruzar el Atlántico cada semana, se levantó el miércoles con una idea clara en la cabeza: no permitiría que su mujer volara a casa desde Chicago. De acuerdo con una encuesta de la Asociación de Viajes de Negocio entre 200 empresas, el 35% de los directivos reducirán sus viajes las próximas semanas.

Cualquier pasajero puede ser sospechoso; un cuchillo de plástico, un arma útil para el secuestro de un avión. 'Me lo miraron todo, hasta una lima de uñas', declaró la actriz Angelica Bridges. En Dallas, un pasajero no pudo tomar el avión hasta que la policía no le confiscó un sacacorchos y un termómetro.

Los controladores todavía no han superado la tensión del martes: reordenar el tráfico aéreo mientras escaneaban el cielo en sus radares a la búsqueda de nuevos aviones secuestrados. Los rumores y la ansiedad se hicieron patentes a lo largo del día, como cuando el aeropuerto de Anchorage, en Alaska, fue evacuado porque se difundió el rumor de que un avión coreano estaba secuestrado y se dirigía a la ciudad. Un abogado declaró haber visto despegar a un F-15 de la base aérea próxima. Todo fue una falsa alarma. Pero el miedo es real.

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