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Columna
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Una elección

Según un reciente estudio publicado en la revista Neuroimage, y dirigido por Marcel Just, catedrático de una universidad de Pittsburg (Estados Unidos), el cerebro humano no es capaz de realizar simultáneamente dos tareas de un cierto grado de complejidad con la misma eficacia que si las realizara por separado. Según Luis Montoro, catedrático de Seguridad Vial de la Universidad de Valencia, tras hablar por el móvil minuto y medio, incluso con las manos libres, dejan de percibirse el 40% de las señales de tráfico. ¿Impedirán los de Tráfico a los conductores hablar? No, pero no será por falta de ganas, sino por temor a una rebelión. Jordan Grafman, un neurólogo de Maryland, opina que, aunque el estudio publicado en Neuroimage no incluye el uso de teléfonos móviles, 'los legisladores tienen que saber que el intentar hacer varias tareas a la vez acarrea un coste'. Leo eso, lo releo (porque en la primera lectura me estaba comiendo una patata frita), y tiemblo conociendo cómo se las gastan algunos legisladores. Prohibido ya el móvil para el conductor, algo razonable; ¿prohibirán hablar con el manos libres? Bueno, no parece tan grave, pero ¿sería el siguiente paso prohibir hablar con el conductor, como con los de los autobuses? Y en cuanto a los peatones, ¿prohibirán a las parejas decirse ternezas -o insultos, si toca- mientras cruzan una calle?

Se me ocurren bastantes frases para Tráfico, supongo que porque no estoy hablando ni escuchando música. Si quieres contar un chiste, no conduzcas. Si quieres oír la radio, no conduzcas. Y así hasta el infinito, o hasta el hartazgo, que siempre queda más cerca. Stevie Wonder sabía de esto un rato: si bebes, no conduzcas. Nunca comprendí por qué eligieron a un ciego para aquella campaña. Ahora puedo imaginarlo: quienes la aprobaron estaban estudiando propuestas de nuevas multas. O quizá es que incluso Tráfico saca a relucir, muy de cuando en cuando (lo de Stevie es más viejo que mis zapatillas) un cierto sentido del humor. De Gerald Ford se decía que era tan tonto que no sabía andar y mascar chicle a la vez. Ahora sospecho que no es que fuera tonto, sino que mascaba chicle como nadie.

Afirmaba Mao, según recoge Jonathan Spencer en Mao (Mondadori), que abrir y cerrar un libro 'es mucho más fácil que matar un cerdo'. Mao ignoraba que lo verdaderamente difícil es matar un cerdo y abrir y cerrar un libro a un tiempo. Ya sabemos que la gente miente cuando habla; pero eso es porque hablar y mentir viene a ser lo mismo. Contaba Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero que vio a unos afásicos desternillándose de risa ante el televisor. Estaban viendo un discurso de Reagan, y no podían entender lo que decía, pero, por la expresión y la actitud del presidente, lo que sí sabían era que estaba mintiendo como un condenado. Quizá eso signifique que también mentir y fingir gestos sinceros a la vez es muy difícil.

El artículo sobre las conclusiones del estudio me dejó bastante preocupado, ya que, aunque no suelo hablar con el móvil cuando estoy al volante, a veces voy con alguien, y si se nos ocurre algo que decir, charlamos. Y ahora temo que en ese momento comienzan a suceder dos cosas: conduzco como un conejo y empiezo a decir sandeces. Dos días después de leerlo, lógicamente atribulado, salí de Madrid con un amigo. Íbamos a un pueblo que está a unos ochenta kilómetros de la capital. Conducía él, y yo llevaba abierto el mapa de carreteras. Creyó que estaba enfadadísimo, porque apenas contestaba a sus preguntas e intentos de entablar conversación. Es bonito el paisaje, ¿eh? Monosílabo al canto. ¿Pongo el aire acondicionado? Monosílabo que te pego. Hay mucho coche para la hora que es, ¿no te parece? Silencio sepulcral. Incluso cuando me preguntaba si había que girar o coger tal desviación, yo me acordaba de nuestra seguridad y me lo pensaba muy mucho antes de responder. Estuvimos a punto de matarnos cuatro veces, pero al menos creo que vio bastante más del 60% de las señales. Seguimos siendo amigos de milagro. Anteayer me propuso acompañarle a El Escorial, a una charla de uno de esos cursos que hacen más divertido el verano (si cabe). Lo rechacé. Pronto tendré que elegir entre seguir hablando en el coche o quedarme sin una amistad de veinte años.

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