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Tribuna:LA PLAYA | Vera y Joaquín Almunia
Tribuna
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Espacio libre en un lugar histórico

Joaquín Almunia

El Playazo de Vera es un gran trozo de arena abierto al Mediterráneo, convertido en lugar de encuentro plural y generoso con quienes lo visitamos con fidelidad. No siempre fue así, como nos lo recuerda el Cerro de la Pelea, donde según la leyenda los lugareños trataron de rechazar el desembarco de los cartagineses de Aníbal. Hoy, un parque acuático se ha atrevido a profanar la memoria de aquellos hechos heroicos, y duele contemplar un horrendo tobogán azul instalado sobre sus vestigios.

El Cerro marca, con la debida flexibilidad, la línea divisoria entre la zona naturista de la playa, que se extiende en dirección norte casi hasta la desembocadura del Almanzora, y el resto del Playazo -otros cinco kilómetros-, en el que conviven ejemplarmente los antiguos habitantes de las casetas-vivienda de Garrucha, algunos colonos belgas pioneros de la urbanización Puerto Rey, y los visitantes que poco a poco nos hemos dejado seducir por sus encantos, hasta caer en sus redes.

Los hay que prefieren bajar a la playa en cuanto despunta el sol. De buena mañana, el mar no ha despertado aún de su descanso nocturno y el agua parece haber recibido un baño de plata, hasta confundirse en el horizonte con el color del cielo. Es el momento de emprender un largo paseo, antes de que empiece a apretar el calor. Caminando en dirección sur, a lo lejos se divisa la silueta de Mojácar, incrustada en las estribaciones de Sierra Cabrera.

Para los más perezosos, el atardecer desde el Playazo ofrece otra visión mágica. El sol se encamina hacia su ocaso, y sus últimos rayos consiguen extraer del Mediterráneo un azul intenso, mezclado con pinceladas de color rosa. La Sierra Almagrera, perforada ya por fenicios y romanos en busca de sus minerales, se viste a esas horas con sus mejores galas. Apetece leer sentado cerca de la rompiente de las olas, o prolongar la conversación con los amigos hasta que la temperatura aconseja ponerse a resguardo y prepararse para la cena.

La mesa y los fogones no están lejos. En el chiringuito de Maruja, o en el de María, se preparan ya los avíos para preparar los pescados del día o, si se tercia, dorar sobre la plancha unos espléndidos gambones de Garrucha.

Dicen que cerca de allí, en el fondo de una sima a pocas millas de la costa, descansa para siempre la famosa bomba de Palomares, que pudo en su día causar muerte y desolación en este lugar. Este verano, en cambio, bajo la arena y protegidos por un vallado, reposan en la playa unos huevos de tortuga que se han convertido en un símbolo de vida y en un ejemplo de respeto a la naturaleza.

Joaquín Almunia es diputado socialista en el Congreso y nació en Bilbao en 1948

La playa de Vera en los años sesenta.
La playa de Vera en los años sesenta.

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