Cuento del labrador católico
Desde Mark Malinovski (1884-1942), la antropología de campo obliga al investigador a dar cuenta de todo lo que rodea al objeto estudiado, de modo que suelen necesitarse varias especialidades para analizar el conjunto y que no se escape nada: vida cotidiana, familia, fiestas, lenguaje, y un largo etcétera. Ya nuestros folcloristas del XIX (con Machado y Álvarez al frente) se dieron cuenta de que recoger un cuento, aunque fuese de manera fidedigna, pero aislado de todo lo demás, resultaba cuanto menos una forma de descarnar y de quitarle vida a las cosas.
Por la misma época, el italiano Giuseppe Pitré empezó a abogar por que se registrara, no sólo el nombre, sino la personalidad de los narradores orales. Y Carl W. Von Sydow (1878-1902) acuñó el concepto de 'portador activo' de las tradiciones populares, esa persona del pueblo dotada de grandes recursos expresivos y por lo general de una memoria excepcional. Frente a este enfoque sociocultural, los estructuralistas, en especial los franceses y algún español más o menos por libre, siguiendo a Propp, vinieron a probar que las múltiples variantes de un cuento constituían también un modo de ocultamiento, incluso de degradación, de algo tan fundamental como es la estructura significativa del relato; eso que hace que un cuento sea misteriosamente el mismo en múltiples y alejados lugares, con sus contenidos, más o menos abstractos o simbólicos (aquí entran los psicólogos), necesarios también para entender culturas arraigadas.
La discusión, como es lógico, se puso al rojo vivo, y eso sin mencionar a los historicistas, o buscadores de un arquetipo original en el tiempo y en el espacio, que todavía ejercen alguna influencia con sus pertinaces utopías. Hoy se tiende a armonizar las distintas posiciones, particularmente desde que entraron los norteamericanos, con Alan Dundes y sus métodos de interpretación del folclore y los conceptos de 'textura', 'texto' y 'contexto'.
Sirva este apretado exordio para ampliar un poco más la información que les venimos dando acerca de nuestras tareas y métodos actuales de búsqueda de cuentos populares en el entorno de Úbeda, un enclave que está resultando sorprendentemente rico. Nuestro ya conocido informante, Pedro Martínez Olmedo, nos valdrá para seguir esta pequeña ejemplificación. Pedro es un hombre de 85 años, como ya dijimos, dotado de una memoria prodigiosa y fluida, que lo mismo le sirve para recitar relaciones, como la que aquí reprodujimos ('Ahora que estamos despacio, vamos a contar mentiras...'), que para recitar a García Lorca (de quien se sabe también bastantes poemas), o las larguísimas coplas de Pepe Marchena. Pero ojo que apenas fue a la escuela y estuvo hasta los 40 años trabajando en el campo. Lo poco que aprendió a leer y escribir se lo costeó él mismo, ya de joven, en una escuela nocturna ('una pesetiya al día') por el ansia natural de saber.
Entre unas cosas y otras también nos contó este estupendo cuentecillo: 'Un labrador que había en un cortijo tenía dos o tres hijos. Muy católico, y salía por las mañanas a las puertas del cortijo, en la primavera. Con el pañuelo de yerba en la cabeza, el chaleco de pana, la faja colorá, se ponía así las manos (se señala al pecho), y se ponía en la puerta del cortijo: '¡Dios mío, que llueva!'. Tenía los trigos de colagallo , que daba lástima verlos. Como no llovía, estaban las hojillas de los trigos... (se ríe), y se asomaba a la puerta del cortijo y '¡Dios mío, que llueva!'. Conque fíjate qué trigos tengo, que esto que lo otro, total, que cambió el tiempo y llovió en primavera. Se criaron unos trigos de esos raspinegros... que no veas. Se agarra el verano a trillar y a hacer la parva del verano, y venga a meter trigo en el granero. Cuando hizo la última faena y metió el último saco de trigo, coge la llave y dice: '¡Ahora no entra aquí ni Dios!'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.