Tragedia
El accidente aéreo del avión de Binter en el aeropuerto de Málaga, además de una tragedia por la pérdida de vidas humanas, pone de manifiesto, una vez más, la carencia de Málaga en infraestructuras adecuadas a su crecimiento. Sucedió también con el fallido atentado de ETA en al aeropuerto malagueño. Durante largas y angustiosas horas Málaga y la Costa del Sol padecieron un monumental atasco en las vías de acceso y salida de Málaga y del aeropuerto. Las dos vías existentes, la N-340 y la autovía, quedaron colapsadas. El tercer aeropuerto de España queda aislado, conectado tan sólo por el tren de cercanías.
Málaga pretende ser la capital económica de Andalucía y mientras tenga estas comunicaciones no será más que un deseo. El acceso norte al aeropuerto es una histórica deuda del Gobierno central con Málaga. Está previsto en la futura hiperronda, aún en fase de estudio informativo. Una esperanza lejana. Se entiende ahora que el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, intentara una y otra vez arrancar al ministro Álvarez Cascos un compromiso y un calendario para su construcción. Álvarez Cascos se comprometió a firmar un convenio sobre los accesos, pero no fueron más que palabras.
La Junta de Andalucía debe acometer, también y sin dilación, la vía de comunicación entre el Parque Tecnológico y el aeropuerto. Parece que para el año 2004 se inaugurará un nuevo acceso al aeropuerto malagueño, partiendo de la autovía del Mediterráneo a la altura de Guadalmar. De momento, sólo está adjudicada la redacción del proyecto.
No es menor el problema de las comunicaciones de Melilla con la España peninsular. Que el presidente de la ciudad autónoma, Juan José Imbroda, haya denunciado abandonos y olvidos, promesas y compromisos, no es más que el estallido de la impotencia de quien asiste al aislamiento de esta parte de España. Si en el caso de Málaga estamos hablando de caravanas y atascos, en el de Melilla hay que hablar de pérdidas de vida humanas.
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