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Del erial de Barajas a la acumulación de Centro

Las posibilidades culturales y de ocio están muy mal repartidas por los barrios de la capital

El distrito de Barajas es un desierto en instalaciones culturales. Si un vecino del barrio decide ir a ver una obra de teatro o una película en pantalla grande, tiene que emigrar al centro, porque la zona está despoblada de cines y salas teatrales. Tampoco es fácil agenciarse un lugar de estudio o lectura apartado del trajín doméstico -a no ser un parque-, porque Barajas carece de biblioteca pública y sala de lectura. Por no haber, no hay ni discoteca en este distrito.

Por suerte, los colectivos sociales, en vez de perder la fuerza en lamentos, tratan de buscar pequeños lugares de reunión como alternativa, y no falta alguna que otra instalación deportiva idónea para eliminar las toxinas: una cancha de baloncesto por aquí o una pequeña pista de fútbol por allá, a cargo del Ayuntamiento.

'No nos parecemos en nada a los ingleses, que tienen por lo menos un teatro por distrito y los mantienen los propios aficionados'

Barajas, con 36.446 vecinos, 'está, por lo general, bastante olvidado por las administraciones local y regional en lo que a dotaciones culturales se refiere', según denuncian los vecinos. El concejal de Cultura, Educación, Juventud y Deportes, Fernando Martínez Vidal, asegura que la situación mejorará en cuestión de meses: 'A mediados de este mes abriremos una biblioteca en el número 179 de la avenida de Logroño, y durante lo que queda de mandato construiremos o ampliaremos nueve instalaciones deportivas, donde está incluido el distrito de Barajas', dice.

En general, las posibilidades de ocio están muy mal repartidas en Madrid. Así, en el extremo opuesto al erial de Barajas está el distrito de Centro, donde los transeúntes no pueden dar dos pasos sin toparse con un cine (hay 20), un teatro (32) o una discoteca (40). Hay además seis museos y dos bibliotecas. La concentración es de tal magnitud que no queda espacio para la práctica de otro deporte que no sea el de la diversión o el consumo.

Si un cinéfilo buscara residencia en la capital, debería instalarse en los distritos de Centro, Chamberí o Salamanca, a no ser que no le importara tener que desplazarse para ver las películas de estreno y las reposiciones. Los empresarios de las salas de cine no están satisfechos con esa concentración y echan la culpa a la proliferación de grandes complejos comerciales en la periferia de Madrid, donde la oferta cinematográfica múltiple está alimentada con tiendas abiertas hasta la noche, restaurantes, cafeterías, boleras, salones recreativos y aparcamiento gratuito. 'Eso ha provocado el desplazamiento de los espectadores y la pérdida, por ejemplo, de un 50% de público en el eje de cines de la Gran Vía en los últimos tres años', lamenta el vicepresidente de la Sociedad Madrileña de Empresarios de Sala de Cine, Mariano Góngora.

En cierto modo, ya intuían el desastre. 'Yo hice alegaciones al Plan General diciendo que los macrocomplejos frenarían la apertura de los cines en los barrios, pero las multinacionales se han salido con la suya', añade Góngora. La consecuencia directa se nota en cualquier estreno cinematográfico en la Gran Vía: sobran asientos a mansalva. 'De 1.600 butacas que puede tener una de esas salas se llenan 100 el día del estreno, porque hay 60 cines más en la ciudad que ponen la misma película. ¿Qué está pasando? Pues que los empresarios quieren convertir sus cines en minisalas, pero el Ayuntamiento no les deja, por lo que ahora pretenden transformarlos en teatros', explica. La exhibición cinematográfica tuvo tiempos mejores en la capital, allá por los años sesenta y los primeros setenta, con las salas de reestreno en los barrios borboteantes de gente.

Donde no se ha producido la diáspora todavía es en los cines de versión original subtitulada, concentrados en el cogollo de la capital (21 salas en Moncloa, 16 en Centro, seis en Chamberí y cuatro en Retiro). 'No hay una cultura en versión original, y las distribuidoras sólo hacen una o dos copias de versión original, que se llevan las grandes compañías', justifica Góngora. A esa 'carencia de cultura y de público' apela también el presidente de la Asociación de Teatro de Madrid y empresario, Alejandro Colubi, para justificar la inexistencia de 'un teatro, al menos', en cada barrio de la ciudad.

'No nos parecemos en nada a los ingleses, que tienen por lo menos un teatro por distrito y los mantienen los propios aficionados, lo que crea tres efectos: se fomenta la cantera de actores y actrices, la inquietud por el teatro forma parte de la educación de las personas y los teatros se convierten en centros de reunión de la gente del barrio', envidia Colubi. 'El vecino que vive en San Blas, por ejemplo, debería tener un teatro a mano, y luego, si quiere ver producciones más grandes como Arte o Panorama desde el puente, pues que haga una excursión al centro', razona este emprendedor. Porque lo cierto es que la mayoría de los teatros está en Centro, donde se apiñan 32 de los 42 escenarios de la capital.

Los poderes públicos tampoco ayudan, a juicio de Colubi. 'El Gobierno de Cataluña cede espacios públicos y farolas para la publicidad de los teatros, y en Madrid ya nos lo prometió Esperanza Aguirre cuando estaba de concejal de Cultura; desde entonces nos han prometido el oro, el moro y el valle de Andorra, pero luego nada', se queja. El actual responsable municipal de Cultura, Educación, Juventud y Deportes, Fernando Martínez Vidal, dice que está estudiando la cesión de estas plataformas publicitarias a los teatros, y calcula que será efectiva 'dentro de un año'.

Los vecinos que no tienen más remedio que desplazarse para ver cine u obras teatrales tampoco se conforman. Los de Arganzuela, por ejemplo, preferirían disponer de un sitio para dar rienda suelta a su creatividad. 'Lo que necesitamos son espacios polivalentes de cultura, porque en el Pasillo Verde, Legazpi, el paseo Imperial o Méndez Álvaro no hay nada de nada: las bibliotecas tienen horarios pésimos y el proyecto Leguidú nos creó grandes expectativas, pero ya se han roto, porque vemos que será un complejo de élite y no de uso para los vecinos del barrio', manifiesta un representante de los residentes en Arganzuela, José Luis Sobrino.

Si en algo muestran uniformidad los distritos madrileños es en cuestión de bibliotecas. Todos, con la excepción de Barajas, tienen al menos una del Ayuntamiento o de la Comunidad de Madrid, y los hay privilegiados, como el barrio de Salamanca y Puente de Vallecas, que cuentan con cuatro bibliotecas. 'En general, la ciudad está bien dotada, pero el problema es que mucha gente confunde las bibliotecas con salas de lectura, así que hemos empezado a habilitar nuevos espacios públicos para el estudio o la lectura, y hay que hacerlo en todos los distritos', comenta el edil de Cultura, Educación, Juventud y Deportes.

La ciudad cuenta con 48 polideportivos públicos

Los distritos de Barajas, Villa de Vallecas o Usera carecen de museos, teatros y cines (salvo Usera, que tiene uno), pero sus residentes tienen cerca algún polideportivo o cancha municipal donde desarrollar los músculos. En total, la ciudad ofrece 48 polideportivos públicos y alrededor de 300 instalaciones elementales gestionadas por las juntas municipales de distrito, bien directamente o a través de acuerdos con clubes y asociaciones. En Chamberí (149.032 residentes) sólo hay uno de estos centros de carácter municipal y no pueden construirse más -según el concejal de Cultura, Educación, Deportes y Juventud, Fernando Martínez Vidal- 'por la escasez de suelo disponible'. Con todo, el distrito 'está cubierto de forma adecuada con el estadio de Vallehermoso y las instalaciones del Canal de Isabel II, ambos dependientes de la Comunidad', en opinión de Martínez Vidal. Vicálvaro (52.311 vecinos) y Moratalaz (107.270) son otros distritos con estrecheces para hacer deporte, con uno y dos polideportivos municipales respectivamente. 'En esta zona existe un problema heredado, desde que ambos formaban un distrito único', señala el concejal. Si bien no hay mucha diferencia en la dotación, 'Moratalaz se ve compensada con instalaciones elementales que se han ido construyendo a medida que el barrio iba ampliando sus espacios públicos', dice Martínez Vidal. Uno de los afortunados es Fuencarral-El Pardo (207.805 vecinos), cuyos residentes pueden elegir entre cualquiera de los tres polideportivos o las 29 instalaciones elementales que se mantienen en buen uso. Según el edil, esta cantidad de espacios para el deporte está justificada por 'la dispersión de la población del distrito, que es el más extenso de la ciudad'. Los aficionados al deporte sin más pretensiones que pasar un buen rato y tener los michelines a raya disponen de instalaciones para ejercitarse, mientras que los atletas consagrados no. El concejal del ramo asegura que todos los madrileños tienen una instalación deportiva a menos de 500 metros de su casa: 'No en vano la UE ha concedido a Madrid el premio a la capital europea del deporte', dice. Sin embargo, no hay sitio para la celebración de campeonatos. Con las miras puestas en los Juegos Olímpicos de 2012 (por cuya sede pugna Madrid), ahora la asignatura pendiente es encontrar lugares de gran aforo, como el desaparecido Palacio de Deportes.

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