_
_
_
_
55º FESTIVAL DE AVIÑÓN

Llega la polémica al Festival de Aviñón con el espectáculo 'Je suis sang', del artista Jean Fabre

Con esta representación 'performance' el autor intenta reconciliar arte contemporáneo y teatro

Je suis sang es un montaje visualmente potente y débil conceptualmente. Se trata de visualizar un manifiesto sobre 'un nuevo mundo en el que el cuerpo pasará a ser líquido y únicamente compuesto de sangre'. Fabre dice que la acción 'transcurre en el año 1001 después de Jesucristo, en plena Edad Media'.

En el escenario, dos actores vestidos de verde, a medio camino del hábito de los condenados a la hoguera por la Inquisición y la bata de trabajo de los cirujanos, siempre coronados por un embudo, como salidos de una tela de Brueghel o El Bosco. Ellos dicen en francés el texto que una mujer, Els Deceukelier -una suerte de Nina Hagen con más cuerdas en su registro-, repite en latín. Y en medio nueve bailarines, tres hombres y seis mujeres, que se agitan como posesos, primero embutidos en una armadura, más tarde vestidos de novia y muy a menudo desnudos.

Más información
Jan Fabre utiliza 15.000 escarabajos en su homenaje a la muerte
Un grupo argentino impacta en Aviñón al describir su país como un gran matadero

Las imágenes que propone Fabre son deslumbrantes, el arranque es de una gran belleza, la virtuosidad técnica de sus intérpretes innegable, pero la idea y el texto, inspirados en los escritos de la mística Hildegarde von Bingen, no logran superar la enunciación de propósitos.

'La sangre como droga' Nadie duda de que Fabre maneja materiales interesantes, de que la idea de apocalipsis, de fin de la civilización, es adecuada a la época, de que hablar de 'la sangre como la droga más importante para el hombre' no es ningún disparate, pero eso no basta para convertir una performance en una obra de teatro o, simplemente, en una obra que merezca no sólo ser representada, sino ser mirada.

Je suis sang es un espectáculo que sólo podrá verse en Aviñón a lo largo de cuatro únicas representaciones. Fabre sostiene que ha sido creado pensando en los muros de la Cour d'Honneur, en esas paredes de piedra 'de las que aún rezuma sangre. Cada vez que visito el lugar veo surgir sangre. Es un lugar en el que se ha asesinado a bastante gente'.

Eso se traduce en la repetida presencia de focos que tiñen de rojo las paredes medievales, puntuando la metamorfosis o milagro alquímico al que se supone que se invita al público. Éste aguanta como puede, fatigado ante la enumeración de las 38 incisiones distintas a través de las cuales desangrar completamente un cuerpo, puede que también un tanto hastiado de ver cómo los bailarines se limpian-masturban-castran de manera obsesiva, los cepillos frotando los sexos mientras las guitarras eléctricas ocupan el espacio sonoro que correspondería a los gritos de dolor o placer.

Miseria creativa Desde 1975, a los 17 años, Jean Fabre viene desarrollando su carrera de artista. En su momento renunció a un estilo, a convertirse en el 'artista de la punta Bic'. Ese escapar a la miseria creativa que supone la cerrazón del arte contemporáneo -miseria que se exporta de manera inquietante hacia otras formas de expresión- le ha permitido embarcarse en óperas, ballets, monólogos, libros y exposiciones.

Avignon 2001 le ha invitado a ocupar la Cour d'Honneur y el reto ha sido asumido con grandeza, pero también da la sensación de venirle grande, muy grande, al artista plástico. De pronto, las limitaciones de su reflexión teatral, la pobreza de su pensamiento filosófico, la monotonía de sus recursos escénicos, destiñen sobre su trabajo como artista inventor de instalaciones o performances.

Baile performance en la obra Je suis sang.
Baile performance en la obra Je suis sang.AFP
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_