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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Argucias de estratega

La deslumbrante Bienal de Valencia discurre con tanta discreción que a fin de que se repare en su existencia se baraja la posibilidad de incluir entre sus actividades el impacto mediático de los mochileros en la sitiada y fraternal ciudad de Génova

Bobadas

¿No hay un cierto regusto de tontería joseantoniana (por aquel mochales engominado que pretendía 'rellenar de esencia al campesinado', como si fuese una garrafa) en palabras como 'el hecho de ser valencianos llama a nuestros jóvenes a estar siempre en la vanguardia'? Las ha regurgitado el vicepresidente del Congreso de los Diputados, Francisco Camps, en un encuentro con las jóvenes generaciones de su partido, y me parecen bastante más inquietantes que sencillamente cutres, sobre todo si se acompañan de dichos tan graciosos como 'hay que defender con la cabeza muy alta la condición de valencianos'. Primero, porque eso no es una condición, sino una casualidad heredada, y después porque, encima, se parecen demasiado a esas autocomplacientes demostraciones de orgullo que abanderan colectivos sociales más o menos marginados. Claro que cabe suponer que esa monserga se repetirá en todas las convenciones de todas las juventudes populeras de todas las autonomías. Así que nada, todos la mar de orgullosos y con la cabeza muy alta. Y a medio quilo de deuda de la Generalitat por barba.

La bienal varada

La verdad es que saliendo a pasear a media tarde por el centro o por las zonas próximas de playa nadie diría que hay en marcha una bienal de las artes intertextuales, o algo de esa estirpe, por la que nuestra resignada ciudad sería la envidia de todo el mundo occidental versado en las cosas de la cultura. Tampoco por la noche se percibe el embrujo propio de esa clase de celebraciones, que tanto fascinan a los vecinos y visitantes de las ciudades que las acogen. Así las cosas, y atendiendo al resuelto carácter totalizador del chusco invento, no sería mala idea sumar a sus ricas actividades las tribulaciones de Mendieta, el primer partido de liga en Mestalla contra el Madrid, las famosas corridas de toros de la Feria de Julio y las alegres veladas de toro embolado que se celebran hasta septiembre en buen número de nuestras poblaciones. A bulto, serían no menos de dos millones más de impactos mediáticos. A bienal regalada no le mires el diente.

El cerebro está loco

Al hilo de esa bienal inexistente cabe reflexionar sobre la enorme plasticidad del cerebro en tanto órgano vital de la conducta, que no sólo inventa argucias desdichadas sino también sujetos tan atroces como Henry Kissinger, matanzas como las de Sabra y Chatila a cargo de un Ariel Sharon que, curiosamente, engorda con cada demostración de ímpetu guerrero, además de -en lo que tiene que ver con lo agradable- las Suites de Bach, la limpia arquitectura de Moneo, algunas películas de Wilder, la pintura atormentada de Francis Bacon, la obra de Juan Benet, instrumentos de tanta utilidad como la jeringuilla, el flexo, la fregona, el tornillo o la bisagra, los términos que nombran todo con admirable precisión, y tantas otras cosas que constatan la tontería de distinguir entre vísceras y cerebro cuando se parlotea sobre la conducta humana.

Estrategia del tirano

Tampoco hace tanto tiempo que un famoso psiquiatra adicto a administrar electroshocks a casi todo el mundo excepto a sí mismo -el hombre prefería sobrevivir a fuerza de automedicarse severas dosis de pastillaje diluidas en güisqui- acusó a sus oponentes en el Hospital Penitenciario de Bétera de pensar con el culo, a lo que me apresuré a responder que no me sorprendía una observación tan atinada en alguien que había dedicado tantos años a dominar el arte de defecar por la cabeza. Salía de leer la Carta al padre, de Kafka, y lo que saqué en claro, amén de otras enseñanzas igualmente valiosas, es que el tirano es aquel que se cree en condiciones de imponer a los otros las normas que jamás observará. Me parece que todos tenemos algún ejemplo próximo.

La argucia global

Tal vez estamos en vísperas de que el Tribunal Internacional de La Haya prohíba las reuniones del G-8 por la alarma social que generan. Allá donde van estos compasivos representantes es que la montan, y si hay que tomar manu militari una ciudad como Génova para que charlen de sus cosas, hora es de pensar si no conviene terminar de una vez con esa clase de celebraciones. Que se comuniquen por Internet sus ocurrencias, como todo el mundo, y sobre todo que dejen de decir tonterías como que las manis en su contra son responsables de la miseria de los pueblos. En algo ha de diferenciarse George Bush Junior (y tanto) de las paranoias de tendero de casco antiguo. O no.La bienal varada

La verdad es que saliendo a pasear a media tarde por el centro o por las zonas próximas de playa nadie diría que hay en marcha una bienal de las artes intertextuales, o algo de esa estirpe, por la que nuestra resignada ciudad sería la envidia de todo el mundo occidental versado en las cosas de la cultura. Tampoco por la noche se percibe el embrujo propio de esa clase de celebraciones, que tanto fascinan a los vecinos y visitantes de las ciudades que las acogen. Así las cosas, y atendiendo al resuelto carácter totalizador del chusco invento, no sería mala idea sumar a sus ricas actividades las tribulaciones de Mendieta, el primer partido de liga en Mestalla contra el Madrid, las famosas corridas de toros de la Feria de Julio y las alegres veladas de toro embolado que se celebran hasta septiembre en buen número de nuestras poblaciones. A bulto, serían no menos de dos millones más de impactos mediáticos. A bienal regalada no le mires el diente.El cerebro está loco

Al hilo de esa bienal inexistente cabe reflexionar sobre la enorme plasticidad del cerebro en tanto órgano vital de la conducta, que no sólo inventa argucias desdichadas sino también sujetos tan atroces como Henry Kissinger, matanzas como las de Sabra y Chatila a cargo de un Ariel Sharon que, curiosamente, engorda con cada demostración de ímpetu guerrero, además de -en lo que tiene que ver con lo agradable- las Suites de Bach, la limpia arquitectura de Moneo, algunas películas de Wilder, la pintura atormentada de Francis Bacon, la obra de Juan Benet, instrumentos de tanta utilidad como la jeringuilla, el flexo, la fregona, el tornillo o la bisagra, los términos que nombran todo con admirable precisión, y tantas otras cosas que constatan la tontería de distinguir entre vísceras y cerebro cuando se parlotea sobre la conducta humana.Estrategia del tirano

Tampoco hace tanto tiempo que un famoso psiquiatra adicto a administrar electroshocks a casi todo el mundo excepto a sí mismo -el hombre prefería sobrevivir a fuerza de automedicarse severas dosis de pastillaje diluidas en güisqui- acusó a sus oponentes en el Hospital Penitenciario de Bétera de pensar con el culo, a lo que me apresuré a responder que no me sorprendía una observación tan atinada en alguien que había dedicado tantos años a dominar el arte de defecar por la cabeza. Salía de leer la Carta al padre, de Kafka, y lo que saqué en claro, amén de otras enseñanzas igualmente valiosas, es que el tirano es aquel que se cree en condiciones de imponer a los otros las normas que jamás observará. Me parece que todos tenemos algún ejemplo próximo.

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