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Fox exhibe un balance de luces y sombras un año después de su elección

Primer informe sobre el estado de la nación del presidente de México

El presidente mexicano, Vicente Fox, concluía ayer, rindiendo cuentas ante el Congreso, un primer año de mandato caracterizado por la contracción económica, la ausencia de consensos para construir el Estado de derecho y el incumplimiento de sus principales promesas: la reforma fiscal y la paz en Chiapas. México, no obstante, consolida progresivamente el pluralismo, disfruta de un clima de libertades y de una relación con EE UU antes ausente, y ve un mayor compromiso gubernamental con la legalidad y la transparencia.

Fox continúa inmerso en un mesianismo propio de un aspirante, pero no de un gobernante

El conductor de la transición más importante en casi un siglo, el pragmático ex ejecutivo de Coca-Cola que derrotó al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las elecciones del 2 de julio de 2000 y liquidó una hegemonía de siete decenios, intervenía ante el pleno del Congreso a las 19 horas (dos de la madrugada en España) después de haber distribuido un informe de 700 páginas. Le precedió en el uso de la palabra una oposición que se relamía de vísperas con estos descalificaciones: el Gobierno viaja sin brújula, aumenta la distancia entre las expectativas y las realizaciones y la locuacidad presidencial es fastidiosa porque nada resuelve.

[Poco antes del discurso presidencial, dos pequeñas bombas explotaron en establecimientos de cadenas estadounidenses en Ciudad de México. Según la policía los atentados fueron reivindicados por el Grupo Combatiente Guerrilla José María Morelos', informa France Presse.]

'Las cosas van bien, a pesar de lo que lean en la prensa, a pesar de lo que se diga', reaccionó Fox este jueves en una reunión con empresarios de Chiapas. 'Ciertamente requerimos un poco de paciencia'. Sin llegar al sarcasmo de Felipe Solís, secretario de elecciones del PRI, para quien lo único que ha cambiado en el país es el estado civil del presidente, de 59 años, que se casó en julio con su portavoz, Martha Sahagún, lo cierto es que la percepción generalizada en los sondeos de opinión es que el país registra pocos resultados tangibles en el combate contra el paro, la delincuencia o la pobreza. Y las políticas sociales son, de hecho, una continuación de las aplicadas por el PRI.

Los siete puntos de crecimiento económico prometidos en campaña quedaron reducidos a cero al entrar en barrena Estados Unidos, mercado del 87% de las exportaciones mexicanas. Además, lejos de crearse 1,5 millones de empleos se han perdido 200.000, según cifras oficiales. 'El principal problema es de recursos, sin duda. Porque México sigue siendo un país pobre tantas veces arruinado por gobiernos corruptos, y para colmo, la recesión de Estados Unidos se nos ha venido encima', sostiene el analista Federico Arreola. 'Pero, por supuesto, no queremos que los obtenga. Por eso muchos hemos estado contra su reforma fiscal. ¿Y por qué nos oponemos? Porque las libertades en la recién estrenada democracia mexicana pocos las estamos usando responsablemente'.

Más del 85% del presupuesto se dedica a atender la servidumbre de las deudas del Estado, mientras el Congreso, dividido en tercios y en prima donnas, rechaza la reforma fiscal propuesta porque establece el IVA para medicinas y alimentos en un país con casi 50 millones de pobres. La ausencia de recursos y el antagonismo político explican algunos incumplimientos, pero no justifican otros atribuibles en parte, según los críticos, a la impericia y carencia de operadores capaces de conciliar entre el Ejecutivo y el Legislativo, incluido en éste el conservador y gubernamental Partido Acción Nacional (PAN), con quien Fox mantiene relaciones más erráticas que fluidas. El partido oficial cuenta con 206 diputados en un Congreso de 500 escaños.

El déficit de operadores gubernamentales no parece ajeno tampoco al fracaso de operación abierta el mismo día de la investidura presidencial, el primero de diciembre del pasado año, para pacificar Chiapas. El primer objetivo de la Ley Indígena, recientemente aprobada por el Congreso, era desarmar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), sublevado en 1994. El empeño fue inútil, pues limitó la autonomía de los once millones de indígenas establecida en el proyecto de ley de 1995, negociado por el EZLN y delegados del Gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000). La nueva ley contrarió a sectores del Gobierno de Fox, a los rebeldes y a las principales organizaciones indígenas. El conflicto continúa enquistado.

La popularidad de Vicente Fox es, sin embargo, alta, porque, al parecer, las expectativas de los mexicanos no son tantas como las manejadas públicamente. Descendiendo de un promedio del 80%, en una encuesta publicada el viernes por el diario Milenio, el 67% señala que el gobernante está haciendo 'bien' su trabajo, pero el 59% considera que las cosas han cambiado 'poco' en México, y el 18% cree que no ha cambiado nada. 'El problema está en que sólo la cuarta parte de la población cree que Fox vaya a cumplir los objetivos', subraya la socióloga María de las Heras. Son sólo nueve meses de mandato, pero 'tarde o temprano la opinión pública exigirá lo que se le prometió'. La popularidad fue del 6,9%, con tendencia a la baja, en el sondeo difundido el pasado miércoles por el periódico El Universal.

El politólogo Luis Alejandro Arroyo tiene la impresión de que el presidente Fox aún participa del triunfalismo vivido la noche de la victoria electoral del 2 de julio del 2000, y continúa inmerso en el mesianismo político propio de un aspirante al poder, pero no de un gobernante en ejercicio. También se percibe una suerte de ansiedad por querer hacerlo todo, cuando ese empeño sería imposible al menos en un periodo de seis años. 'Lo importante', señala Arroyo, 'es sentar las bases institucionales de una democratización integral del Estado mexicano, independientemente de quién llegue al poder'.

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