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Placeres | GENTE
Columna
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COMIDA RÁPIDA

El Ángel de la Gastronomía sonríe mientras baja por las Ramblas escuchando las incesantes lamentaciones del ínclito señor Patanegra.

-Prometiste llevarme por los caminos del placer y me llevas nada menos que a una hamburguesería -se queja éste, al borde del ataque de nervios-. Lo siento, ángel, pero aquí me has fallado. Será por el calor o te ha dado un aire, pero no vas bien...

-Tranquilízate, mi sulfurado amigo -trata de detener su ira el ángel-. Mi interés en este caso no radica en encontrar un improbable placer en uno de esos locales de fast food que tanto abundan, sino en demostrarte que, pagando un poco más, se podría conseguir una comida rápida de calidad. ¿Qué me dices a esto, enojado mortal?

El señor Patanegra observa al ángel con desconfianza.

-Vamos a un ejemplo práctico -prosigue el ángel mientras le muestra el cartel que anuncia la superoferta de una hamburguesería-. Aquí dicen que nos dan dos hamburguesas por 500 pesetas. Dime, ¿no aceptarías encantado pagar 1.000 pesetas por una, pero bien hecha?

-Pues, la verdad, sí, lo preferiría. Pero, ¿cómo lo harías? ¿Utilizarías tu poder angelical?

-No es necesario malgastar mi poder en algo que puede solucionarse con sensibilidad y sentido común -dice el ángel-. Empecemos por el pan. En vez del bocadillo gomoso que suelen darte, ¿no firmarías un pan esponjoso, con un ligero perfume a sésamo y con una miga blanca y tierna?

-Sí, claro, pero el pan no lo es todo...

-Por supuesto, querido Patanegra, por supuesto... Imagínate además que la ensalada fuera fresca, bien cortada y variada. El tomate, fresco y bien aliñado, podría ser confitado en aceite, y la cebolla sería tierna. Los pepinillos no serían muy avinagrados, para que no fueran demasiado fuertes... y para la carne podrías elegir entre una hamburguesa de ternera, de cerdo, de pato, de pollo, de capón, de atún, de salmón...

-Sí, hombre, y de avestruz...

-¿Por qué no? -concede el ángel-. Se trata de echarle calidad e imaginación a la cosa. Las salsas, además, serían variadas. Habría mayonesas con distintos sabores, mostaza, salsa Perrins, tabasco...

-¿Estás hablando en serio? -pregunta el señor Patanegra.

-Por supuesto, pequeño saltamontes. Un bocadillo siempre puede mejorarse. Podría haber una carta para que cada uno se hiciera el bocadillo que quisiera. Podrías elegir pan de molde, de viena, chapata, baguette... Y podría haber biquinis de setas, mozzarela y jamón, de mozzarella y trufa, de hojaldre de brie y cebollitas.

-Vamos a ver, ángel -el señor Patanegra se pasa la mano por la cara, como si la tuviera llena de telarañas-. ¿Tú qué crees que me dirán en una hamburguesería si pido una chapata de hamburguesa de pato con cebolla estofada, queso emmental y tomate confitado?

-Yo de ti no lo haría, forastero... -se echa a reír el ángel-. Te estoy hablando, por supuesto, de un futuro imaginario, de un mundo utópico en el que el placer sería merecedor de más atención, de un mundo gastronómicamente feliz en el que las patatas fritas se harían al momento y con un buen aceite, donde habría una variedad de bebidas que incluiría varias marcas de vino y champán...

-Ángel, por favor, deja de volar y baja al mundo real... -le suplica el señor Patanegra.

El Ángel de la Gastronomía sonríe y le echa el freno a su imaginación.

-De acuerdo -concede al fin-. Mientras todo esto no llega, vámonos a un buen restaurante. Y mañana, prepárate, que nos vamos a Valencia a comer una buena paella.

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