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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Navidades rojas

La armoniosa y familiar Navidad que acostumbra a tener un abogado de Kansas se convierte en una odisea con cadáver incluido en la novela La cosecha de hielo, de Scott Phillips.

LA COSECHA DE HIELO

Scott Phillips Traducción de Catalina Martínez Muñoz Mondadori. Barcelona, 2001 188 páginas. 2.200 pesetas

Es una buena novela de crímenes La cosecha de hielo (The Ice Harvest, 2000), primera de Scott Phillips (Kansas, 1961): la Nochebuena de un abogado católico y divorciado, en Wichita, Kansas, en 1979. El héroe bebe mientras cruza a 80 kilómetros por hora la zona escolar y no lo detiene la policía porque el jefe del abogado la soborna. Es la última vez que el abogado Charlie recorre la ciudad de toda la vida. Su Nochebuena es un viaje por bares de strip-tease, locales de masajes mágicos y cines pornográficos con el letrero luminoso a punto de fundirse: los prósperos negocios del jefe. La intriga es ésta: ¿adónde y por qué se va el abogado?

El mundo del abogado que desaparece lo habitan cariñosos camareros brutales y bebedores que miran a bailarinas que leen la biografía de Gandhi y entran en trance y hablan con los muertos cuando se quitan las bragas sobre el mostrador. La Navidad es el desamparo, un resbalón en el hielo, velas encendidas detrás de los cristales y todo naranja a la luz de las farolas callejeras, incluso la nieve, buscando los últimos locales abiertos. Al abogado lo espera una maleta llena de dinero y un socio: los héroes de la historia son amigos católicos que se matan entre sí, criminales honorables que, por intrepidez o por aburrimiento provinciano, han pasado del delito legal a la carnicería.

Hay humor: hay que llevar a casa al cuñado arquitecto, esposo insatisfecho y borracho, y el abogado divorciado aparecerá con su pariente político en la cena navideña de sus antiguos suegros, a la hora del postre. ¿Cómo lo reciben sus niños muertos de sueño, y el nuevo padre de los niños, y los suegros, y la antigua mujer? El abogado mira con emoción a la esposa perdida, un segundo antes de recordar que la detesta. La vida es confusa, y el lector desprecia el azar irrebatible que castiga al criminal: quiere que este hombre repugnante huya con su maleta de dinero y vuelva a vivir y salga en otra novela. El experto en leyes cree preparar la nueva vida y quizá se esté despidiendo para la otra mientras en la televisión echan viejas películas de piratas y sermones, y el socio no acude a la cita, y de la nieve surge un cadáver, y aparece un trozo de dedo en un garaje. Entonces, a orillas del río, piensas en quién no te ha felicitado la Navidad.

Habrá una mujer endemoniada, de uñas arañadoras y acento extranjero, austrohúngaro o lituano, y un duelo final que recuerda películas como La dama de Shangai o El honor de los Prizzi: ahora la literatura nace del cine que nació de la literatura. La noche alcohólica, la noche de romper dedos navideñamente y hundir en el lago helado armarios con alguien dentro, la noche de redimirse traicionando y torturando, la diversión y la costumbre de la sorpresa sangrienta: los clichés se repiten apaciblemente, felizmente, de una página a otra, otra vez el gusto de la novedad siempre repetida.

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