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Crónica:CORRIDAS GENERALES DE BILBAO | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Nada de la nada

En la corrida no ocurrió nada. Nada de la nada, dijo el castizo y aún se quedó corto.

Lo que se dice absolutamente nada: eso ocurrió. Lo cual no es negativo del todo, francamente. La gente de a pie, como un servidor, no, pero la que es de estudio y filosofía, a la nada le saca partido. Sartre, sin ir más lejos; Nietzsche con él. Menudos eran. Se ponían a filosofar sobre la nada y les salía un frondoso jardín.

Entre quienes padecieron esta corrida quizá alguien señale un sucedido que cuestionaría el ya expuesto balance de la nada: un toro le pegó una cornada a un caballo. Y es verdad, si bien las cornadas a los caballos inocentes más valdría olvidarlas.

Reseñemos, no obstante, que el quinto toro, único con fuerza de la nefasta corrida, romaneó al caballo de picar, desmontó al El Viruta, que no supo defenderlo, y ya el caballo a su merced, lo tiró al suelo y allí lo corneó enfurecido pese a los intentos de quites y a los esforzados coleos. Si no llega a ser porque iba forrado de guatas, lo hace virutas. Y aun así consiguió meterle una cornada cerca del cuello. Cuando los monosabios se llevaban al caballo obligándole a trotar para que llegase antes a la cura, uno de ellos se quitó la blusa y la arrebujó contra la herida para contener la hemorragia, lo cual fue muy aplaudido.

Fernández / Ponce, Caballero, Mora

Toros de Atanasio Fernández y de Aguirre Fernández Cobaleda, con presencia, inválidos -uno devuelto por este motivo- y totalmente descastados; 5º sacó poder. 4º, sobrero de Los Bayones, con trapío, inválido y borrego. Enrique Ponce: estocada (palmas); estocada caída, rueda de peones y dos descabellos (aplausos y salida al tercio). Manuel Caballero: estocada y descabello (silencio); pinchazo y estocada ladeada (silencio). Eugenio de Mora: pinchazo y estocada (vuelta); bajonazo y rueda de peones (silencio). Plaza de Vista Alegre, 24 de agosto. 7ª corrida de feria. Cerca del lleno.

El público buscaba continuamente motivos para aplaudir y apenas los encontraba. No podía ser con aquellos toros gordos de perniciosa invalidez y supino descastamiento. Los toreros se ponían porfiones con ellos y ni por esas. Hubo un toro -el tercero- que embistió un poco más y eso permitió a Eugenio de Mora darle algunos pases de mediano corte y relativo gusto.

El tuerto era el rey en el país de la invidencia, que se suele decir (poco más o menos). No se trataba, por supuesto, de que el público bilbaíno concediera mayor mérito a Eugenio de Mora que a sus colegas, pero si había conseguido tirar algunos pases de largo recorrido, por algo sería.

La gente ya se sabe que en cuestión de matices no pierde el tiempo rompiéndose la cabeza. Las multitudes son muy suyas. El meritado Nietzsche, a la masa humana la llamaba muchedumbre, si estaba de buenas, y si de malas, rebaño. Hoy día le habrían condenado al ostracismo por eso. Aunque no lo había más valiente, se las tenía tiesas con el poder e invitaba a la rebelión nihilista para empezar desde cero. 'Dios ha muerto' decía el tío.

Jean Paul Sartre andaba con las mismas y había un nadaísmo revisionista de la moral burguesa y de los poderes opresores del pueblo llano. Todo lo cual se recuerda aquí no por embarullar, sino porque a lo mejor le hace falta a la fiesta otra revolución sin contemplaciones que acabe con el monopolio económico y artístico, la mentira que han montado acerca de la casta del toro y la descarada golfería de los gacetilleros áulicos.

La fiesta de los toros lo era del arte y del valor y la han convertido en una miseria. Toros cayéndose, como ocurría con los impresentables atanasios y el sobrero de Los Bayones, no se podían concebir salvo desde su manipulación fraudulenta. Toreros al estilo de Ponce con petulantes maneras, al de Manuel Caballero con desganadas formas, al de Eugenio de Mora desorbitando sus gestos voluntariosos, porfiando los tres para apenas sacar medio pase, pues los toros no tenían resuello para embestir, o volvían grupas para escapar a tablas cantando su condición de bueyes, componían unas imágenes lamentables indicativas de la ramplonería que caracteriza a esta fiesta.

La han reducido a la nada. Y a lo mejor éste es el momento de hacerla renacer de sus cenizas armando la revolución, caiga quien caiga. O dejar que desaparezca para siempre jamás.

Un <b></b><i>monosabio</i> tapona la cornada que el quinto toro le pegó al caballo de picar.
Un monosabio tapona la cornada que el quinto toro le pegó al caballo de picar.TXETXU BERRUEZO

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