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ASTE NAGUSIA
Columna
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Preliminares de la fiesta

Ayer, el día inaugural de la Aste Nagusia, amaneció pasado por agua, cosa que debió de estremecer a los fans de Alaitz eta Maider, Tapia eta Leturia y a los melancólicos seguidores de Luis Eduardo Aute, ese viejo filósofo irrompible. Habrá que desear, en todo caso, que las fiestas transcurran con buen tiempo: de otro modo todo se convertirá en un ejercicio de voluntad.

En las jornadas preliminares, el aroma de la fiesta se acercaba entre inquietantes, excitados preparativos. Las txosnas iban ocupando el dominio público y todos los vecinos recibían, en el buzón de casa, un utilísimo manual de instrucciones para el ocio popular. El Ayuntamiento realizó su tradicional recepción anual, en un Salón Árabe dotado al fin de aire acondicionado. Azkuna se permitió bromear sobre el asunto. Ciertamente, a partir de ahora, el salón será menos árabe de lo habitual: todos nos habíamos dejado algún que otro kilo en esa obstinada sauna donde los discursos oficiales, más que escucharse, se padecían, al tiempo que uno sudaba como un paquidermo sin encontrar el momento adecuado para huir en busca de la fresca.

Los concejales tienen trabajo por delante (Gorordo, Basagoiti, Oleaga y Melero, por ejemplo, ya han subido a las barracas) habida cuenta de que las labores de representación, durante la Aste Nagusia les ocupan todo el tiempo. Por su parte, el alcalde Azkuna emitió un bando propio de su legendaria ilustración: nos exhortaba al respeto y a la civilidad, y nos prevenía contra las actitudes proclives 'a la algarabía, el tumulto, al gamberrismo; en definitiva, a expresiones de agresividad y violencia'. No se puede por menos de suscribir cada una de esas palabras. No llegué a entender, sin embargo, cierta apostilla final: 'comportaos como bilbaínos que sois'.

Estoy seguro de que a bilbaíno no me gana nadie (como mucho, algunos podrían empatar), pero eso de que ser bilbaíno determine, per se, ciertas elegantes maneras resulta francamente excesivo. Para nuestra desgracia, existen bilbaínos tumultuosos, gamberros, agresivos y violentos, ya que esto de ser de Bilbao no comporta condición nobiliaria alguna. Quiero entender que el alcalde nos invitaba a sacar lo mejor de nosotros mismos, algo que más que con el bilbainismo tiene que ver con nuestra condición de buena gente.

Por otra parte, se han repetido tradiciones agosteñas muy propias de la ciudad. Por ejemplo, el habitual partido 'Homenaje al socio' en que el Athletic se mide con algún equipo desconocido, entresacado de la compacta neblina internacional de las ligas europeas o americanas. 'El Athletic recompensa a la afición con un triunfo', decía la prensa al día siguiente. Y lo más triste es que tenía razón, que la afición se siente recompensada con estas mentirijillas. A ver cuándo el Athletic se anima a recompensar a la afición con una Copa de Europa.

Perdón, estaba de broma. Esta cabeza mía...

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