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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Reacciones ante el atentado

Me parece incomprensible por parte de algunos medios, concretamente por algunas tertulias radiofónicas nocturnas, que se especule con cierta justificación y comprensión sobre la posibilidad de una respuesta militar ejemplarizante por parte de EE UU y sus aliados al terrible atentado terrorista.

Cualquiera que sean los sentimientos y por más ira incontenida que se genere, especialmente en Estados Unidos, se debe actuar siempre dentro de los marcos legales de nuestros Estados democráticos.

Actuar en común con todos los medios posibles contra el terrorismo organizado, poner a disposición judicial a culpables y cómplices, tomar medidas políticas estrictas es una cosa y la búsqueda de una posible intervención militar (no se sabe muy bien contra quién) es algo tremendamente peligroso.

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No debemos arriesgar lo más mínimo nuestros principios de Estados de derecho, especialmente en momentos de crisis. Cualquier actuación fuera de este marco nos coloca automáticamente al margen del mismo; hay que evitar la ley del 'ojo por ojo' dando apertura a una escalada o a algún tipo de enfrentamiento imprevisible (o tal vez dramáticamente previsible).

La alternativa racional se centra en la ampliación del Tribunal Penal Internacional, la democratización de la ONU y la actuación de la OTAN bajo su estricto control; lo demás, tarde o temprano, conduce al caos.- MercedesDurán Espuny. Madrid.

No he podido por menos que ponerme a escribir tras leer el periódico de hoy. Y de ayer. Y después de ver y escuchar las noticias. Qué tristeza. Qué vergüenza. Triste por el dolor tan profundo que seres humanos son capaces de provocar conscientemente. Vergüenza por cuanto de ignorancia, como poco, encierran las expresiones utilizadas por el presidente de Estados Unidos, que no de América, ni siquiera de Norteamérica, y vergonzosamente secundadas por nuestros jefes de Gobierno. 'Monumental lucha entre el bien y el mal', 'demostrar al mundo que EE UU no será derrotado (sic) por nadie', 'venganza'... Es muy fácil hablar de represalias, es muy fácil maniqueizar la opinión pública de los países ricos en el bloque de los buenos y los malos, es muy sencillo porque no pensamos en la obligación de asumir, todo Occidente, la totalidad del mundo civilizado, nuestra parte de culpa en la catástrofe. Culpa por permitir la miseria, el hambre, la ignorancia, la carencia de capacidad crítica, los fanatismos de todo tipo. ¿Sirven los escudos antimisiles para acallar las necesidades de América Latina? ¿Son efectivos para desviar nuestra parte de culpa y convertirla en amenaza? ¿Son las represalias la mejor forma de garantizar la paz? Si vis pacem, para bellum. ¿Es que no hemos aprendido nada en dos milenios de historia? El llamado Tercer Mundo, es decir, el 75% de la población mundial, vive en un terror constante. ¿Cuántas vidas se pierden cada minuto, vidas que podemos salvar, y no hacemos nada? Pero ahora es EE UU, ahora sí importa, y mucho, que se vulneren los derechos humanos. Qué hipócritas somos. ¿Acaso los miles de víctimas esparcidas por todo el mundo de las guerras financiadas por el que se autodenomina Primer (¿en qué?) Mundo no merecen también la restitución, cuando menos, de su dignidad como personas? Y lo que nos duele es nuestra propia vulnerabilidad. Condenemos, pues, no sólo lo ocurrido el pasado lunes en Estados Unidos, verdaderamente terrible, sino nuestra poca coherencia, nuestra falta de humanidad y solidaridad con cuantos frutos de la sinrazón suceden en todos los mundos en los que vivimos.- Carmen Gómez. Madrid.

Eran las 14.55 del día 13, casi cuarenta y ocho horas después del brutal ataque terrorista contra las ciudades de Nueva York y Washington, cuando aquí en España se producía otro hecho, también retransmitido en directo para todo el país, tan alucinanteque este espectador creyó, por un momento, que se trataba de una broma.

La presentadora del especial informativo sobre el atentado que en ese momento emitía La Primera de Televisión Española comentaba que el impacto de este acontecimiento era tal que más de once millones de personas lo habían seguido por televisión. Hasta ahí bien, entiendo que es algo que se pueda señalar, pero mi asombro continuó cuando la conductora del programa, con una sonrisa de oreja a oreja, destacó que ellos habían recolectado entre todos esos millones la mejor cosecha, eran los más seguidos, los ganadores, los agraciados por los dioses, narrando, con un estilo algo épico y novelesco, lo buenos que son y lo merecido que se lo tienen.

Por un lado, estoy seguro de que a los familiares y amigos de aquellos que han desaparecido bajo los escombros (puede incluso que algún español) les habrá reconfortado tanto como un dolor de muelas saber que TVE ha sacado la mayor tajada de su desgracia. Por otro lado, a los editores de los informativos de esta cadena decirles que parecen no haber entendido nada y que, en medio de tanto debate sobre el futuro del mundo, también deberían plantearse su presente ético (sobre todo teniendo en cuenta que es una televisión pública y no privada). Aunque, pensándolo mejor, probablemente no conozcan la palabra más que en su aplicación más rentable.- Miguel Parra Jiménez. Madrid.

Se han derrumbado los símbolos del poderío económico mundial y ha sido minado el centro neurálgico de la primera potencial militar, guardiana de la paz del planeta.

Los ojos atónitos de miles de millones de telespectadores han contemplado en la pequeña pantalla el desplome del edificio gemelo más alto del globo, sin dar crédito al realismo de las imágenes, como si de ciencia-ficción se tratara, o de una cruel pesadilla.

Las dos aeronaves comerciales, enfocando su objetivo e impactando como bólidos extraterrestres sobre las Torres Gemelas de Nueva York, quedarán grabadas a fuego en las retinas.

Pero ¿qué pasará luego? ¿Seguirá todo igual y renacerá la calma tras el paso del huracán? ¿Qué deparará este tercer milenio a la supertecnificada humanidad?

Si un cerebro demente pudo provocar una catástrofe de tal calibre y sin precedentes en la historia humana, evitar una hecatombe de consecuencias inimaginables está en la mano firme de los Gobiernos democráticos.

La base inamovible de la estabilidad de la familia humana en la Tierra está enraizada en lo más íntimo de todos los hombres de buena voluntad: el anhelo de paz y de unidad universal.- Francisco Aguilar Montero. Madrid.

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