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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

La seductora PJ Harvey arrasa en Benicàssim, que cierra con un éxito total

Pulp, Orbital y Basement Jaxx se suman al carro de los triunfadores del festival valenciano, por el que han pasado unas 40.000 personas. Los organizadores digieren la euforia y aceptan el reto de preparar el futuro.

Se acabó el festival. Ayer mismo, las tiendas de campaña volvían a acomodarse en las mochilas y comenzaba el regreso a la insípida comodidad de casa. Atrás han quedado tres días de música al aire libre sin manual de instrucciones, tres días y tres noches en las que ha podido pasar de todo. Benicàssim vuelve a la normalidad de un agosto en pantalón corto de veraneante y en sus amaneceres ya no se oirá el retumbar de una caja de ritmos que durante el fin de semana ha recordado que el festival palpitaba. Sus últimos latidos los pusieron Polly Jean Harvey y Jarvis Cocker, las dos figuras que muchos se llevarán a casa como postrer recuerdo. Ellos fueron el broche de la última jornada de un festival que ha vivido su edición más exitosa. Por delante ya sólo queda el futuro.

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El presente, ya casi el ayer, se escribe con cifras generosas. En rueda de prensa, los directores del certamen, José y Miguel Morán, dieron por buena la cantidad de 40.000 personas que han visitado el recinto durante estos tres días, ya sea mediante abono o entradas de jornada. Aunque como en ellos es habitual se quejaron de muchas cosas, especialmente de las administraciones local y autonómica, que, según dijeron, no les apoya lo suficiente, no pudieron disimular su satisfacción. La séptima edición de su festival ha resultado un éxito rotundo, confirmando la viabilidad de un certamen que cita a todos aquellos cuyos gustos no encuentran acomodo en las denominadas tendencias mayoritarias. Y no son pocos. Durante mucho tiempo se les consideraba desdeñosamente casi residuales, pero el Festival de Benicàssim ha demostrado que de eso nada. La música que pasa por minoritaria mueve cantidades nada anecdóticas.

Esta idea flotó también en los conciertos de la noche de despedida. Aun sin datos oficiales en la mano, no resulta aventurado afirmar que también ésta fue la última noche más concurrida de todas las ediciones del certamen. El recinto se fue llenando poco a poco, pero con suficiente animosidad como para que las actuaciones de Élena Dar Ful Ful, Death Cup For Cutie, Red House Painters o Tahiti 80 ya tuviesen suficiente público como para espolear a los artistas. La lógica funcionó y cuando llegaron los pesos pesados ya no quedaba nadie por entrar. Todo lleno para ver a unos artistas cuyos nombres no son difundidos masivamente por nuestra industria del espectáculo: PJ Harvey, Pulp, Basement Jaxx y Orbital.

El protagonismo acabó recayendo en ella y en él. Él estremece a las mujeres. Ella estremece el aire. Entre ambos estremecieron el cierre del FIB con dos conciertos que plasmaron lo diferente de su propuesta. Ella, PJ Harvey, es pura animalidad, instinto, determinación. Él, Jarvis Cocker, líder de Pulp, es pura seducción, teatralidad, forma. Son, en cierto modo, rock y pop, dos lenguajes que calan entre el público de Benicàssim, regalado con dos actuaciones para el regocijo.

Primero salió ella. Se notó pronto que venía a ganarse la corona de reina. Una minifalda de charol, un top negro, maquillaje, vientre al aire y botas altas con tacón de finísima aguja. Parecía una indie fatal de esas que en una carpa techno ya de madrugada bailan dominadoras. Casi dan miedo de lo fuertes y autosuficientes que parecen. Igual que PJ Harvey sobre el escenario. Salió a comérselo con la determinación de quienes se sienten seguros de sí mismos. Una banda de lujo, con John Parish incluido, garantizaban el funcionamiento de la maquinaria. Un repertorio con clásicos y siete piezas de su último disco inyectaban el combustible en forma de rock tenso, sin concesiones. Y ella puso la llama que encendió la mecha. Una explosión de órdago, un concierto enérgico, terso y pasional. Rock en estado crudo. Una mujer imponiendo su presencia. Nadie se resistió. Se llevó la corona. Ya es la reina de Benicàssim.

Entonces a Jarvis Cocker le tocó la papeleta de aspirar a rey. La plebe le había agasajado con una multitudinaria rueda de prensa en la que pudo pavonear su ego, y el inicio de su concierto pareció alimentado por tal sensación de triunfo. Arrancó con Common people y las manos del público tocaron abiertas el aire mientras las cabezas se sacudían al compás del estribillo. Nadando en aguas conocidas, el aspirante se dejó llevar por la corriente y sin bracear para marcar el rumbo, acabó allí donde se esperaba, en ese puerto en el que lo más cotizado es el glamour. Eso, glamour, proletario pero glamour, es lo que pareció que más quiso vender Jarvis, incluso por encima mismo de las varias canciones nuevas que presentó en el concierto y que marcaron visos de continuismo. De esta manera, se antojó pensaba que su sola presencia en escena, teatralizada y gestual, bastaría para revindicarse. Y aunque pareció que lo lograba no disipó la sensación de que en todo caso la otra noche sólo podía aspirar a consorte. Además, no logró que su música llegase nítida a la audiencia, al verse envuelta en una pelota de graves que aportó tintes burdos a una música que ha de sonar refinada. El caso es que el concierto de Pulp concluyó por debajo del nivel de arranque, y aunque sus incondicionales no se lo reprochen queda para el cuaderno de bitácora que Jarvis atracó solo porque la marea le resultó favorable. Navegó sin esfuerzo por aguas conocidas.

El resto del cartel, nutrido con artistas nada desdeñables, quedó un poco oscurecido por la pareja central. Exceptuando quizás a unos Basement Jaxx a quienes no faltó su público. Llenaron su carpa mientras Pulp actuaban en el escenario principal, evidenciando que en el FIB hay público para todos. A fin de visualizar su house recurrieron incluso a una bailarina, todo sea por dar alimento a los ojos de quienes bailan, y completaron una actuación sólida que dio alimento a los danzarines. También hicieron lo propio Orbital cerrando el escenario central. Los hermanos Hartnoll pierden fuelle a medida que el tiempo va despojando el efecto sorpresa tanto de su electrónica amable como de su puesta en escena. Pero fue igual, ya que completaron un set alargado por la insistente presión de un público dispuesto a apurar la última gota de festival. Antes, Big Star nutrieron a los amantes del pop clásico de guitarras y pese a que se percibió alguna fisura en su puesta en escena acabó imponiéndose el peso de la historia de una banda dotada de melodías resplandecientes y canciones como soles.

Y ya fue cuestión de dejarse ir hasta acabar con la noche ya de día. Por el camino se mostraba el chill-out, la pista del Mond Club en la que Jarvis Cocker, una vez concluido su concierto, pinchó desde techno hasta Nirvana y ese montón de rincones que se ofrecen para encontrar miradas y conversaciones. Estos escenarios se repetirán dentro de un año. Ya ha comenzado la cuenta atrás.

La cantante británica PJ Harvey, durante su concierto en el Festival de Benicàssim.
La cantante británica PJ Harvey, durante su concierto en el Festival de Benicàssim.ÁNGEL SÁNCHEZ
Un grupo de asistentes al Festival de Benicàssim, a la carrera para ocupar la primera fila frente al escenario.
Un grupo de asistentes al Festival de Benicàssim, a la carrera para ocupar la primera fila frente al escenario.ÁNGEL SANCHEZ

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