Universalidad de la razón

Dos monografías sobre Enmanuel Levinas confirman el aumento de su presencia en España y reivindican su lugar en la filosofía. Son libros complementarios, mientras uno aborda la parte creativa y lo filosófico del pensador francés, el otro ahonda en lo judío del mismo.

Enmanuel Levinas es un autor en alza, también en España, si atendemos al número de traducciones, tesis doctorales, encuentros a él dedicados, y monografías como éstas de Patricio Peñalver y Alberto Sucasas.

Durante varias décadas fue visto como un autor marginal y raro, del que sólo se ocupaba la tribu de fenomenólogos o especialistas del pensamiento judío. Argumento de alteridad, de Patricio Peñalver, reivindica un lugar de honor en la filosofía sin adjetivos, exigiendo y proponiendo rigor en su lectura. Este enfoque no es ocioso, pues el Levinas semiclandestino de antes corre el riesgo de ser ahora devaluado con lecturas teístas, humanistas o posmodernas, tan entusiastas como inapropiadas.

Levinas, introductor en Francia de Husserl y Heidegger, y buen conocedor de Rosenzweig y Cohen, es decir, del pensamiento judío moderno, es un autor exigente. Peñalver brinda al lector veinte años de reflexión con un libro que es un paseo por los secretos de Totalidad e infinito, el texto fundamental del autor lituano-francés. Basta comparar la soltura de las reflexiones de Peñalver con las oportunas citas de Levinas para darse cuenta de la claridad de aquél y de la exigencia de éste.

De la lectura del libro se desprende que Levinas es un autor ambicioso, original. Es ambicioso porque, al igual que Heidegger y que su maestro Rosenzweig, se enfrenta a la filosofía occidental, la que va desde Jonia hasta Jena, es decir, desde los presocráticos hasta Hegel. Se enfrenta a ella y denuncia una latente ontología de la guerra en la famosa racionalidad europea. Es original porque su pensamiento pivota sobre el otro y no sobre el yo, primando la alteridad sobre la autonomía, santo y seña del pensamiento moderno. El resultado es una filosofía creativa y fecunda como muestra el hecho de que se recurra a ella cuando la canónica no sabe qué decir.

El enfoque de Alberto Suca

sas es diferente. Si Peñalver acentúa lo filosófico del pensador judío, El rostro y el texto. La unidad de ética y hermenéutica, lo judío del pensador francés. Analiza dos lugares tan levinasianos como el libro y el rostro para desvelar la estructura del ser humano y del modo de ser de la vida. El libro es el principio de la vida, en él está escrito el destino del hombre; pero el libro sin lector, sin lectura, es letra muerta; y el texto, una vez entendido, obliga a cambiar el mundo. La interpretación conlleva transformación del mundo, mal que le pese al otro judío, al autor de la novena tesis sobre Feuerbach, Carlos Marx. En lo que sí coinciden ambos es que sin transformación del mundo, la interpretación del texto es sospechosa. Otro tanto ocurre con el rostro: al hacer propia la mirada del otro, el hombre se constituye en sujeto humano y la interiorización de esa mirada funda la responsabilidad del hombre ante los demás. No es la libertad la que funda la responsabilidad, como se piensa habitualmente, sino la mirada del otro. No es escaso mérito del autor el mostrar sobradamente que estas tesis, que circulan ya entre hermeneutas y moralistas, tienen su origen en la propia historia de Israel, de ahí la reivindicación del judaísmo, la tradición olvidada de Occidente. En la alianza de Yahweh con Israel estaría la matriz común de la ética y de la hermenéutica.

Estos dos enfoques de un pensador como Levinas ponen de manifiesto la complejidad de lo que se suele llamar pensamiento judío. Es, por un lado, una filosofía con pretensiones de validez universal, allende credos y culturas, igual que la que viene de Grecia; pero, por otro, no puede desprenderse de sus orígenes, del monoteísmo del desierto. Peñalver muestra que esa filosofía puede alcanzar la universalidad de la razón.