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EL ÚLTIMO TRAYECTO DE Horacio Dos

Resumen. Enderezado el rumbo hasta la Estación Espacial Fermat IV, el comandante de la nave intenta consultar, sin éxito, más datos sobre la señorita Cuerda, quien parece estar interesada en uno de los segundos de a bordo y tener al médico como confidente. Después, un representante del grupo de Delincuentes informa a Horacio sobre la peligrosidad del lugar al que se dirigen para avituallarse.

4 Miércoles 5 de junio

A pesar de los malos informes que pesan sobre la Estación Espacial Fermat IV, a la que nos dirigimos con fines de avituallamiento, y previa consulta con los segundos de a bordo y el médico de a bordo, hemos decidido no alterar la ruta ni cambiar los planes, pues nuestra situación de carestía es grave, y las advertencias, por el momento, imprecisas.

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Mismo día por la noche

Debido a varios errores en el cálculo de derrota cometidos por el primer segundo de a bordo y a los efectos paradójicos de la zona helicoidal por la que navegamos, hemos estado a punto de colisionar con la Estación Espacial Fermat IV, adonde debíamos haber llegado dentro de dos o tres días. Para evitar un choque frontal que podía haber causado daños de consideración en el fuselaje de la Estación Espacial, así como la destrucción de la nave, he ordenado preventivamente soltar los balastos a fin de efectuar con más ligereza la operación de frenado y retroceso. De resultas de la desestabilización producida por esta maniobra se han producido contusiones en el sector de los Ancianos Improvidentes.

Ahora los balastos flotan en el espacio a muy corta distancia de la nave. Si fueran atraídos por el campo gravitatorio de la nave podrían colisionar contra la propia nave y provocar averías de consideración, e incluso su destrucción. Para conjurar este peligro ordeno la destrucción preventiva de los balastos.

Se efectúan varios disparos con torpedos de propulsión a hélice, pero ninguno da en el blanco por un error de cálculo balístico cometido por el segundo segundo de a bordo, a cuyo cargo está la artillería de la nave. Por fortuna, en el último momento la masa gravitatoria de la Estación Espacial Fermat IV atrae hacia sí los balastos, que colisionan con el fuselaje de la propia Estación Espacial.

Antes de poder cursar una notificación formal de disculpa y explicación de los hechos fortuitos, la Estación Espacial efectúa por su parte, y sin previo aviso, varios disparos contra la nave sin que ninguno dé en el blanco.

Ordeno cursar una solicitud de alto el fuego y, acto seguido, la notificación formal de disculpa y explicación de los hechos fortuitos.

Al recibo de la conformidad y aceptación solicito permiso para acoplar la nave y entrevistarme con la persona o personas a cuyo cargo esté el mando de la Estación Espacial y la administración y venta de sus bienes, dada la razón de nuestra presencia. Recibida respuesta afirmativa, doy orden de efectuar la maniobra de acoplamiento mañana a primera hora.

Aprovechando el intervalo, decido consultar de una vez el Astrolabio y salir de dudas respecto de la supuesta amenaza relativa a la Estación Espacial Fermat IV, pero cuando me dispongo a salir hacia la Cámara Estanca, donde se halla el Banco General de Datos, comparece el mismo delincuente, de nombre o apodo Garañón, que vino a visitarme la víspera y, sin haber concertado previamente visita, me dice que, puesto que vamos a entrar en la Estación Espacial Fermat IV, conviene tomar las máximas precauciones, para lo cual sugiere que distribuyamos armas entre los Delincuentes que viajan a bordo de la nave.

Le señalo que la tripulación de la nave ya las lleva de oficio y responde que la tripulación todavía está bajo los efectos de la resaca provocada por el consumo inmoderado de bebidas alcohólicas y otras sustancias tóxicas y que, en todo caso, abriga serias dudas acerca de la capacidad defensiva y ofensiva de la tripulación. Por contra, añade, los delincuentes son personas avezadas en el manejo de las armas y habituadas a enfrentarse a circunstancias adversas y no previstas.

Le prometo ponderar sus razones, le ruego que vuelva al sector de los Delincuentes, donde debería estar recluido, y convoco a mi presencia al médico de a bordo, ya que tanto el primero como el segundo segundos de a bordo están ocupados en los preparativos de la operación de acoplamiento de la nave.

Cuando comparece el doctor Agustinopoulos le expongo la propuesta de Garañón y le pido su parecer como médico de a bordo.

Responde que, en condición de tal, conoce bien a los Delincuentes que viajan a bordo de la nave, por haber atendido durante el viaje a varios de ellos, por haberse ocupado de la sanidad preventiva de todos y por haberles proporcionado de extranjis bebidas alcohólicas y otras sustancias tóxicas, y que este conocimiento le lleva a desaconsejar la distribución de armas en dicho sector. En cambio, añade, se podrían distribuir armas entre algunos Ancianos Improvidentes, seleccionando de entre los que conservaran la cabeza clara y el pulso firme aquellos que en épocas anteriores de sus vidas se hubieran ejercitado en el uso de las mismas, pues, debido al trato constante que tiene con ellos, le consta que entre los Ancianos Improvidentes hay ex militares, ex policías y otras personas de análoga condición.

Le encomiendo confeccionar una lista de estas personas y le ruego que las ponga al corriente de la situación para que sepan a qué atenerse con respecto al uso de las armas que les serán entregadas, y que las exhorte a no servirse de ellas en ningún caso sin orden expresa del comandante de la nave o de quien le represente.

Jueves 6 de junio

Comparecen el primero y el segundo segundos de a bordo y me informan de que la operación de acoplamiento se ha efectuado en un tiempo superior a lo previsto debido a sucesivos errores de cálculo, pero que el acoplamiento ha sido completado con ligeros impactos en el fuselaje de la Estación Espacial y abolladuras de poca importancia en el casco de la nave.

Acto seguido comparece el doctor Agustinopoulos y dice que de resultas de las sacudidas y colisiones ocurridas durante la operación de acoplamiento, casi todos los Ancianos Improvidentes han sufrido contusiones, por lo que sólo dos de ellos se encuentran en condiciones de manejar un arma y añade que les ha sido entregado un mortero modelo howitzer de 9,5 pulgadas, así como seis granadas, escobillón, cureña y rampiñete.

Acto seguido me pongo en contacto de nuevo con la Estación Espacial y solicito autorización para entrar en ella en mi condición de comandante de la nave, con un número indeterminado de acompañantes. Al cabo de un rato, el gobernador de la Estación Espacial responde que concede gustoso la autorización, pero que ruega posponer el desembarco y la consiguiente ceremonia de recepción hasta esta tarde, como a segunda hora, porque ha estado siguiendo la operación de acoplamiento personalmente y se encuentra muy fatigado. Añade que ya no tiene edad para estos trotes y propone que el encuentro oficial se efectúe después de la siesta de hoy, jueves.

Doy mi conformidad a su propuesta y decido aprovechar el margen de tiempo que ésta nos otorga para elaborar un plan preventivo de defensa, pero tanto el primero como el segundo segundos de a bordo manifiestan estar también muy fatigados, por lo que decido dejar el asunto pendiente hasta la próxima reunión de mandos.

Cuando yo también me dispongo a tomarme un merecido descanso, resuena a bordo de la nave una terrible explosión. Acudo pistola en mano al lugar de los hechos y advierto que a los dos Ancianos Improvidentes seleccionados por el médico de a bordo se les ha disparado el howitzer en forma accidental. Por fortuna, el mecanismo interno del proyectil estaba un poco oxidado, por lo que ha hecho implosión, sin causar más daños que una ligera abolladura en la parte interior del casco y la consiguiente alarma entre la tripulación y los pasajeros.

Amonesto a los causantes del incidente, que han salido ilesos, y les exhorto a no malgastar la munición. Se excusan diciendo que sólo estaban practicando para poder prestar un servicio eficiente llegada la ocasión. Uno de ellos es un hombre alto, enjuto, de tez amarillenta, nariz larga y acuosa y mirada vacua; el otro es bajo, adiposo, calvo y sin dientes. Ambos hablan y actúan con un leve aire marcial que inspira confianza. Ordeno poner el howitzer a buen recaudo hasta la mañana siguiente, distribuyo las guardias para la noche, mando al resto a dormir y me retiro, no sin antes haber redactado el presente y siempre grato Informe.

Continuará

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