El COI concede los Juegos de 2008 a Pekín en una apuesta por la apertura
La capital china logra la sede de los Juegos de 2008 por mayoría absoluta en la segunda votación, y París se hunde
Pekín ganó por goleada. El gigante chino pasó como una apisonadora por Moscú e hizo feliz a Juan Antonio Samaranch. A la segunda fue la vencida y el presidente del Comité Olímpico Internacional se retirará con otro objetivo cumplido. La capital del país que acoge la quinta parte de la población mundial fue premiada con un triunfo aplastante, insólito en las elecciones de los últimos años en los Juegos de Verano. Sólo necesitó dos votaciones, tras ser eliminada la japonesa Osaka en la primera ronda. Logró la mayoría absoluta, mientras la opción de su presunta gran rival, París, se diluía tanto que sólo fue cuarta en la primera ronda e incluso quedó por detrás de Toronto en la definitiva. Pekín no sólo ganó por su peso, sino porque el COI se decidió claramente por la alternancia de continentes. La apuesta del COI por unos Juegos que puedan suponer una apertura de China pesó mucho más que las denuncias sobre sus violaciones de derechos humanos.
Pekín terminó con un vídeo espectacular su presentación ante los miembros del COI y con Luciano Pavarotti cantando el Vincerò, vincerò grabado en el reciente concierto de los Tres Tenores en Pekín. Era uno de los últimos apoyos a la candidatura y todo un símbolo. Estará contento Luciano, porque él sí perdió personalmente con la candidatura de Roma ante Atenas para 2004. En realidad, Pekín no tenía que convencer de casi nada a los votantes del COI, según se comprobó. Hasta resultó curioso que su grupo, encabezado por el viceprimer ministro, Li Lanqing, fuera el más preguntado sobre asuntos como la polución, la seguridad o las construcciones que quedan por hacer. Era otro trámite. La comisión de evaluación ya había sentenciado que el COI confiaba plenamente en la maquinaria del gigante y que podrían organizar unos Juegos excelentes. Su frase del informe de mediados de mayo sobre que dejarían una 'herencia única para China y para el deporte' fue convertido en el principal eslogan de la candidatura.
La ronda de presentación de candidaturas fue un rosario de llamadas a la sensibilidad de los miembros del COI. Siempre lo ha sido, pero en esta ocasión, tras quedar claras técnicamente las valoraciones de la comisión de evaluación, no quedaba otro remedio. Y, además, faltaba la apelación a la universalidad, a la fraternidad, a todo lo que pusiera en aprietos a Pekín, como contraste a sus puntos débiles. Pero ni la niña violinista de Osaka, ni la niña cantante de Toronto, ni las intervenciones en favor de Francia de ilustres como Zinedine Zidane, de origen argelino, o de Tacko Diuf, senegalesa campeona africana de 400 metros vallas, lograron nada.
Osaka se perdió por asiática y porque sus tres islas a construir llevaban el presupuesto a cifras astronómicas. Toronto hizo de tripas corazón, pero también se dudó de su financiación (el maldito recuerdo del fracaso de Montreal 76). Además, acabó de estropearlo su alcalde, Ben Lastman, el único primer edil de las cinco ciudades candidatas que no estuvo en la ceremonia. No hace mucho, Lastman tuvo que pedir excusas por haber hecho insólitos comentarios racistas antes de una visita a Kenia: 'Tengo miedo, y mi mujer también, de que nos metan en una olla y dancen alrededor'.
A tenor del resultado de la primera votación, Estambul puede seguir soñando. Pekín lo hizo tras su derrota de 1993 frente a Sydney y ya tiene ante sí un gigantesco horizonte olímpico.
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