Ándale, cristeros
El sábado por la noche, Marta salió de copas con su pareja, y el tercer cubata le incendió la espesura del pubis y le abrasó el sexo, como si se hubiera zampado decenas de cantáridas calcinadas al sol de poniente y pulverizadas en el almirez. Para calmar tanto ardor, tomó a su pareja y discretamente se le llevó a la cama. El domingo padeció una resaca de felicidad y azúcar de caña. El lunes, la despidieron del colegio donde impartía clases de religión, por conducta inmoral: su pareja era un pecador divorciado y ella le daba a la botella y a los más perversos placeres de la carne. ¡Huy!, qué raros.
Un día, cuando su pareja andaba de viaje con su representación de farmacia, la visitó un tipo de voz empalagosa y disimulados ademanes eclesiástico, y le ofreció empleo en un remoto país de idólatras, que se iba evangelizando pausadamente, a la sombra de la Basílica de San Pedro. Marta, allí, podía despacharse a gusto. Los sacrificados misioneros también eran hombres y se lo tenían que hacer, a la brava, con las abadesas y alguna que otra novicia, si le suerte acompañaba. Aun así, la mayoría eran de raza negra y quién sabe cómo les desteñía la fe. Sin embargo, una mujer como ella, profesora de religión en cesantía, no sólo les procuraría satisfacción, que era una forma de caridad, sino que, entre revolcón y revolcón, podía darles algo de catequesis, que tanta falta les hacía. Y eso sin riesgo de irse a la cola del paro. Marta, irritada, le abrió la puerta y dijo escuetamente: Yo solo apelo a la Constitución.
Cristeros te voy a dar yo a ti, murmuró aquel tipo. En la Guadalajara de Jalisco, cuando se derogaron algunos artículos de la ley fundamental de 1917, que recortaban el poder de la Iglesia, los meapilas se parapetaron en el monasterio de Guadalupe, y se liaron a tiros. Aquí no se llega a tanto. Aquí los cristeros ya están en el Gobierno y les importa más la Santa Sede, que los ciudadanos que les pagan su jornal. Y miran la luna, cuando a los profesores de religión, les cobran los impuestos reaccionarios. Ándale, cristeros de paja.
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