Un curso resalta el humanismo de Isabel la Católica
El catedrático Nicasio Salvador recuerda sus aficiones culturales
El reinado de Isabel la Católica (1451-1504) suele recordarse por la unión de Castilla y Aragón, el descubrimiento de América en 1942, la expulsión de los judíos o la conquista de Granada. Con menor frecuencia se recuerda que además, y en parte por voluntad de la reina, fue un periodo de intensa actividad cultural.
El catedrático de Literatura Medieval Nicasio Salvador, que ha dirigido esta semana un seminario sobre Isabel I en la Universidad Complutense, en San Lorenzo de El Escorial, explicó en la clausura del encuentro los hitos que, a su juicio, convirtieron a la reina Isabel I en firme impulsora del humanismo.
El acrecentamiento de la nómina de escritores, la renovación de géneros literarios y el surgimiento de otros nuevos, la progresiva secularización de la cultura, el abaratamiento de los libros que propició la imprenta, la proliferación de traducciones, la formación de bibliotecas, el desarrollo del mecenazgo o el traslado a la Península de humanistas italianos son algunos de los acontecimientos culturales de la segunda mitad del siglo XV que Salvador vincula estrechamente a la labor de la reina.
Interesada en las letras
'Isabel estaba mucho más interesada que su marido por las letras y las artes', afirmó el catedrático. Puso como ejemplo el interés que mostró por la difusión del latín: lo estudió ella, en 1482; lo hizo aprender a sus hijas, lo que la convierte en pionera en preocuparse por la educación de la mujer, y fomentó su estudio en los conventos de monjas.
También fue grande su interés por el teatro cortesano, en particular por los momos, espectáculos que mezclaban teatro, disfraz, música y baile en cuyas representaciones participó alguna vez. Una tercera muestra de su devoción por las letras fue su biblioteca, que alcanzó cerca de 400 volúmenes en una época en que los libros eran objeto de lujo que se dejaban en herencia como una gran posesión.
Para el catedrático, el humanismo castellano y catalán durante el reinado de Isabel I tuvo un desarrollo muy similar al italiano. La principal diferencia fue que las cortes peninsulares eran itinerantes y arrastraban consigo sus libros y pinturas en cada viaje, con riesgo de deterioro y de pérdidas. Esto explica, opina Salvador, por qué el legado de las familias nobles de la época no fue tan brillante como el de las casas de Génova, Venecia, Milán o Florencia.
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