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Del delta del Ebro a Bruselas y...

Tarde del domingo 9 de septiembre, jotas del sur de Cataluña en un vuelo regular Bruselas-Barcelona. Muy pocos pasajeros estaban sorprendidos. La práctica totalidad de los 150 asientos del avión eran ocupados por hombres y mujeres que regresaban a las tierras del Ebro después de haberse manifestado por el centro de Bruselas. Allí, alrededor de 10.000 personas habían hecho oír su voz para sensibilizar a las instituciones europeas sobre la sinrazón económica, social y medio ambiental del trasvase del Ebro, y para denunciar que el Plan Hidrológico Nacional (PHN) incumple al menos tres directivas de la Unión Europea: la del agua, la de protección de hábitats y la de aves. Por ello, sería contradictorio que el PHN recibiera financiación europea.

Esto sería equivalente a la asistencia de casi 200.000 catalanes a una manifestación ¡en Bruselas! ¿Se lo imaginan?

La manifestación en Bruselas culminaba la Marcha Azul, movilización que había arrancado el 10 de agosto desde Deltebre y Sant Jaume d'Enveja. El contingente más importante entre los manifestantes había acudido a Bruselas, precisamente, desde los diversos rincones de las tierras del Ebro. Las agencias de viajes locales habían registrado entre 2.500 y 3.000 reservas de viajes en avión y en autobús. Otros muchos aprovecharon el puente del 11 de septiembre para realizar unas minivacaciones en vehículo particular, cuyo hito central era la manifestación. Situar entre 4.000 y 5.000 el número de manifestantes llegados desde las tierras del Ebro es una estimación de mínimos. Otra vez, como en las grandes movilizaciones de Amposta en octubre, Barcelona en febrero, y Madrid en abril, el territorio se ha volcado de forma clara y masiva para mostrar su rechazo al Trasvase.

La reacción más patética a la masiva movilización la ha suministrado Felip Puig, consejero de Medio Ambiente, para quien los manifestantes no eran representativos del territorio. Se equivoca, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo. El flujo de manifestantes de las tierras del Ebro en Bruselas representa el 3% de la población del territorio. Situando estas cifras en dimensión catalana, esto sería equivalente a la asistencia de casi 200.000 catalanes a una manifestación ¡en Bruselas! ¿Se lo imaginan? Pues esto es lo que ha pasado en escala de equivalencia. En términos cuantitativos no se puede discutir que los manifestantes reflejaban unas opiniones absolutamente mayoritarias en las tierras del Ebro.

Hay que admitir que, en buena lógica de democracia representativa, reflejar no es lo mismo que representar. La representación de un territorio es ostentada por aquellas autoridades elegidas por los ciudadanos mediante los sistemas democráticos de elección. Pero no debería olvidar Puig, porque no le es ajeno, que la ausencia de organización institucional de las tierras del Ebro impide que este territorio tenga -en cuanto tal- representación democrática. En este contexto de vacío institucional, pocas cosas pueden adquirir mayor representatividad territorial que una serie de movilizaciones masivas.

Por supuesto, el Gobierno de CiU puede acabar con este vacío institucional, impulsando la creación de la región de las tierras del Ebro. Así existiría un entorno institucional en el que los agentes económicos y sociales se impliquen en el diseño y aplicación de las estrategias de desarrollo adecuadas para solucionar sus problemas y activar sus potencialidades. Y, claro está, para que el territorio pueda por fin dialogar con Cataluña.

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Sin embargo, aquí y ahora el Gobierno catalán es el principal obstáculo para realizar esta reforma. Primero, por motivos ideológicos, pues al nacionalismo conservador le produce verdadera urticaria la propia idea de la existencia de comunidades políticas específicas dentro de la Nación. Segundo, porque el Gobierno de CiU se ha acostumbrado a administrar el territorio como una finca: mucho orden y poco diálogo e interlocución. Para esto, ¿quién necesita representantes?; con delegados formales o informales es suficiente. Y por último, porque, aunque quisiera, pocas reformas pueden ya esperarse de un Gobierno tan agotado como el catalán. ¿Bastan estos elementos para explicar el rechazo de CiU a aplicar las recomendaciones del informe Roca en lo relativo a la instauración de las veguerías?

El Gobierno no está por lo que debería. Por eso tanta gente del Ebro tienen que desplazarse a diferentes capitales españolas y europeas para defender lo que su Gobierno no osa defender. Porque si lo hiciera se enemistaría con sus aliados parlamentarios del PP, garantes de su supervivencia. Y ya se sabe, qui dia passa, any empeny.

Germà Bel es profesor de Política Económica en la UB y diputado del PSC.

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