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Reportaje:VIAJES

LAS RUINAS INDUSTRIALES DE PITTSBURG

A lo largo de un siglo, esta ciudad de Pensilvania fue la capital del metal en Estados Unidos. Ahora, ya sin humos, revela un paisaje de fábricas abandonadas, cristal y acero.

Al viajero de hoy le resulta fácil encontrar testimonios de la ruina de antiguas civilizaciones esplendorosas. Sin embargo, hay esplendores recién desaparecidos en ciudades de nuestro tiempo que pueden ofrecernos la imagen insólita de gigantescas ruinas contemporáneas.

En la década de los setenta del siglo XIX, la ciudad norteamericana de Pittsburg, en Pensilvania, empezó a ser conocida como 'la forja del universo'. En ella se producía una cantidad enorme de acero y de cristal, y casi todo el petróleo de Estados Unidos. En torno a esa prosperidad, en un paisaje montuoso cruzado por tres ríos, surgieron hasta 88 barrios en los que se iban asentando las diferentes colonias de emigrantes húngaros, búlgaros, polacos, estonios, checos, griegos, armenios, italianos... Las tensiones entre las multitudes trabajadoras y sus patronos dieron origen a sucesos como la huelga del acero de 1892, la más sangrienta de la historia norteamericana, reprimida mortalmente por las fuerzas del orden. Los patronos y sus altos administradores eran gentes tan conocidas luego como Andrew Carnegie, Henry Frick, Heinz, Mellon o Hillman.

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Junto a los ríos Monongahela y Allegheny, a lo largo de muchos kilómetros, se fueron extendiendo cientos de fábricas, infinitas factorías que lanzaban al cielo sin descanso los fuegos y los humos de sus chimeneas, mientras por el río no dejaban de navegar las barcazas de transporte y en la ribera se movían numerosos ferrocarriles. Las colinas de la ciudad estaban envueltas en tal masa de humo que los automóviles tenían que llevar las luces encendidas durante todo el día. El esplendor duró un siglo, pues a partir de la década de los setenta del siglo XX, y en menos de 20 años, la capital del acero y del vidrio vio desaparecer su industria, que fue buscando lugares del mundo con mano de obra barata y costes de producción más bajos. A lo largo de muchas millas, junto a los ríos, queda el testimonio de las fábricas abandonadas, acosadas por la maleza, con sus gigantescas chimeneas cubiertas de orín. Entre ellas sólo hay una en funcionamiento, la fábrica de coke de Clairton, donde se rodó El cazador, de Michel Cimino. Su presencia solitaria parece incrementar la imagen desolada del resto.

Limpia ya de humo y contaminación, ahora Pittsburg ofrece sus pintorescos barrios a la mirada del viajero. Entre tales barrios hay que citar por lo menos Oakland, universitario, escenario de El silencio de los corderos; Bloomfield, con sus hospitales y cementerios apacibles; Highland Park, el judío Squirres Hill, o Shady Side, lleno de pequeñas tiendas de moda. Uno de los barrios negros, Hill District, el más insano de todos en la época industrial, por su altura, es hoy goloso botín para las inmobiliarias. Otro barrio alto, Mount Washington, al que se accede por medio de dos funiculares, concede una hermosa vista de la ciudad y de sus tres ríos. El lugar en que se encontraba la fábrica U. S. Steel of Homestead, donde ocurrieron las terribles batallas de la huelga de 1892, es ahora un mall con muchas tiendas y cines, sin que nada recuerde aquel capítulo sangriento.

Los magnates dejaron su huella en museos con excelentes fondos, como el Carnegle y la casa-museo Frick, antecedente de la que el mismo fundaría en Nueva York. Un extraordinario invernadero de estilo victoriano, con 13 salas especializadas y 64.000 especímenes de plantas de todo el mundo, recuerda el nombre de otro prócer, Henry Phipps. Y en las cercanías de la ciudad se alzan esas casas que construyó Frank Lloyd Wright, Fallingwater o Kaufman's house, sobre el arroyo Bear Run, y Kentuck Knob, una vivienda en canon hexagonal, que han dejado su huella en toda la construcción civil del mundo a partir de 1939. Aunque parece que el famoso arquitecto era una pesadilla para quien tenía que asegurar la intendencia de sus viviendas, pues no concedía demasiada importancia a cocinas ni a despensas.

En la propia ciudad hay otra muestra muy interesante de arquitectura, el enorme edificio de aire románico que construyó Henry Hobson Richardson en 1888, que fue cárcel y hoy es juzgado, y que ha quedado también en la memoria cinematográfica como escenario de algunas películas. Y no hay que olvidar que Andy Warhol era natural de Pittsburg, y que en la ciudad hay un museo con abundantes muestras de su producción, entre otras la celebrada serie de Mao Zedong.

La ciudad tiene varias universidades, entre ellas la que lleva su nombre, que al parecer contó entre su profesorado con personalidades de la cultura española como Dámaso Alonso y Juan Goytisolo. La Universidad de Pittsburg tiene como edificio central y emblemático un rascacielos de 42 pisos, The cathedral of learning, construido en la década de los treinta, en plena depresión, en un estilo gótico que evoca la atmósfera de Batman. El edificio alberga la biblioteca de la Universidad. Alrededor de su vestíbulo, en que cabrían algunos templos góticos europeos, hay muchas salas decoradas al estilo de casi todas las culturas de Europa y del mundo, un homenaje en que no está presente la cultura hispánica. Como una especie de venganza poética, en el Masonic Temple, edificio en que la Universidad de Pittsburg tiene sus salones de actos y salas de representación, se muestra permanentemente desde el año pasado la colección de 365 pinturas, una por día del año, que, con el título Cathedral views, one a day, realizó el pintor español Félix de la Concha.

Rodeada por las impresionantes ruinas de una industria bruscamente desaparecida, Pittsburg orienta su futuro hacia el desarrollo de ciertas especialidades médicas y la creación de software informático, y también el fomento de un turismo amigo de la naturaleza y de ese piragüismo vertiginoso que facilitan las rápidas corrientes de algunos tramos de sus ríos.

José María Merino (A Coruña, 1941) es autor de Las visiones de Lucrecia (Alfaguara).

La ciudad de Pittsburg creció en la confluencia de los ríos Allegheny, Monongahela y Ohio, al oeste del Estado de Pensilvania.
La ciudad de Pittsburg creció en la confluencia de los ríos Allegheny, Monongahela y Ohio, al oeste del Estado de Pensilvania.XAVIER TESTELIN

La ciudad de los tres ríos

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