Fragilidad
Solos ante el peligro que, por acción u omisión, los mismos seres humanos hemos creado. Pienso en Nueva York y en Washington, pero esa catástrofe, de presunto origen terrorista, no es más que una derivación de una amenaza universal de la que se nos ha venido advirtiendo con escaso éxito en las altas, medias y bajas esferas. No ya novelas populares como la de Tom Clancy (Deuda de honor) en la que un avión suicida hace blanco contra el Capitolio estadounidense, sino libros más serios, como La anarquía que viene, de Robert Kaplan, o La sociedad del riesgo, de Ulrich Beck. El más impresionante de todos ellos es todavía el más antiguo: Il Medioveo Prossimo Venturo, del matemático y experto en sistemas electrónicos italiano Roberto Vacca. Publicado en Italia en 1971, apareció en inglés en 1973 bajo el título The Coming Dark Age, con enorme éxito de público y crítica. Pero los Gobiernos no tomaron nota. El citado Unrich Beck nos habla de un mundo lleno de amenazas desatadas por el fulminante avance tecnológico y su concomitante cohorte de expertos enfrentados. Kaplan, por su parte, afirma que el declive de los Estados-nación trae consigo la desaparición de la política en el sentido moderno del término y el surgimiento de 'organismos dispersos y oscuros', no confinados a un territorio, pero más enraizados en una identidad tribal, sobre todo, de origen religioso. Movimientos como el de Ossama Bin Landen.
Sin desdeñar a estos autores, el tecnocalipsis que describe el citado Roberto Vacca tiene mayor verosimilitud y no excluye a los otros. 'Mi tesis es que nuestros grandes sistemas tecnológicos de organización humana están creciendo constantemente más allá de un control ordenado. Están alcanzando dimensiones críticas de inestabilidad'. Esto es decir que los organismos muy complejos requieren una vigilancia rigurosa y continua. A mayor complejidad, mayor fragilidad. A veces me detengo a pensar en el hecho de estar vivo, en el hecho de que centenares de millones de seres humanos alcancen edades provectas sin que hayan sufrido nunca un fallo irreparable de algunas de las numerosísimas piezas (y sus intricadas conexiones) del organismo. Pero el gran sistema tecnológico, si sobrecargado, ¿resistirá tan bien como el cuerpo humano? ¿No sufrirá un daño irreparable alguno de sus subsistemas -como por ejemplo, el transporte- arrastrando tras sí todo el tinglado? En el caso de Nueva York, sólo dos subsistemas quedaron algo tocados y ese mismo día todo el mundo se preguntaba si se produciría un colapso de la economía mundial.
Probablemente nos encontramos, como afirma Kaplan, ante una nueva división del mundo en dos bloques, uno, capitaneado por Estados Unidos, el otro... ¿por quién? Pues no por un Estado, no por una organización política con sus ministerios, su jefe de Estado y sus cúpulas y ejércitos. Bandas terroristas movidas, sobre todo, por un sentimiento religioso cuando no por pura venganza contra los enemigos de Dios y de su pueblo. ¿Tendrá razón Hugington cuando afirma que el siglo XXI estará marcado por las guerras religiosas? No tengo espacio para descender a detalles como el reclutamiento, financiación y adiestramiento de estos grupos ferozmente antioccidentales. Más fácil es decir, sencillamente, que no les faltarán voluntarios suicidas, kamikazes. Un hecho es que si ETA, a la postre compuesta por individuos de mentalidad occidental, contara entre sus filas con kamikazes, su poder de destrucción sería infinitamente mayor que en la actualidad. Esto es obvio. La mayor ventaja de los 'guerrilleros' sin rostro enemigos de Occidente es que consideran un honor pilotar un avión para estrellarlo hoy contra las Torres Gemelas y el Pentágono, mañana contra otro centro neurálgico de nuestra civilización.
Esto está implícito y en parte explícito en el libro de Roberto Vacca, el citado The Coming Dark Age, y del que Asimov dijo no haber leído nunca nada tan convincente y pavoroso. Hemos construido un milieu frágil y vulnerable hasta el punto de que no sólo está fuera de control, sino que el problema es irreversible, salvo una utópica concienciación de la ciudadanía. ¡Vacca habla de comunidades monásticas! Bastará, dice, una coincidencia de pequeños accidentes, para sembrar la muerte y la ruina es una gran conurbación urbana. Y si estamos en manos del azar, ¿qué ocurrirá cuando estemos en las de quienes pueden estrellar aviones contra las Torres Gemelas de Nueva York? Y todo ello, a causa de que hemos amontonado demasiadas cosas, demasiados grandes sistemas en los grandes centros urbanos.
Unos sistemas que, por otra parte, pueden estar verdes o demasiado maduros. Un ejemplo del primer caso serían los virus informáticos como I love you, que paralizó a miles de empresas e instituciones a lo largo y ancho del planeta. Ejemplo del segundo caso serían los apagones de California y el muy mal estado de unas infraestructuras descuidadas a causa de la atención prestada a la nueva economía.
Dos embotellamientos de tráfico, uno en la carretera, otro en el ferrocarril. Los controladores de dos grandes aeropuertos no llegan al lugar de trabajo, el otro turno ha de hacer horas extras, están cansados, chocan dos aviones en vuelo, rompen una línea de alto voltaje, la carga eléctrica se traslada a otras líneas, que están ya sobrecargadas. Los mecanismos de protección automática entran en juego, se produce una reacción en cadena y toda la red de varios estados, perdida la sincronización, se averían. Apagón para varios días en toda la vasta zona. Es invierno, las máquinas quitanieves no pueden hacer su trabajo en calles bloqueadas por automóviles... Y así sigue una lógica secuencia de eventos que terminará con las vidas de 20, 30 millones de personas. Se han producido ya casos incipientes de catástrofe total, como el famoso blackout de Nueva York. Por fortuna, faltaron coincidencias.
Congestión en los grandes sistemas, aglomeraciones, tráfico intenso, electricidad, comunicaciones, residuos, etcétera. Demasiada complejidad. Es ponérselo 'a huevos' a la suerte y a los asesinos de las Torres Gemelas.
Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.
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