El toro-toro

Salió el toro-toro y era novillo. ¿Quién entiende esta paradoja, quién ata esta mosca por el rabo?

El toro-toro en la población madrileña de Arganda del Rey, tiene pelendengues.

Pues eso sucedió en Arganda del Rey, con pelendengues o sin ellos. Anunciaron novillada y salieron seis ejemplares de Cebada Gago con un trapío impresionante.

No se trataba de un fenómeno originado en remota galaxia: los novillos de Cebada Gago que salieron son los de toda la vida. Lo que pasa es que unos cuantos irresponsables y corruptos del planeta de acá han inventado el sucedáneo de toro para goce y negocio de quienes mandan en su mundillo, y cuando, rara vez, aparece por ahí el toro verdadero se quedan con las posaderas al aire.

Los novillos de Arganda del Rey parecían los padres de los presuntos toros que sacaron en la reciente feria de San Sebastián de los Reyes, al parecer también en la de Colmenar, en muchas tardes de las ferias del norte y hasta de la temporada entera.

No sólo se trataba de la presencia. Mientras los toros de las ferias aludidas se desplomaban al entrar a los caballos de picar, había que simularles la suerte señalándoles apenas el puyazo y aún así rodaban por la arena, los novillos de Cebada Gago lidiados en Arganda del Rey recargaban en varas, tomaban dos, o tres, o incluso cuatro, según ocurrió con el quinto. Y no se caían sino que salían recrecidos pidiendo guerra.

Con esos novillos metamorfoseados en toros-toros, la corrida inaugural de la feria de Arganda del Rey tuvo argumento, importancia, gran emoción y los novilleros que los torearon un mérito enorme.

Uno de ellos, Paco Carmona se llama, debutaba con caballos. Su actuación merece todas las calificaciones admirativas porque mostró un generoso desempeño en la realización de las suertes tanto de capa como de muleta. Porfió valiente los derechazos y los naturales al tardo e incierto tercero, y el sexto le pegó un volteretón escalofriante cuando le ceñía una chicuelina. El toro-toro derrotó y revolcó de mala manera al debutante, que se incorporó dolorido mas no arredrado por el percance. Y pese a los achuchones y los peligros del toro-toro reservón, le sacó faena, lo mató con acierto y le cortó la oreja.

Lote asimismo problemático le correspondió a Juan de la Reina pues la viveza y la casta agresiva de aquellos animales requerían una técnica lidiadora que normalmente no pueden poseer los toreros principiantes. Pero la falta de recursos la suplió con arrestos, empezó con la larga cambiada, muleteó voluntarioso y no le faltó habilidad para liquidar pronto a las reses.

El toreo de calidad fue patrimonio de Procuna, que sacó algunos de los naturales y los redondos mejor interpretados en la tarde.

Instrumentó Procuna unas verónicas de óle con óle a su primer novillo, rematadas mediante media verónica las dos rodillas en tierra; banderilleó derrochando pundonor a los dos de su lote, e instrumentó sendas faenas de torero enterado y artista. Más lucida la del primero -premiada con una oreja- pues resultó manejable, porfiona la del segundo, que se puso pronto reservón. Este ejemplar, un colorao bragao de seria arboladura, tomó cuatro varas, y de haber sido cinco tampoco hubiesen sobrado como se pudo comprobar en el siguiente tercio, al que llegó recrecido, violento y con muchos pies. O sea, como si fuera no novillo sino toro hecho y derecho.

En realidad lo era. Al lado de las gatadas que sueltan por esas ferias, el toro del coñá.