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Columna
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Cerrar paréntesis

En 1997, pocos días después de que se cerrara el 34º Congreso Federal del PSOE con la sustitución en la secretaría general de Felipe González por Joaquín Almunia, Iñaki Gabilondo le preguntó a este último si se 'sentía' realmente secretario general y consideraba que el partido le reconocía como tal. 'Pregúntemelo dentro de un año', fue la escueta respuesta de Joaquín Almunia.

Como es sabido, Iñaki Gabilondo no tuvo la posibilidad de repetir la pregunta porque ya había sido respondida de manera negativa por los propios militantes del partido al votar mayoritariamente por José Borrell en las primarias convocadas por la dirección para designar al candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno en las siguientes elecciones generales. Joaquín Almunia continuó siendo secretario general, pero era evidente que había perdido su oportunidad para convertirse en el líder de los socialistas españoles.

Viene a cuento esta introducción de la conferencia celebrada por el PSOE este fin de semana en Madrid. Un año en política puede ser mucho o poco, según las circunstancias. En el PSOE posterior a la secretaría general de Felipe González un año había sido hasta la fecha una eternidad. Cada año desde su abandono de la secretaría había estado marcado por un movimiento sísmico. En 1998, derrota de Joaquín Almunia en las primarias. En 1999, abandono de José Borrell en plena campaña de las europeas, autonómicas del artículo 143 de la Constitución y municipales. En 2000, la derrota electoral del 12 de marzo, que condujo a la dimisión del secretario general y a la convocatoria de 35º Congreso Federal.

Este ciclo parece haber sido interrumpido con la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general del PSOE ahora hace un año. Aunque es seguro que todavía tendrá que superar pruebas en las que tendrá que acreditar su consistencia como líder de los socialistas, no parece aventurado afirmar que podría responder en positivo una pregunta como la que Iñaki Gabilondo le hizo a Joaquín Almunia. Haciendo uso de una terminología religiosa, podríamos decir que si el Congreso del año pasado fue el del bautismo de José Luis Rodriguez Zapatero como secretario general, la Conferencia de este fin de semana habría sido la de su confirmación.

Para Manuel Chaves es una buena noticia, tanto en su condición de secretario general de los socialistas andaluces como, sobre todo, en la de condición de presidente del Gobierno de la Junta de Andalucía. En este año se ha despejado la incógnita que más podía haber condicionado la acción de gobierno en Andalucía. Para un partido estatal de gobierno, como es el PSOE, independientemente de que ocupe el Gobierno de la nación o de que esté en la oposición, un vacío de poder en el centro se traduce inevitablemente en desorden en la periferia. Sin que quedara resuelta la crisis sucesoria abierta por la retirada de Felipe González, no habría podido mantenerse una política coherente por mucho tiempo en Andalucía. Ni en el partido ni en el Gobierno.

De ahí que resultara perfectamente comprensible y que fuera perfectamente entendido por los ciudadanos andaluces que Manuel Chaves simultaneara, inmediatamente después de su reelección como presidente de la Junta de Andalucía, la presidencia del Gobierno autónomo con la presidencia de la comisión gestora encargada de preparar el 35º Congreso Federal. Acabar con el vacío de poder en la dirección federal era la condición sine qua non para poder ejercer solventemente a lo largo de la legislatura como presidente andaluz.

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Quiere decirse, pues, que el Gobierno andaluz ha vivido este primer año de legislatura en una situación de una cierta interinidad. El paréntesis que se abrió con la dimisión de Joaquín Almunia la noche electoral del 12-M de 2000, no se cerró de manera definitiva con la elección de José Luis Rodríguez Zapatero. Se ha cerrado tras el debate del estado de la nación y la conferencia de este fin de semana.

Esto debería notarse en los tres años de legislatura que quedan. Aparentemente, los ciudadanos no han pasado factura al PSOE por la interinidad de este primer año de legislatura. Pero la comprensión que han manifestado en este primer año no quiere decir que la vayan a mantener en los próximos. En este primer año se han cometido demasiados fallos, que han conducido en algún momento a dar la impresión de que el Gobierno estaba desbordado y que había perdido el control de la situación. Se han transmitido con frecuencia mensajes distintos e incluso contradictorios por parte del Gobierno y por determinados dirigentes del partido. Y se ha evidenciado en algunos momentos una falta de lealtad en el ejercicio de la acción gubernamental y de la partidaria, que, de repetirse, tal vez pueda serlo de una manera que tenga consecuencias irreversibles. El PSOE tiene que cerrar paréntesis también en Andalucía.

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