_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Parejas

Se tumbó junto a la piscina y entornó los ojos, mientras acariciaba voluptuosamente el agua. Todo su cuerpo exhalaba un olor a amoniaco y a tequila añeja de zapalote. La noche anterior, estuvieron en el chalé de su vecino, el subsecretario y compañero de facultad, tomando margaritas, hasta la madrugada. Luego, abandonaron la lujosa urbanización, burlaron a los bandarras de la seguridad, y se bañaron desnudos en la cala, a la que se accedía por un camino privado. Recordaba vagamente el sabor a cangrejo de los pechos de su esposa, los jadeos de Mariví y los gritos patrióticos del subsecretario: los mismos que de estudiante profería en el prostíbulo de la madama Duchamp, cuando se ponía ciego de garrafón y se cepillaba a una de las pupilas: en la plenitud del orgasmo, no soltaba berridos de placer, sino un ¡Arriba España! tan estentóreo que ponía a la madama en vilo: Hijo, déjate ya de adhesiones, que estamos en eso de la transición, y me pueden desgraciar el negocio. Y no veas, ahora que tengo una parroquia forrada de pasta, formal y democristiana.

Cuando la criada filipina le llevó el inalámbrico, escuchó la voz trémula del subsecretario: Salgo para Madrid, me han llamado urgentemente del Ministerio, no sé para qué, pero imagínatelo. Las últimas noticias eran inquietantes, aunque el propio subsecretario lo tranquilizó: Mira, hay otros clientes especiales y hasta algunos intocables, como para que reviente el ingenio. Se levantó, fue al dormitorio y despertó a su esposa. Nos van a meter en un buen escándalo. ¿Por lo de las parejas? Que va, por lo de las maletas. El subsecretario los había iniciado en aquel juego erótico de los intercambios. Es muy excitante, ya verás. Meses después, lo persuadió de lo de las maletas con dinero negro. Es mucho más excitante: poseerás el poder. Sin embargo, estaba espantado, y como era de obediencia vaticana, pidió al Santo Padre que así como había evaporado el infierno, evaporara también Gescartera. Pero eso ya era más que un milagro: eso era la letrina nacional, rebosante de inmundicias y peristas públicos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_