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Tribuna:LA PLAYA | Algeciras y Magda Bellotti
Tribuna
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Algas para un mar desierto

Me acuerdo de mi madre con sus bañadores de pantaloncito corto y cantádome al oído. A principio de los años sesenta Getares era una inmensa playa solitaria. Es verdad que entonces muy poca gente iba a bañarse pero es que, además, el acceso por tierra era muy complicado. La playa estaba totalmente desierta, no había casas, ni chiringuitos, ni barcas de pescadores, sólo las rocas del faro Punta Carnero a las que iba con mis hermanos a coger mejillones.

Comenzaron a ir a esa playa antes de que yo naciera. Getares era el destino de casi todo los domingos, cuando queríamos darnos un chapuzón durante la semana mis padres nos llevaban a la playa de Palmones porque estaba más cerca. Además de mi familia, mis padres y mis dos hermanos, venían también los tíos y primos de Gibraltar en otro coche, así que el día se convertía en algo parecido a un pic-nic inglés, con cestita típica y todo. Mi madre era de Gibraltar y le gustaba mucho lo británico.

Después de unos 20 minutos en coche por una carretera de tierra y después de atravesar el río Pícaro, llegábamos a esa especie de paraíso desierto en el que la única referencia arquitectónica era el hotel Reina Cristina y su campo de golf. Me acuerdo perfectamente de la transparencia del agua y de su arena blanca, maravillosa.

Era un sitio especialmente tranquilo, no había ni pescadores tirando del copo como en Palmones. Cuando me paro a pensarlo la ensenada ha cambiado totalmente, sin embargo nunca la he sentido ajena. Es el sitio al que voy habitualmente con mi familia, pero el paraíso se ha convertido en una playa casi urbana. A pesar de las duchas, la iluminación y la megafonía, el agua sigue estando limpia y el lugar conserva su encanto. Lo malo es el levante, el viento de levante trae hasta la orilla basuras que arrojan los barcos o que tiran desde Gibraltar. El agua no está sucia, pero no es agradable.

Si miras hacia el sur, el paisaje apenas ha cambiado; mientras que montaña arriba está todo construído, apenas queda un hueco. Además de las coquinas y las conchas finas que cogíamos a cientos en la orilla, han desaparecido también esas brillantes y luminosas algas verdes con las que jugábamos. Getares se conservó como yo la conocí hasta mediados de los ochenta, entonces la ciudad la descubrió y, aunque ganó algunas cosas, perdió otras muchas.

Magda Bellotti es galerista y nació en Algeciras en 1957.

ASÍ ES HOY

Agua: en buen estado sanitario, según los últimos datos del SAS. Arena: dorada y fina en la ensenada de Getares, rocas en el acantilado Punta de San García y La Ballenera. Limpieza diaria. Servicios: dos áreas de servicios con acceso para minusválidos, aseos y duchas. Tres fuentes de agua potable, 11 duchas, tres lavapies y 83 papeleras. Un puesto de la Cruz Roja, dos zonas infantiles, iluminación, megafonía y tres zonas de embarcaciones de pesca.

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