Escuela de 'tiburones'
Cuatro jóvenes de la Universidad Carlos III ganan un concurso de gestión de empresas virtuales sin empleados
A simple vista, Fernando Esteban del Valle, Mario Javier Blanco Corrales, David Pérez Redondo y Raúl Marco Padilla no tienen cara de empresarios. Ni siquiera de ejecutivos. Y tampoco conocen los entresijos del mundo de los negocios. Pero, aun así, estos chicos han sido capaces de reflotar una empresa con un presupuesto de 30 millones de dólares y de triplicar sus ganancias. Los cuatro han participado en un concurso de simulación empresarial para jóvenes emprendedores que organizó la Cámara de Comercio de Madrid entre los universitarios de la región en mayo y junio pasados.
El simulador empresarial no incluía de forma específica el área de recursos humanos. Es más, los chicos ni siquiera sabían con cuántos empleados contaban en su compañía y en alguna ocasión hasta se vieron obligados a despedir a parte de la plantilla con tal de salvar a la empresa. Como auténticos tiburones.
Se trataba, sobre todo, de tomar decisiones al más alto nivel directivo. Sin dilaciones. A los 12 grupos participantes -cada uno con un mínimo de cuatro integrantes- les fue entregada una supuesta gran compañía de reciente creación, con oficinas en España, Francia y Estados Unidos, que fabricaba placas y microprocesadores de ordenador. 'Era una empresa nueva que tenía deudas y muchas pérdidas', recuerda Fernando.
Prueba tras prueba, los directivos de la empresa tenían que decidir cuál era el mejor camino a seguir si, por ejemplo, la competencia obligaba a subir o a bajar los precios de los productos; si bajaban los tipos de interés tras la toma de posesión del presidente de Estados Unidos, George Bush o si un país necesitaba un elevado número de ordenadores.
Hasta se vieron enfrentados a una huelga de transportistas en Francia que impedía que se distribuyeran sus productos. En ese caso, la única alternativa que les quedó a Fernando, de 24 años; Mario, de 23; David, de 24, y Raúl, de 25, fue pagar -no saben a quién- para solucionar el conflicto. 'El problema era ajeno a nosotros, pero afectaba a la compañía. Los coordinadores del programa nos propusieron pagar para que eso no ocurriera, pero sin explicarnos exactamente a quién: el asunto era tomar una decisión. Para referirse al destinatario del dinero utilizaban términos humorísticos como la mafia, y cosas así', cuenta Fernando, quien, como Mario, está en quinto curso de ingeniería industrial en la Universidad Carlos III. David y Raúl también estudian en el mismo centro, pero cursan estudios de ingeniería técnica industrial electrónica.
El responsable del concurso que llevó a cabo la Cámara de Comercio, Jorge Brunet, explica que la razón por la que en el programa de los 'futuros empresarios' no se incluían los empleados de las empresas es que se trataba, cuenta, 'de una estrategia a largo plazo. El área de recursos humanos estaba reflejada como coste, como capacidad productiva. Tampoco era tan fácil deshacerse de los empleados'. 'Es que simular gestión de recursos humanos es lo más difícil. Además, hay que tener en cuenta que esta empresa tenía delegaciones en España, Francia y Estados Unidos y las políticas laborales son distintas', añade Brunet. La idea, según Brunet, era enseñar a los participantes a entender el mundo empresarial. 'En ningún momento se trataba de restarle importancia a los recursos humanos', explica.
'Poca humanidad' 'La verdad es que había poca humanidad en el concurso', reconoce Fernando. Sus compañeros asienten, pero argumentan que, en el fondo, se trataba de un juego. 'Yo, desde luego, no me planteo llegar a ser empresario de una gran compañía y despedir a 40.000 empleados; por eso no me lo he tomado como algo muy capitalista; además, en la vida real seguro que yo estaré en el bando de los despedidos', reflexiona Raúl.
'Este concurso nos ha permitido conocer más cosas, aprender mucho, sobre todo de nuestros enemigos, los empresarios', dice, entre risas, Fernando. Y agrega: 'Yo sería empresario, pero de algo muy pequeño. Tengo alguna idea en la cabeza, pero no tengo financiación'.
Ni Fernando ni Mario ni David tienen todavía experiencia laboral. Sólo Raúl se ha lanzado ya y, junto con otro amigo, ha puesto en marcha una pequeña empresa de música corporativa. Además, hace páginas web y trabaja en un proyecto de investigación de la Universidad Rey Juan Carlos. Los otros esperan ansiosos el momento en el que tengan que enfrentarse al mundo empresarial: 'Por ahora voy a tener una beca. Supongo que tendré opciones', comenta Mario. 'Yo estoy con los oídos abiertos a ver si sale algo interesante', agrega Fernando. 'Espero poder trabajar en la profesión que he elegido', añade David.
La clave del triunfo de estos chicos estuvo en que en el momento en el que dos de los equipos participantes tuvieron que abandonar, ellos compraron una de las empresas. 'La saneamos y luego la vendimos', cuentan. Pero desconocen lo que ocurrió con esos empleados: 'Sólo nos daban la capacidad productiva de la fábrica. Es que estaba todo muy estandarizado'.
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