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Los urbanistas reunidos en Barcelona defienden el modelo de ciudad densa

Un millar de especialistas analizan el futuro de las metrópolis

La realidad metropolitana de Barcelona, cuya lógica edificatoria la lleva a configurarse como una mancha discontinua que no para de consumir espacio, planea sobre el congreso en el que casi mil arquitectos y urbanistas de 50 países discuten sobre los modelos de renovación urbana. Entre los expertos que han participado en los debates del Palacio de Congresos de Barcelona, son aplastante mayoría los que prefieren los alicientes culturales y de todo tipo que ofrece la ciudad compacta, que implica renunciar a la vivienda unifamiliar con jardín.

El dato de que la región metropolitana ha pasado en 25 años de 22.000 a 45.000 hectáreas edificadas sin apenas modificar los tres millones de habitantes demuestra, según los defensores de la ciudad compacta tradicional como Oriol Bohigas, hasta qué punto se equivocaban los que a finales de los años cincuenta proponían la ciudad dispersa como la opción más progresista. Ninguno de los participantes escatima elogios hacia la ciudad anfitriona, en la que todos encuentran obras arquitectónicas que admiran. Richard Rogers, autor del edificio del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, dijo que siempre que tiene ocasión defiende la forma en que Barcelona se deshizo de la barrera de industrias que le impedían acceder al mar creando un núcleo residencial de gran calidad: la Vila Olímpica de Poblenou, y haciéndolo además en un tiempo récord.

Humanizar las ciudades parece obligado, según estos expertos, si se pretende que la gente recupere el gusto por vivir en las grandes urbes. Una de las recetas que más se oyen estos días es declarar la guerra a los coches, que tan decisivamente contribuyen a hacerlas inhabitables. El primero en disparar contra los coches fue Rogers, al que siguieron uno tras otro los arquitectos europeos y asiáticos que intervienen en el congreso. La ciudad sostenible del futuro la intuye Rogers como compacta, policéntrica, con gran diversidad social y étnica, de ocio, de trabajo, y donde la circulación rodada quede reducida a la mínima expresión.

El alcalde de Barcelona, Joan Clos, también defiende volver a densificar las ciudades. 'Si se quiere convencer a quienes se sienten atraídos por la vida en el campo, será necesario ofrecer una altísima calidad urbana', dijo. Frente a los que alertaron contra un urbanismo falto de planificación que sigue el dictado de las grandes empresas, Clos señaló en la sesión inaugural que 'la apuesta por la redensificación de la ciudad es una propuesta pensada y planificada, que no es fruto de dejar que sea el mercado el que encuentre el equilibrio por sí solo'.

Lo viejo y lo nuevo

En la jornada de ayer se entró a fondo en el eterno dilema entre la arquitectura vieja y la nueva. El catedrático de Urbanismo Joan Busquets eligió la evolución de Ciutat Vella para explicar su punto de vista sobre la renovación urbanística y la búsqueda de una síntesis entre el respeto a lo antiguo y lo nuevo. En el Casc Antic de Barcelona no existen grandes proyectos, dijo, lo que no impide que su gran valor resida en la tremenda complejidad urbana que lo caracteriza. 'El casco antiguo es una ciudad fragmentada pero en conjunto presenta un conglomerado fantástico'. Ciutat Vella no se planeó nunca como un proyecto de gran envergadura y en cambio sí lo es en su conjunto, añadió.

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Domenico Cecchini, que ha impulsado numerosas transformaciones urbanísticas en Roma, piensa que la ciudad de hoy en día basa su futuro en una doble declaración de paz: paz con la historia y paz con la naturaleza. Después de la segunda revolución industrial, recordó Cecchini, se creyó que una ciudad más funcional, salubre y eficaz debía borrar el tejido urbano histórico. El resultado fue la perdida de identidad y del sentimiento de pertenencia a un espacio concreto. 'La huella que han dejado los siglos tras de sí habla a través de la piedra', sentenció.

La japonesa Minja Yang puso la nota exótica al referirse a las ciudades asiáticas, cuya arquitectura intenta preservar el Centro de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, donde ella trabaja desde 1994. Constató las numerosas obras de arte que se han evaporado porque fueron construidas con madera y habló de la transformación que están viviendo las ciudades chinas en los últimos 50 años debido a la emigración del campo a la ciudad, que aún no ha acabado y que se ve potenciada por el traslado al continente asiático de industrias europeas y americanas. Según Yang, China derriba sin problemas edificios antiguos cuando quiere ampliar determinadas calles, pero luego en otro sitio levanta otros inmuebles con apariencia de antiguos.

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