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LA EXTRAÑA PAREJA
Columna
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Una de películas

El domingo volví a ver Grand Canyon, la película de Lawrence Kasdan, y de nuevo lloré como una perra: y eso que, siendo una anterior a Bush jr., contiene esperanzas. Cuando se rodó, en 1991, existía aún el Gran Cañón. Ahora no estoy segura. No sé qué andará haciendo por allí Jorgito el Letal, con su fumigador de ambientes. De cualquier modo, cuando se estrenó, creíamos haber dejado atrás los feroces ochenta, y parecía que íbamos a replantearnos la necesidad moral de sobrevivir a nuestra codicia. Pero vinieron los noventa, y entre todos los hicimos peores. En la mayoría de los sitios, por votación masiva, además. O sea, que el domingo lloré como dos perras.

Antes me relajaba llorar en el cine. Ahora me angustia. Y me obliga a hurgar en la herida. Por ejemplo, después de quedar hecha polvo con Grand Canyon, puse en el DVD, por propia iniciativa, Blade Runner, que es su continuación natural. Cielos, clamé al Cielo, y como no me oyó, no tuve más remedio que rebuscar en mis archivos para culminar la sesión con algo más alegre. Cantando bajo la lluvia, me dije, será lo más adecuado. Y no vean.

Hay como un destino australiano o neozelandés, cosa de las antípodas, supongo, que persigue a los ídolos de la pantalla de aquellas latitudes después de que triunfan en Hollywood. ¿Será Nicole Kidman su próxima víctima?

Antes de que piensen que mis inclinaciones cinéfilas son prediluvianas, les diré que hace poco asistí a una sesión de The Mexican. Quienes también la hayan visto comprenderán lo que sentí ante tamaño despilfarro de México, Roberts, Pitt y Gandolfini: tuve que ir a por palomitas, para poder terminarla. En fin.

Les decía que puse Cantando bajo la lluvia para animarme un poco, sin recordar que en la escena final también solía llorar: de gusto, al ver que Debbie Reynolds es reivindicada en público por Gene Kelly. Pues bien, desde que estalló el affaire Tom Cruise-Nicole Kidman-Penélope Cruz ni siquiera ese final borra mi amargura.

Piensen en ese otro hogar destrozado. A cierta edad a una le gusta pensar que las estrellas de Hollywood son felices. Cierto, siempre sospeché que a Kubrick le había matado ver a los protagonistas de su última película cruzarse como peces en un acuario, sin jamás mostrar calidez alguna en su relación. ¡Mas de eso a un divorcio tan abrupto! Piensen en sus hijos, en esos otros niños obligados a vivir la experiencia de un divorcio para acabar (no quiero ni pensarlo) en uno de esos campamentos de verano en los que Emilio Aragón enseña música clásica a los chiquitines, empuñando él mismo la batuta. Dirán que en Hollywood no disfrutan de Emilio Aragón: no sean ingenuos, tienen a Chevy Chase.

Resumiendo, que cuando vi de nuevo a Debbie corriendo por la sala y a Kelly gritando al público desde el escenario: '¡Detengan a esa chica! ¡Ella es la verdadera reina de mi corazón!' (versión libre), yo tiré del tapiz damasceno que cubre mi diván y, al tiempo que lo llenaba con mis llantos, mocos y otras heces, pensé que Tom Cruise debería hacer algo así, un día de estos, con Nicole Kidman. Y no es que no me guste Penélope Cruz. Pero, francamente, ¿puede una vivir en un mundo en el que hasta Kidman es abandonada por otra más joven?

Todo ello sin contar con que creo que el dolor ha vuelto mala a Nicole, y la hace aparecer en los estrenos con el aspecto de una Morticia que prepara su venganza. Hay como un destino australiano o neozelandés, cosa de las antípodas, supongo, que persigue a los ídolos de la pantalla de aquellas latitudes después de que triunfan en Hollywood. Peter Finch murió prematuramente, Mel Gibson y Russell Crowe han caído en manos de peluqueros sin escrúpulos, Sam Neill no ha podido salir de la jodida isla de los dinosaurios... ¿Será Nicole Kidman la próxima víctima del Antipoide Asesino?

El 5 de octubre lo sabremos. Es el día señalado por los abogados para el reparto de los bienes gananciales de la pareja. Y una de dos: o la rechazada empieza a largar y a destejer el sueño de Penélope, o saca las agujas de vudú que ha estado adquiriendo furtivamente y esos dos se van a enterar de lo que vale un peine.

P. D.: Lo que antecede constituye un férreo esfuerzo para no hablar de Gescartera, ni de inmigrantes, ni de alienígenas en Menorca. Espero que sabrán valorarlo como merece.

Nicole Kidman.
Nicole Kidman.

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