La herencia de Francesca Bonnemaison
La biblioteca de mujeres recupera el espíritu de su fundadora tras el traslado del Instituto del Teatro
En una ciudad a menudo nos topamos con instituciones que consideramos del todo normales pero que no hace tanto tiempo costó sudor y lágrimas fundar. En la calle de Sant Pere més Baix de Barcelona está la biblioteca de mujeres Bonnemaison, un equipamiento que nos recuerda que sin documentos no hay historia posible. Esta biblioteca, ubicada en una casona del siglo XVII, acumula en sus 7.000 metros cuadrados más de 44.000 volúmenes dedicados íntegramente a la mujer. Abierta en 1909, la Bonnemaison fue la primera biblioteca de estas características en Europa. Antes que en Londres, antes que en París o incluso que en Nueva York, Barcelona habilitó este centro de lectura gestionado por y para mujeres. Ante el éxito desbordante, un año después se transformó en el Instituto de Cultura y Biblioteca Popular de la Mujer, conocida como La Cultura. En sus mejores tiempos, de 1925 a 1935, llegaron a pasar por sus aulas cada año más de 37.000 mujeres, el 15% de las féminas de la ciudad. 'Ojalá actualmente contáramos con un centro como áquel', suspira Anna Cabó, ex directora de la biblioteca. Y es que este pionero espacio era muy activo: se daban conferencias y debates sobre feminismo, cursos sobre taquigrafía, mecanografía, delineación y fotografía. Se organizó una bolsa de trabajo que cruzaba contactos entre las empresas que necesitaban trabajadoras y las interesadas, bajo estricta vigilancia de las condiciones de trabajo. También se habilitó un bar, un restaurante, una peluquería y hasta unos baños 'porque las mujeres obreras de aquel tiempo no tenían ni dónde lavarse', asegura Cabó.
'La Cultura ejemplificó a la perfección el carácter contradictorio del feminismo social catalán', escribe sobre la entidad Mary Nash, presidenta de la Asociación Española de Investigación en Historia de las Mujeres y catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona. 'Su filosofía era reflejo de la ideología del nacionalismo catalán, burgués, conservador y católico'. Por un lado, se enseñaban las tareas consideradas femeninas -cocina, costura, economía doméstica-, pero por otro, se rompieron esquemas en defensa del derecho de la mujer a tener un trabajo remunerado, una postura entonces revolucionaria. La Cultura decía abogar por la mujer decente, la reina de la casa, pero enseñaba a ser libre e independiente. Y no era nada fácil. Eran tiempos duros: en 1900 el 70% de las mujeres eran analfabetas y el derecho al voto no lo conquistarían hasta 1931.
La labor de La Cultura fue larga y fructífera hasta la guerra civil. Francesca Bonnemaison, su mentora, era hija de tenderos y entró en el círculo de la burguesía catalana al casarse con Narcís Verdaguer i Callís, abogado y pariente de Jacint Verdaguer, en cuyo bufete hizo de pasante Francesc Cambó. Mujer pragmática y con don de gentes, Bonnemaison aseguró la construcción y el mantenimiento de La Cultura por la política de apadrinamiento, un ejemplo: cuando la falta de calefacción hacía difícil la utilización de las aulas, Bonnemaison comentó a María Patxot, que apadrinaba una de las salas, que era una pena que un espacio de lectura tan bonito, con su nombre escrito en letras doradas, no fuera utilizado por las chicas a causa del intenso frío. Al día siguiente, unas flamantes estufas calentaban el aula.
Desde el exilio, Bonnemaison donó el edificio a la Diputación de Barcelona con la condición de que su uso fuera el mismo para el que fue creado. Durante el franquismo, el centro tuvo una actividad discreta y bajo mínimos. En la década de 1970 el edificio pasó a ser reivindicado por el movimiento feminista, pero no fue hasta el Primer Congreso de Mujeres, celebrado en Barcelona en 1999, cuando las administraciones hicieron propia esa demanda.
Ahora, tras el traslado a Montjuïc del Instituto del Teatro, que se ubicaba en el mismo edificio, se recupera poco a poco su uso primero, tal como había predispuesto su fundadora. Además de la puesta a punto de la biblioteca de mujeres, en otoño de este año se trasladará a este espacio la Oficina Técnica del Plan de Igualdad de la Diputación de Barcelona, y para 2002 está previsto el traslado de parte de la Escuela de Mujeres. Se habilitará también un espacio de encuentro para diversas entidades de mujeres.
'Será muy interesante, porque ensayaremos una codirección entre los ciudadanos -en este caso las ciudadanas- y un organismo oficial como la Diputación', dice Inma Moraleda, actual regidora de Juventud del Ayuntamiento, motor en la transformación del futuro centro de mujeres Bonnemaison. La regidora, también vicepresidenta del consejo de las mujeres, apuesta por el refuerzo del centro para las que cree que serán las nuevas usuarias: las miles de mujeres inmigrantes que viven en Ciutat Vella, 'que necesitan un punto de encuentro, además de un lugar donde recibir cursos de alfabetización'.
A pesar del trabajo y el esfuerzo, Moraleda es realista y dice que a las mujeres les queda aún mucho camino por recorrer. 'Lo que hemos conquistado las mujeres no es un cambio coyuntural, sino estructural. Ya no hay marcha atrás, se va a mantener, pero hay que avanzar mucho más', y frunce el ceño y habla del famoso techo de cristal que impide a las mujeres llegar a los puestos de verdadero poder. Moraleda explica que a muchas mujeres se les pregunta en las entrevistas de trabajo si tienen intención de tener hijos. 'Nos obligan a elegir entre la familia y la profesión, y hoy por hoy elegimos lo segundo, pero si preguntas, muchas mujeres te dirán que les encantaría tener dos o tres niños'.
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