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Reportaje:Estampas y postales

El regreso de Tonet

Miquel Alberola

Por el Hotel Bilbaíno de Benidorm han pasado muchos huéspedes, por algo fue el primer establecimiento hotelero que abrió en esta metrópoli turística. Lo fundó Pedro Cortés Barceló, quien había trabajado en las navieras de Bilbao, y en sus viajes había visto que las playas de Valparaíso, en Chile, no tenían nada que envidiar a las de La Xanca y L'Escata, que era como entonces se llamaban las playas de Levante y de Poniente de su pueblo, y sin embargo habían desarrollado un extraordinario movimiento turístico. Con el dinero ganado en las travesías marítimas empezó a construir el hotel en 1926, mientras en algunos corros de pescadores se le conceptuó enseguida como un loco por emprender esta disparatada aventura. En 1929 finalizaron las obras y abrió sus puertas, iniciando una actividad en Benidorm que hoy supone alrededor del 45% de la renta turística valenciana.

Desde entonces, en estas habitaciones se han alojado toda clase de tipos. Algunos armaron mucho revuelo, como el cantante mexicano Jorge Negrete, pero nunca nadie causó tanto impacto como Tonet Bayona, el hijo del pescador de Benidorm fallecido a principios del siglo XIX al naufragar su barca de vela en un golpe de viento mientras se dirigía a L'Illa con el médico Pedro Bayona Fuster. La viuda había abandonado su casa frente al Tenyidor y había sido acogida por algunas familias de marinos de Benidorm que se habían instalado en La Barceloneta para estar más cerca de sus maridos, que trabajaban en barcos que siempre recalaban en el puerto de Barcelona. En la parroquia de Sant Miquel le buscaron trabajo para fregar suelos y su hijo Tonet creció con el sufrimiento de su madre y de los que pertenecían a su clase.

Con la conciencia social a flor de piel, Tonet ingresó en la FAI muy joven y pronto se convirtió en amigo inseparable de dos correligionarios anarquistas llamados Durruti y Ascaso. En una de las acciones que llevó a cabo, el asalto del Banco de Tarrasa en Barcelona, fue detenido y juzgado por robo y asesinato, y condenado a muerte por garrote vil. Entonces Benidorm se movilizó y el alcalde Vicente Zaragoza presentó un escrito, firmado por todo el pueblo y apoyado por el cardenal Benlloch, para que le fuera conmutada la pena de muerte por la de cadena perpetua, y Alfonso XIII accedió a esta petición.

Pero Tonet Bayona no cumpliría ni esta condena, porque el 18 de julio de 1936 salió a la calle liberado por los anarquistas. Cuando la FAI tomó Barcelona, Bayona fue investido con el rango de jefe de Salud Pública de Cataluña, y lo primero que hizo fue colgar en una viga por los pies al fiscal que le acusó -el juez había muerto- y dejarle morir de hambre y sed con abundante comida y agua ante sus narices. Enseguida llegó hasta Benidorm la leyenda de que Bayona echaba gasolina a los burgueses y les calaba fuego.

Bayona visitó Benidorm por aquellos días con estas credenciales, rodeado de pistoleros como si fuera Pancho Villa. Se instaló en la mejor habitación del Hotel Bilbaíno con una ventana hacia L'Illa y reunió al comité revolucionario del pueblo en su sede de la casa de la familia Palacios para hacer una advertencia muy seria: si no respetaban la vida de los vecinos de Benidorm, él mismo se encargaría de rociar con gasolina a los miembros del comité y les prendería fuego. Las mujeres de Benidorm, en agradecimiento, le llevaron hasta el hotel chocolate, bambas, toñas y pollastres. Tonet se fue por donde vino, sin que hubiese una sola represalia en el pueblo que le había salvado la vida. Sobre el fin de sus días hay varias versiones tan tupidas como las cortinas de las ventanas del Hotel Bilbaíno, aunque todas confluyen en el paredón.

Vista de la playa de Benidorm, con L'Illa al fondo, desde una habitación del Hotel Bilbaíno.
Vista de la playa de Benidorm, con L'Illa al fondo, desde una habitación del Hotel Bilbaíno.JESÚS CÍSCAR
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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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