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Reportaje:

La desolación de Aznalcóllar

Los vecinos de la localidad sevillana temen el futuro inmediato tras el anuncio de cierre de la mina

La localidad sevillana de Aznalcóllar, de 5.800 habitantes, está en fiestas. Desde el pasado jueves y hasta hoy mismo celebra la festividad de la patrona del pueblo, la Virgen de Fuenteclara.

Pero los vecinos de Aznalcóllar tienen poco que celebrar. El miércoles pasado, la principal empresa del pueblo, su mayor fuente de riqueza, anunció el cierre definitivo, que se producirá en dos meses como máximo. La multinacional sueca Boliden Apirsa presentó ese día el expediente de extinción de los contratos de los 427 trabajadores de su yacimiento minero. Se acabó. Los empleados se enteraron por el director de personal, que acompañó el anuncio con un escueto: 'Que Dios reparta suerte'.

Se veía venir, nadie dice lo contrario. Sobre todo después del vertido tóxico en el río Guadiamar, ocurrido en abril de 1998 tras la rotura de una balsa de residuos de la mina. Mucho más cuando el 2 de octubre del año pasado, la empresa, asfixiada por una deuda de 15.000 millones de pesetas, presentó suspensión de pagos. Mientras ha habido trabajo en la mina, mientras ha seguido saliendo zinc y cobre de sus entrañas, sindicatos y trabajadores no han alzado la voz, a la espera de que apareciera un comprador que reflotara la explotación. La alcaldesa de la localidad, Salud Santana (PSOE), definió el jueves la situación: 'Lo que era preocupación desde el vertido, hoy ya es desolación'.

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Desolados y desahuciados se muestran los trabajadores tras conocer la noticia. José García, de 45 años, tiene dos hernias de disco en lista de espera para una operación. Muchos compañeros sufren lesiones similares, causadas por un trabajo que durante años les ha exigido mucho esfuerzo físico. '¿Qué empresa nos contratará ahora?', se lamenta. La media de edad de la plantilla es de 47 años.

La Junta de Andalucía ha anunciado un plan de revitalización de la comarca, que ayer presentó a los mineros, con el objetivo de atraer nuevas empresas a Aznalcóllar, un plan que podría estar en marcha a medio plazo, en cuatro o cinco años. 'Un plan para nuestros hijos, no para nosotros', dice Antonio Peregil, presidente del comité de empresa.

Ésa es la sombra que planea sobre las cabezas de los mineros, de sus familias, de las industrias auxiliares y de los comercios y negocios de la localidad. ¿Qué será de ellos cuando, en dos o tres meses, dejen de recibir las nóminas de Boliden? ¿Qué será de Aznalcóllar si se le priva de la empresa que genera la mayor parte de la riqueza de la comarca y las alternativas no llegan hasta dentro de cuatro años?

Amelio Caro, dueño de una tienda de comestibles en el pueblo, teme que la gente se marche en busca de un futuro mejor, que el pueblo acabe 'hecho un desierto'. 'Sólo quedarán los viejos', concluye Caro. Su hija teme un futuro como el de Nerva, un pueblo onubense, no muy lejos de Aznalcóllar, siempre dedicado a la mina, que vive una lenta decadencia tras el cierre del yacimiento.

El anuncio de los despidos ha movilizado a sindicatos, partidos políticos e instituciones que, ante el escepticismo de trabajadores y vecinos del pueblo, multiplican esta semana sus reuniones ofreciendo apoyo incondicional a los mineros y culpando de todo a Boliden. Mientras se celebraba ayer la primera de ellas, entre Junta y comité de empresa, los empleados iniciaron sus movilizaciones con un corte de tráfico en la Avenida de República Argentina, una de las principales arterias de la capital andaluza.

Indemnizaciones

Ahora vendrán la negociación con la empresa para conseguir indemnizaciones superiores al mínimo legal de 20 días por año trabajado, la elaboración de un plan de prejubilaciones o la ampliación del subsidio de desempleo; medidas que paliarán a corto plazo la desolación de los mineros pero que no darán opciones de futuro a los jóvenes de Aznalcóllar, que empiezan a marcharse a Portugal en busca de mejores trabajos.

Y mientras llegan a la zona nuevas empresas atraídas por los planes de reconversión de la Junta de Andalucía, los 37.000 millones de toneladas de mineral que aún están por extraer en Aznalcóllar dormirán el sueño de los justos.

Trabajadores de Boliden, ayer, ante la delegación de Trabajo de la Junta de Andalucía en Sevilla.
Trabajadores de Boliden, ayer, ante la delegación de Trabajo de la Junta de Andalucía en Sevilla.ALEJANDRO RUESGA

Una industria auxiliar rebelde

El cierre de Boliden afecta también a otras empresas, dedicadas a atender las necesidades del gigante sueco. La industria auxiliar del yacimiento da empleo a unas 2.000 personas. La mayoría de esas empresas, muy dependientes de la mina, se verá abocada a la ruina. Una de ellas, Inselma, dedicada a las instalaciones industriales y con 60 empleados, ha decidido rebelarse contra ese trágico destino. Su dueño, José María Barrera, de 53 años, es un luchador. Trabajó en el yacimiento 44 años, desde 1965 hasta 1989, cuando montó su propia empresa. Boliden le debe 70 millones de pesetas, que difícilmente cobrará, pero desde hace varios años su futuro no está ya ligado al de la empresa sueca. A mediados de los noventa diversificó su clientela, y ahora basa su próspero negocio en la fabricación y exportación de máquinas a Argelia. Barrera culpa del desastre de Boliden a todo el mundo: a la empresa, por su mala gestión; a la Junta y al Gobierno central, por no hacer nada 'cuando esto se veía venir desde hace un año'; e incluso a los trabajadores, por no haberse movilizado en todo este tiempo. Si él hubiera seguido trabajando en la mina, ahora sería un rebelde, como su empresa.

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