Sara Baras hace suya la locura de amor de una reina apasionada
Sara Baras continúa cosechando éxitos con su Juana la Loca. La bailaora tiene tirón de público, y con este personaje parece haber llegado a un perfecto entendimiento. Es una Juana casi infantil y enamorada, apasionada, celosa, airada, destrozada por el dolor... Es, sobre todo, Sara Baras que ha encontrado un personaje a la medida para su lucimiento personal.
Un personaje que, además, es acogido por el público con evidente simpatía, lo que supone de entrada una baza fundamental para el triunfo. Sara Baras se identifica bien con Juana y vive su locura de amor convencida y, también, convincente. Lo vive y lo baila, en un montaje teatral que denota experiencia escénica y eficacia para llevar el flamenco a un teatro. Hay coreografía adecuada, hay buen baile, hay cante y música excelentes, hay una estética visual casi siempre atractiva.
Otros aspectos son más discutibles. La desaparición de escena del cadáver de Felipe el Hermoso, por ejemplo, o la excesiva morosidad de la última parte, que llega a pesar por excesivamente larga y lenta. Y, desde luego, es inaceptable que toda la compañía se embarque en la fiesta final por bulerías, que aun estando claro que se trata de un episodio marginal a Juana la Loca, no pinta nada en el clima de tragedia que la obra ha dejado.
Por delante habíamos escuchado la voz dolida de Dieguito el Cigala, que está cantando bien, que está hallando el sitio que desde hace años debió tener en el cante. Cantó también, en el contexto de Juana la Loca, la hermosa vidalita de su creación. Y al final hizo un impresionante cante buleariero. Fue la primera actuación de Dieguito el Cigala en el Festival del Cante de las Minas, y para muchos fue un descubrimiento.
También el cante de Talia Marín fue importante. La malagueña electrizó, en un momento de gran dramatismo. En La Unión, el flamenco vuelve por sus fueros.
