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Reportaje:ARQUITECTURAS | RAMÓN CORTÁZAR

Creador del San Sebastián romántico

Ramón Cortázar no cuenta con monografías profusamente ilustradas que reseñen sus aportaciones a la arquitectura vasca de entresiglos y tampoco ha alcanzado nunca un apartado destacado en las enciclopedias autóctonas, pero cualquier donostiarra o visitante a la capital guipuzcoana se encuentra en cada esquina de su Ensanche con las aportaciones de este arquitecto que fue, por otra parte, gran valedor del cinematógrafo y otras artes escénicas en el San Sebastián de los primeros decenios del XX. De su estudio salieron los planos, por ejemplo, del actual centro Koldo Mitxelena, la torre de la catedral del Buen Pastor, el Teatro Bellas Artes, el quiosco del Boulevard, parte del interior de la Diputación, la Perla y la Casa de Baños en el Paseo de la Concha, numerosas viviendas, el colegio San José o el convento de las Reparadoras. Y todo esto sólo en San Sebastián, ya que también cuenta con creaciones en otras localidades de Guipúzcoa, entre las que destaca la casa consistorial de Eibar, monumento nacional de Euskadi.

Pero Ramón Cortázar no forma parte de los arquitectos decisivos. Fue un arquitecto de oficio, que bebía lo mismo de la construcción tradicional que de las distintas tendencias que venían de Europa como el eclecticismo o el art nouveau. Su obra, sin embargo, tiene un peso fundamental en el paisaje urbano de la capital guipuzcona, creada en realidad hace siglo y medio a partir del ensanche trazado por Antonio de Cortázar. Pese a compartir apellido, Ramón no tenía ningún vínculo familiar con este otro Cortázar, responsable del espíritu entre ilustrado y romántico que respira el primer ensanche de la ciudad. Pero si Antonio de Cortázar estableció los puentes con la nueva ciudad (la metáfora se hará realidad con los nuevos ensanches: el puente de Santa Catalina es obra suya), Ramón Cortázar forma parte de ese grupo de arquitectos que configuran el San Sebastián romántico, que nace tras el derribo de las murallas en 1863.

Miguel Arsuaga y Luis Sesé (autores de la Guía de Arquitectura de San Sebastián) acuden a la frase de Coderch 'no son genios lo que necesitamos ahora' para referirse a ese grupo de arquitectos que dieron forma al San Sebastián de finales del XIX. Lagarde, Escoriaza, Elizalde, Alday, Goicoa o el propio responsable del Bellas Artes forman parte de esa nómina.

Son gentes muchas veces herederas en su trabajo de maestros de obra como Aguirresarobe u Osinalde. Pero ya cuentan con otras inspiraciones que llevarán a la ciudad todo el sabor de la Belle Epoque, como se recogían en el primer número de Los Cuadernos de Publis, una publicación local que salió en los años ochenta del siglo XIX. En este ámbito se pueden incluir las viviendas que Cortázar planeó en las calles Garibay, Zubieta y Prim. Los detalles en la formación de los huecos, en los arcos, carpinterías y vidrieras, en la forja de los balcones y en los miradores se observan en los tres edificios, aunque quizás el más cercano a los postulados del modernismo sea el primero.

Cortázar también trabajó en otros estilos, como muestra el edificio que diseñó para alojar el Instituto Provincial, también conocido como Palacio Urdaneta, realizado en colaboración con su primo Luis Elizalde. Aquí la referencia es el eclecticismo, corriente arquitectónica puesta en práctica por Charles Garnier, autor, entre otros edificios, de la Gran Ópera de París o la ópera de Montecarlo.

El Palacio Urdaneta, más tarde Escuela de Ingenieros, acoge actualmente el Centro Cultural Koldo Mitxelena, después de Ángel de La Hoz y Cristina Fontán rehabilitaran su interior. Una solución similar sería más que interesante para el Teatro Bellas Artes, el segundo de los que diseñó Cortázar para su ciudad, cuando el cine pasó de las barracas itinerantes a las salas estables, en los primeros años del pasado siglo. El primero fue el salón Miramar, inaugurado en 1913, calificado en su tiempo de 'moderno'; el siguiente, proyectado un año después, será el Teatro Bellas Artes, ubicado en la confluencia de las calles Prim y Urbieta, que presenta cierta relación con la Caseta Real de Baños y La Perla, aportaciones del arquitecto donostiarra al paseo de La Concha.

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A la espera de que se decida sobre su futuro, este edificio emblemático es quizás la mejor introducción (por su estratégica ubicación frente a la entrada de Amara) para ese San Sebastián romántico del que, dentro de su modestia creadora, Ramón Cortázar fue uno de sus principales impulsores. Pero la ciudad parece que ahora sólo mira al mar.

JESÚS URIARTE

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